Santo Domingo, República Dominicana.- Ramón Colombo, el reportero que desvistió a Santo Domingo, reportaje a reportaje, y mostró sus grandezas y sus miserias; el contador de historias que nos hizo ver, piso a piso, la falsa imponencia del edificio El Huacal; el cronista que retrató al Juan Bosch que no pudo ser y al Joaquín Balaguer que aprendió a pronunciar discursos a los once años, mucho antes de que le estrellara encima todos sus resentimientos al país que luego gobernó; el reportero que junto a otros contribuyó a encender una luz en el periodismo; ese Ramón Colombo que aun anda por ahí, mirando y dejándose mirar, fue el que recibió un despacho de prensa sobre la “Operación Santo Domingo Heroico”.

Era redactor del diario El Día, de México, país donde vivía exiliado y en el que laboró además en El Sol de México, Excélsior, Agencia Mexicana de Noticias, Novedades de Acapulco y Uno más Uno.

Y trabajando allí, en El Día, conoció al poeta español León Felipe, el mismo que le dio consejos sobre el oficio de escribir; y fue allí, laborando en esos medios, que empezó a aprender el oficio de contar el mundo reuniendo en sus textos pedazos de tardes y alientos de la lluvia.

"Cuando llegó el turno al estudiante de República Dominicana, el jurado hizo una pausa y le dijo estas palabras, después de una breve deliberación: nosotros, en honor al pueblo dominicano, que en este momento está librando la lucha más heroica que se conoce en esta época, lo vamos a examinar de pie, y usted, el estudiante, se queda sentado. Eso nunca se había visto en la historia de la Sorbona”

En ese tiempo, las historias peregrinas viajaban el mundo a través de las máquinas de télex. Y a comienzos de 1968, él era redactor de las noticias que llegaban del otro lado de los mares y las cordilleras, y debía seleccionar, jerarquizar y resumir todo lo relacionado con la guerra de Vietnam, en donde el gobierno de Estados Unidos había probado todas sus desmesuras y había roto todas las leyes de las proporciones.

Debía llenar una página estándar y se encontró con un despacho de la agencia checa de noticias CTK que le salvó el día noticioso. El cable decía:

“Hoy, el Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur concluyó exitosamente la Operación ´Santo Domingo Heroico`, que llevó a cabo en solidaridad con el pueblo de la República Dominicana, país que en abril de 1965 fue invadido por tropas de los Estados Unidos, encabezadas por la 82 División Aerotransportada, que desde allí fue posteriormente trasladada a Vietnam”.

Y proseguía: “La 101 Compañía de dicha División alcanzó fama en esa ocasión por su agresividad contra la resistencia patriótica de los dominicanos, que durante meses resistieron la agresión de más de cuarenta mil soldados norteamericanos, con los que el gobierno de Washington pretendía aplastar un movimiento armado cívico-militar que reclamaba la reposición del gobierno constitucional de Juan Bosch, derrocado violentamente en septiembre de 1963”.

La parte final de la nota contaba el desenlace de aquel episodio. “La 101 Compañía, reportó el Vietcong, fue totalmente exterminada, incluyendo al sargento J. Willard (y un perro mascota que siempre lo acompañaba), experto francotirador que ganó fama en Santo Domingo por asesinar a distancia a numerosos dominicanos”.

México había seguido de cerca los acontecimientos ocurridos en la República Dominicana de 1965. Había un Comité Constitucionalista organizado por dominicanos y mexicanos, y aquella información estremeció a sus integrantes.

Cayetano Rodríguez del Prado, legendario dirigente revolucionario que combatió en el Comando del Movimiento Popular (MPD) de la escuela Argentina, en San Antón, contó un otro episodio de admiración internacional parecido que sucedió en la Sorbona de París.

“Cuando se libraba la guerra aquí, en las calles de Santo Domingo –narró– un estudiante dominicano en la Sorbona estaba haciendo su examen de postgrado. El jurado iba examinando oralmente a cada uno de los presentes, un jurado de tres, entre ellos Maurice Duverger. Iban llamando a cada uno y se ponían de pie y lo examinaban. Volvía el otro y mencionaban su país. Cuando llegó el turno al estudiante de República Dominicana, el jurado hizo una pausa y le dijo estas palabras, después de una breve deliberación: nosotros, en honor al pueblo dominicano, que en este momento está librando la lucha más heroica que se conoce en esta época, lo vamos a examinar de pie, y usted, el estudiante, se queda sentado. Eso nunca se había visto en la historia de la Sorbona”.

A pesar del paso del tiempo, la Guerra de Abril sigue moviendo emociones. Y aquel despacho de prensa sobre la “Operación Santo Domingo Heroico” le llegó tan hondo a Ramón Colombo, que todavía hoy  lo recita de memoria.

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