Desde hace más de dos años el actual director de la Academia Dominicana de la Lengua ha construido una política artificiosa de “pensamiento único”, reconocida por los dictámenes, manejos autoritarios, procedimientos inadecuados y usos personalizados llevados a cabo por parte de su director, doctor Bruno Rosario Candelier. Los “plenos poderes” del mismo sobresalen a través de los más de quince años que lleva dirigiendo la ADL a su manera y de espalda a una membresía excluida del trabajo profesional y areal de dicha corporación, donde las decisiones, acuerdos, o supuestas resoluciones internas no son debidamente socializadas por una gran parte de los miembros de número de nuestra Academia.

En efecto, por más que el actual director de la ADL utilice sus influencias para mostrar una sola cara de la institución, sus soluciones truculentas aparecen en la superficie y profundidad de sus propias operaciones parcializadas, puestas en marcha mediante su habitual práctica de mal manejo de la corporación. El solo hecho de conformar una directiva con miembros no elegidos democráticamente es un mal síntoma que amenaza la estabilidad de la ADL.

Bruno Rosario Candelier

Otras acciones que ponen en duda y levantan sospechas justificadas son las llamadas “rendiciones de informes”, “organizadas” a su voluntad y sin detallar, ni discutir dichas “rendiciones” o informes sobre la “cosa” institucional, manejada a su placer y sin un procedimiento regulador verosímil o por lo menos exacto como prueba y concepto funcionalmente institucional.

Los mismos estatutos de la ADL se han modificado sorpresivamente para respaldar sus medidas autocráticas con la deliberada intención de excluir miembros, no “promoviéndolos” como se quiere “hacer ver”, sino suplantándolos, despojándolos de sus derechos, empujándolos de un sillón para introducir por lo bajo a otros miembros de su predilección, sumisos y sometidos a sus pasiones e intereses individuales. Esta es la cardinal que ha creado el director de la ADL que ahora, y por primera vez, quiere “aplicar” los llamados “Estatutos” en nuestra corporación, pero de manera parcial con su acostumbrada truculencia.

Inventándose una categoría de miembro sin definición, sin características claras, ni valor institucional, el director de la ADL se propone aplicar los nuevos “Estatutos” sin ser socializados, enviados a todos los miembros o por lo menos editados como separata para ser estudiados en detalle por los miembros de número de la ADL. ¿Sabe la membresía de la ADL  quién o quiénes redactaron y aprobaron dichos estatutos? ¿Por qué los mismos son desconocidos por la mayoría de los miembros de número, los miembros correspondientes nacionales y los miembros correspondientes extranjeros?

Recientemente hemos leído en el periódico digital Acento.com.do una información espantosa, una denuncia que representa un clamor de gran parte de la membresía de la ADL sobre el ambiente de incertidumbre, miedo y temor que gravita en dicha corporación, debido a las decisiones arbitrarias de un director que acusa a miembros prominentes de ser sus “enemigos” por el solo hecho de disentir de sus sospechosas prácticas y modos  de dirigir nuestra institución.

Utilizando modos autoritarios y dictados orientados a mantenerse en el puesto junto a cierto grupo hegemónico, el actual director ha creado un dispositivo persecutorio para sacar, suplantar y sustituir miembros que no son de su agrado e introducir preferiblemente miembros correspondientes y ampliar la oferta de elección siempre a su favor.

Este tipo de actitud ha generado muchos niveles de inconformidad dentro de muchos miembros de número y correspondientes que entienden debe haber un cambio y avanzar hacia nuevas propuestas institucionales, distintas o complementarias de las actuales. He leído con mucha sorpresa una publicación firmada por el señor Roberto Guzmán, un miembro correspondiente nacional que reside desde hace tiempo fuera del país, donde se emiten informaciones no del todo exactas que revelan, desde una perspectiva evidentemente parcializada, explicaciones que no obedecen a un conocimiento respaldado por la realidad que vive en estos momentos la ADL. Así lo muestran sus declaraciones incompletas sobre el funcionamiento interno de la ADL. El señor Guzmán no quiere disenso al interior de la ADL, pero le hace guiños al actual modo de “gobernanza” de nuestra corporación

Roberto Guzmán, miembro correspondiente de la ADL

El señor Roberto Guzmán aclara y corrige diciendo que “supernumerario” es aquel miembro “promovido”, no “degradado” como publicó el periódico Acento.com, pero no explica la pérdida de “voz y voto” de ese llamado “miembro supernumerario”. ¿Por cuál razón un miembro vitalicio debe ser puesto en retiro y sin reales derechos? ¿Por qué si la condición de miembro “supernumerario” es una promoción, se le desplaza entonces de su sillón de base y se le conculcan sus derechos? Una indeterminación formal y funcional incide negativamente en este “llamado” miembro supernumerario, por no asistir a reuniones, con, o sin razones, con, o sin excusas.

Queremos saber si ciertas personalidades que “casi nunca” asisten a los improcedentes y “caprichosos” horarios de reuniones, impuestos por el actual director de la ADL pagarán por sus faltas, siendo condenados, relegados y obligados a ser “supernumerarios”. Es importante destacar que la categoría de supernumerario no tiene antecedentes en nuestra ADL, que ningún miembro hasta hoy posee dicha categoría.

Las anomalías, incongruencias institucionales y los reiterados abusos de poder junto a decisiones desacertadas, propiciadas por la cabeza que dirige nuestra corporación, deben ser revisadas, corregidas, sustituidas por lo que espera gran parte de la membresía, desincentivada por el mal manejo de la entidad que, contrario a lo que leemos en las declaraciones del señor Roberto Guzmán, están creando un malestar desde hace años al interior mismo de nuestra ADL.

Un ejemplo de malestar generado en el núcleo de nuestra academia es el relativo a las publicaciones, todas dominadas por la figura del actual director y unos cuantos “adláteres”. Las tres publicaciones de diccionarios que menciona el señor Guzmán, que no son tres, sino cuatro, con el más reciente Diccionario de Mística, realizado y firmado completamente por Bruno Rosario Candelier, al igual que el deficiente y confuso Diccionario de símbolos, un ejemplo de equívoco lexicográfico, lleno de inadvertencias en cuanto a la práctica de selección y entradas, se debe a la acentuación del “brillo” individual y a un exacerbado individualismo ególatra en la confección de estos dos últimos diccionarios hechos “a la carrera”, sin equipo de consulta especializado, pero además sin referencias en cuanto a la confección de diccionarios de nuevo tipo y donde se confunde el término con el metatérmino, la metáfora con el símbolo, el símbolo con la creación religiosa y otros errores cometidos por falta de control y  lectura direccional.

Irene Pérez Guerra, Roberto Guzmán y Bruno Rosario Candelier en un acto de la Academia Dominicana de la Lengua

Pero todos los límites e indeterminaciones en la confección de los últimos dos diccionarios se debe al acaparamiento de funciones que provoca el irrespeto a la membresía, deseosa de colaborar y participar del trabajo en equipo, como debe ser.

De ahí la necesidad de provocar cambios en cuanto al comportamiento moral y ético cuando se quiere dirigir una institución creada para servir a su comunidad. ¿Cómo se explica el hecho de que una secretaria le solicite el voto a un miembro de número que ha sufrido una lesión o accidente de salud y aún estando postrado se le pida el voto a favor de un miembro para beneficiar al director, irrespetando el derecho a la tranquilidad de un miembro postrado debido a una enfermedad? Ese tipo de acción denota un violentamiento de la moral y la ética institucionales y debe, por lo mismo, corregirse como acto inadecuado en el seno mismo de nuestra academia, pues el mismo constituye un síntoma de abuso de poder y tráfico de influencias.

La ADL acoge en su seno a muchos intelectuales valiosos y que han descollado en el mapa literario de la República Dominicana y en los estudios lingüísticos locales e hispanoamericanos, pero no se les incluye en las actividades productoras o productivas de la institución. El llamado disenso en el seno de nuestra ADL surge como parte de una respuesta, debido al “provincianismo” culturalista, el culto a la persona o personalidad que se proyecta hacia la figura del director y sus oscuros aliados.