SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Desde la prehistoria los seres humanos hemos sentido la necesidad de plasmar imágenes en las paredes para fijar los recuerdos de vivencias significativas.
Las expresiones pictóricas en las rocas de las cuevas paleolíticas constituyen los primeros murales conocidos, a modo de registro de la experiencia.
Uno de los aspectos interesantes de los murales es que son manifestaciones culturales ubicadas fuera de la lógica del mercado.
Su producción está motivada por la vinculación emocional de los que participan en el proceso de creación de la obra. Por eso es una práctica emblemática de la cultura popular.
Se destacan en las calles de barrios populares de la ciudad de Santo Domingo murales con imágenes de personas fallecidas. La mayoría son jóvenes originarios de los barrios donde se realiza el mural.
Las historias de los difuntos rememorados en cada pintura son disímiles, al igual que los factores que intervienen en la creación de la obra. En general, los difuntos representados en los muros de la ciudad son producto de muertes que han generado un impacto en la comunidad.
Uno de esos eventos impactantes para la comunidad, fue la muerte de Juan Ramón (alias Momo), joven deportista fallecido en 2008 a causa de una enfermedad. Los jóvenes del barrio hicieron una recolecta para pintar su imagen en la cancha
El hecho de que la mayoría de los que protagonizan estas manifestaciones urbanas sean jóvenes, está relacionado a que su muerte es un choque emocional para los que de alguna manera le estuvieron relacionados en vida.
Para Elizabeth Jelin, teórica fundamental en el análisis de la construcción de la memoria en Latinoamérica, los acontecimientos traumáticos provocan puntos de ruptura en los relatos, lo que también se puede entender como huecos en la memoria.
Uno de esos eventos impactantes para la comunidad, fue la muerte de Juan Ramón (alias Momo), joven deportista fallecido en 2008 a causa de una enfermedad. Los jóvenes del barrio hicieron una recolecta para pintar su imagen en la cancha de baloncesto en la Calle Interior 7 del barrio Gualey.
La costumbre de realizar el mural en el espacio de intervención social del difunto también se manifiesta en el caso de Francis (alias Popó) chofer de la Ruta 17 de Los Guandules, en honor a quien sus compañeros de sindicato gestionaron un mural en el mismo control de carros públicos donde laboraba. Como ocurrió en la situación de Popó, el mural en honor a Gary, joven muerto en Villa María fue realizado durante el novenario de su muerte. De esta manera se evidencia como esta costumbre se torna parte del ritual de duelo.
Algunos de los murales son patrocinados por familiares y amigos cercanos del difunto, quienes pagan a alguien del barrio dedicado al oficio de pintar carteles e imágenes en exteriores de locales comerciales.
En este caso exponen en el espacio público sus propios recuerdos sobre el ser querido fallecido, para que sean vistos por los demás. Como en el caso de Fior, representada en un muro de Villa Consuelo. Sus hijos financiaron la pintura de la imagen de la señora, mientras que el espacio fue cedido por una vecina.
Se puede entender que en las comunidades se manifiesta la preocupación por el olvido porque el recuerdo es parte del sustento de la identidad como grupo.
La presentación de la memoria -o en otras palabras, de lo que la gente entiende que es importante recordar- en la calle, es también puesta en lo público de un discurso colectivo de quienes son y cual es su lugar en el mundo.
Como expresión de lo popular, los murales en honor a difuntos están cargados de símbolos del contexto social del barrio, aunque la intensidad de su poder representación cambie a medida que se transforme el imaginario colectivo barrial.
{Gallery dir=’Graffitti_071111′}
(*) La autora
Teresa María Guerrero Núñez es licenciada en Mercadotecnia, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Cursó una maestría en Comunicación y Cultura, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Asimismo, cursó un diplomado en Análisis Estadístico, en la Escuela Nacional de Estadística de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en colaboración con la Universidad de Barcelona y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
La joven intelectual dominicana colabora con la sección de cultura de Acento.co.do. Sus trabajos son publicados todos los lunes.
Religiosidad popular: El sistema de sustitución en el vudú dominicano
Música raíz, tambores de resistencia: impronta imperecedera de la identidad
Una lectura al merengue urbano: identidad y ritmo de la calle
Omisión del dolor: Esclavitud y relato histórico en el discurso de la dominicanidad
Interpelaciones de las juventudes a través del dembow-raggamuffin