El mundo de mi abuelo, y claro, el mundo de todos los abuelos de mi generación era manual, análogo, creíble, tangible e intenso. De emociones fuertes y héroes a seguir.  Para mi abuelo, Fermín Evangelista Arias el Campeón de la Bolita del Mundo, Jack Veneno conjugaba todo eso y mucho más.

Una contradicción para un hombre dedicado a salvar la salud de los demás, sobre todo, la salud de los más pobres de Santiago y sus comunidades, y su afición visceral por la lucha libre junto a su admiración casi devocional por su ídolo de multitudes, el recién fallecido Jack Veneno.

Mi abuelo era, aparte de farmacéutico, partero y curador de enfermedades mediante remedios caseros en las comunidades apartadas del centro de Santiago de los Caballeros.

El multitasking de mi abuelo no para ahí.  También fue compositor de boleros, trovador, y serenatero. Con vocación sana y picaresca a los chistes y las ocurrencias con tintes cibaeños y hablando con la i. Por cierto, espero que Santiago y el Cibao nunca dejen de hablar con la i por más invasión tecnológica y nuevos modismos por llegar.

Partían en su Chevrolet Impala verde limón artillado de su inseparable guitarra a gozar aquel universo de testosteronas a tres caídas, patadas voladoras y hombres por los aires

Don Fermín no escatimaba esfuerzos para salir de Santiago a las 6 de la mañana y estar en la capital a tiempo antes del inicio de la cartelera en el Eugenio y gozarse la cartelera de lucha libre promocionada por la empresa Dominicana de Espectáculos que dirigía el luchador retirado Arcadio Disla Brito (Vampiro Cao).

Partían en su Chevrolet Impala verde limón artillado de su inseparable guitarra a gozar aquel universo de testosteronas a tres caídas, patadas voladoras y hombres por los aires. Más la excitación del público coreando a sus héroes y “odiando” a los villanos.

Llegaba al mediodía del sábado a la capital, a nuestra casa en el Mirador. Almorzaba y luego guitarra en mano tatareaba sus boleros o nos hacía reír con cualquier concurrencia. Siempre de buen ánimo. Mucho carisma y don de gente. No era buen mozo.  Era largo y delgado, sin embargo, el hombre generaba simpatías y adhesiones en el sector femenino. O sea, tenía labia entre bolero y bolero y aquella sonrisa como de que la cosa no era con él.

Ya a las 5 de la tarde, a lo que vinimos, rumbo al Eugenio María Hostos. No sé cómo siempre se las arreglaba para estar siempre en primera fila. Mucha suerte ¿no?

Nunca lo acompañé Para esa época, finales de los 70s, Jack Veneno no era mi super héroe.

Solo era un atleta   barbudo vestido con malla de luchador y con la frente llena de cicatrices que alzaba a sus enemigos y los lanzaba como cohetes de sobrepeso, quejidos fingidos y sudor espeso a la lona del Eugenio María de Hostos.

Por más lona que sea, caer de nalgas desde las alturas debe doler muchísimo, aunque las técnicas y los trucos amortiguaban mayores efectos a sus organismos.

Jack Veneno.

Más que las carteleras y las patadas voladoras y los hombres por los aires y Jack Veneno golpeándose el pecho como Tarzán, el Rey de los Monos, tras cada triunfo de rutina, más que eso, me llamaba la atención la tanda de anuncios y los locutores que promovían el suplemento alimenticio marca país Forty Malt con la envoltura del barbudo y su cinturón de campeón y los famosos salchichones Induveca. Toda una escena de teatro burlesco “La Tertulia Induveca" patrocinada por la empresa de embutidos vegana. El panel de comentarios a cargo de Alberto Tamarez y Silvio Paulino eran para mí, y me perdonan, similar a un cuadro de comedias. Las entrevistas eran exageradas y tragicómicas. De repente, aparecía otro luchador de la cuadra enemiga a darle un cocotazo frente a las cámaras, todo en plan relajo, pero en serio.

Gracias, abuelo, por los momentos compartidos, la bicicleta aro 26 gomas banda blanca y flecos de colores en los dos manubrios, mi primera y única bicicleta. Y gracias por tu devoción a Jack Veneno al punto de que alguna vez obligaste a tu chofer tomar una vía contraria para poder llegar a tiempo al Eugenio.

Gracias a ti, Rafael Sánchez, el hijo de Doña Tatica, por hacer feliz al abuelo Arias Evangelista y a tantos dominicanos. No eras mi super héroe, pero de pasada de vez en cuando me sentaba a ver tus afanes por la televisión. Gracias por todo, Campeón de la Bolita del Mundo.