XXI
Un día, Álvarez Renta llegó a la embajada diciendo que había encontrado la vivienda ideal: un hotel particulier de mil metros cuadrados en pleno barrio de Saint Germain des Près. El mismo contaba con cuatro plantas, por lo cual podía albergar ampliamente los apartamentos privados del Embajador, la Embajada y, eventualmente, el Consulado y la Oficina de Turismo de la República Dominicana.
El Cancelado no se atrevía a preguntar por el precio del alquiler, pero no pudo resistir la tentación. “Veinte mil euros al mes” . Es decir, más de un millón de pesos mensuales. Pero no sólo eso. El dueño del inmueble, sabía que muchas embajadas, protegidas por los privilegios e inmunidades que les garantiza la Convención de Viena, pueden impunemente dejar de pagar sus alquileres sin que los propietarios o incluso el estado receptor puedan hacer nada al respecto.
Fue por eso que Álvarez Renta, viendo que el hombre estaba chivo en alquilar su hotel a una embajada de un país del tercer mundo, le ofreció una garantía equivalente a un año de alquiler: Doscientos cuarenta mil euros. Casi catorce millones de pesos. Esta millonada saldría de los bolsillos de Álvarez Renta. Aquel proyecto le pareció descabellado. Razón por la cual no pudo evitar expresar al Embajador sus reservas. « Embajador, su presupuesto puede sin dudas permitirle un tal precio pero ¿qué pasará cuando usted deje el cargo? ¿De donde sacará su sucesor el dinero para pagar el alquiler? » Después de todo, un mes de alquiler en dicho palacete equivalía a la dotación íntegra que recibía la embajada anualmente. «Ese no es mi problema» le respondió Álvarez Renta.
El Cancelado no se detendrá a analizar los hechos que llevaron a Álvarez Renta a Najayo. En primer lugar, porque está poco documentado sobre los mismos y en segundo lugar – sobre todo – porque sobre el caso BANINTER pesa la autoridad de la cosa juzgada.
El Cancelado agregará, sin embargo que, al igual que el resto del personal de la Embajada, siempre se sintió satisfecho del trato correcto que recibió de Álvarez Renta. Se trataba sin lugar a dudas, de un hombre educado e inteligente – aunque quizás no dedicó su inteligencia a los mejores fines. En cuanto a su tendencia a la pompa y al despilfarro, El Cancelado tiene la impresión de que de alguna manera compensaba quién sabe qué inseguridades secretas. Pero este rasgo no le era exclusivo, este rasgo caracteriza a un número creciente de dominicanos, incluyendo, lamentablemente a los políticos: Juan Bosch fue. Sus « discípulos » se limitan a aparentar y a tener.
El Cancelado piensa, precisamente, que la suplantación del esencia por el parecer y el tener explica en gran parte los males de la República Dominicana. Pero estas algunas consideraciones quizás ameriten ser desarrolladas en otro lugar y en otro momento.
El Cancelado ya no recuerda si fue la destitución de Álvarez Renta o la reticencia del propietario del hotel particulier lo que dio al traste con estos absurdos planes. En todo caso, el traslado no se dio y El Cancelado se sintió aliviado, pues el Estado dominicano hubiera tenido que asumir este pesado compromiso.
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