El presidente Rafael L. Trujillo se concentró, en sus primeros dos períodos de gobierno (1930-1934 y 1934-1938), en la formación de la estructura político-administrativa y en la eliminación de las personalidades y sectores remanentes de los considerados enemigos: en ese afán, resultaron llamativas las actividades de las bandas de asesinos y sicarios, los agrupamientos paramilitares, la destrucción de las organizaciones partidarias y la formación de un partido único de tinte personalista, que se  integró de inmediato a la plataforma del Estado.

 

En esos años, grupos militares y civiles organizaron conspiraciones que tuvieron como objetivos evitar la consolidación del régimen dictatorial, mientras que desde Haití y Cuba se fraguaban expediciones de exiliados para derrocar el gobierno: levantamiento de Desiderio Arias (1931), movimiento de oficiales del ejército para derrocar a Trujillo (1933); intento de expedición  del Mariel, desde Cuba (1934); complot de Santiago para dar muerte a Trujillo (1934), y la conspiración para poner fin a su mandato en Santo Domingo (1935). Todos esos planes se calcularon en el marco de la lucha anti reeleccionista; pero fracasaron, con un elevado costo en muertos, prisioneros y exiliados.

Trujillo impuso su proyecto dictatorial a “sangre y fuego”, tal y como lo señala Juan José Ayuso, periodista-historiador recientemente fallecido: “El proceso sociopolítico y económico que inició en agosto de 1930 y culminó 31 años después presenta una larga lista de persecuciones, asesinatos, encarcelamientos, deportaciones, despojos y extorsiones como resumen de un régimen que no contó nunca con la aceptación espontánea y voluntaria de la mayoría ni de la minoría de los dominicanos”. (1) En ese proceso de imposición de la dictadura, las fuerzas paramilitares concentradas en las Milicias de San Cristóbal y la Reserva cívica que se organizaron por mandato del régimen, tuvieron un papel importante a la hora de la represión y de sembrar el miedo en la población.

La dictadura: un proyecto fascista?

El interés de Trujillo en perpetuarse como primer mandatario de la nación se dio en el momento en que Benito Mussolini  imponía  el fascismo  en Italia, lo que tuvo su repercusión en naciones de Europa y América, entre ellas República Dominicana.

En 1928 el Partido Fascista se formó  en Santo Domingo y abrió local en la calle Separación (El Conde). Estaba integrado por intelectuales y comerciantes italianos residentes en el país y personalidades dominicanas que simpatizaban con ese proyecto,  entre las que sobresalían el arzobispo Alejandro A. Nouel, quien bendijo el local y la bandera de esa organización,(2) y Rafael Estrella Ureña, que participó como uno de los principales líderes del movimiento armado que, auspiciado por Trujillo, derrocó al presidente Horacio Vásquez en febrero de 1930. Nouel fue el principal de la Iglesia Católica, mientras que Estrella Ureña llegó a ocupar la presidencia provisional en los primeros meses de 1930;  además, fue vicepresidente de la República junto a Trujillo, desde el 16 de agosto de 1930 hasta finales de agosto de 1931, cuando se vio obligado a exiliarse en el extranjero. 

De la presencia de las ideas fascistas en Santo Domingo y de las relaciones mantenidas con sectores del referido partido, debió recibir el mandatario la influencia de aquel movimiento totalitario. De acuerdo al historiador Bernardo Vega, Trujillo simpatizaba con “las ideologías totalitarias vigentes en la Europa de los años 30”.(3)

Esa tendencia de gobierno, el mandatario la expresó a través de la represión y el miedo; propiciando la destrucción de las agrupaciones  políticas como forma de favorecer  la existencia de un partido único y personalista conocido como  Partido Dominicano. La estructura partidaria, propiedad del dictador, se integró temprano al Estado y utilizó los medios de prensa, las escuelas públicas y la Universidad como instrumentos para el adiestramiento ideológico centrado en la figura del mandatario y en el ultranacionalismo. 

En el largo período de existencia de aquel régimen, que se prolongó por tres décadas, la población terminó aceptando a regañadientes la figura y personalidad del dictador, promovido falsamente por los intelectuales como el redentor del pueblo y el constructor de la nación dominicana.

Guardando la distancia con la experiencia del fascismo italiano y la forma en que se expresó en otros países, tal y como lo expresa Ignacio Montes de Oca en referencia a la Argentina en su escrito “Como el fascismo contaminó la cultura argentina”, se podría tomar su texto para decir que Trujillo se impuso a través de la “persecución a los opositores, el control de la prensa disidente, un esquema verticalista de poder regido por un partido único encabezado por un líder infalible y la obsesión por adoctrinar a las multitudes desde la niñez hasta la tumba”.(4) En el caso dominicano pareció repetirse esa práctica, y fue significativo para el adiestramiento ideológico la  utilización de la “Cartilla cívica” , la “Cartilla campesina”, la “Cartilla para el servicio doméstico”, y otras “cartillas” publicadas y promovidas con los mismos fines.

Las Milicias de San Cristóbal  

Desde mucho antes del advenimiento del sigo XX en el país existía, como parte de las fuerzas militares de la República, un cuerpo periférico armado que actuaba con el nombre de “la Reserva”, y aunque posterior a la ocupación militar americana de 1916 esa unidad siguió siendo una estructura orgánicamente vinculada al Ejército, esta no guardó relación directa con el experimento trujillista de encuadrar a una parte de la población en un “mecanismo civil”, con funciones propias del aparato militar. Desde el primer período de gobierno (1930-1934), ese aparato se conoció como las “Milicias de San Cristóbal”. Posteriormente estas ampliaron su campo de acción y organización y se conocieron con el nombre de  “Reserva Cívica”.

Al parecer, los primeros pasos para la organización de la estructura cívico-militar, se dieron en las semanas inmediatas a la juramentación de Trujillo, en los días del ciclón de San Zenón, cuando el presidente autorizó a José Pimentel Deschamps, mayor del ejército nacional con influencia en la provincia de San Cristóbal, a tomar “medidas de prevención para sí el caso lo requiriese” para aplastar cualquier intento de rebelión.

Más tarde, en 1933, ese oficial dejó formada de manera formal las “Milicias de San Cristóbal”,(5) y también quedaron organizadas  milicias similares en las provincias de Puerto Plata y San Pedro de Macorís; además, dice Alonso Rodríguez Demorizi que el general José Estrella en la provincia de Santiago, tuvo organizando milicias iguales y con el mismo propósito, pero que a los miembros de estas nunca se les dio armas de guerra.(6) Para ese fin, los responsables del proyecto paramilitar  copiaron la “misma estructura y patrón del Ejercito” de modos, que en poco tiempo estuvieron en capacidad de apoyar al gobierno en casos de conflictos internos y externos.(7) Con el paso del tiempo, aproximadamente para 1935, esos agrupamientos pasaron a ser conocidos como la “Reserva Cívica”.

Como lo expresa  Nelson Moreno Ceballos, en “Represión y crímenes”,  la “reserva” tuvo su origen  tiempo después de ser descubierta la conspiración del coronel Leoncio Blanco, cuando “Trujillo decidió crear un grupo paramilitar organizado al estilo militar, pero integrado por civiles (…). Constituyó un cuerpo disciplinado y entrenado, que algunos estiman llegó a tener entre tres y cuatro mil hombres”.(8) Con el tiempo, y hasta 1937 esta agrupación llegó a contar hasta con doce mil miembros. 

El 31 de marzo de 1936, Manuel E. Perelló escribió un artículo en el Listín Diario en el que  explicó los cambios alcanzados por la “Reserva”, que no era ya un “cuerpo más al servicio del Estado—dice él—sino una agrupación en proceso de militarización formada por individuos voluntarios, jóvenes y fuertes, amigos sinceros del Generalísimo Trujillo Molina, dispuestos todos y en todo momento a ofrendar en la defensa de su persona e intereses políticos, que representan los intereses de la patria misma, hasta la última gota de la sangre”.(9)

Ese cuerpo, que también se insinuó estaba destinado a apoyar al gobierno en el campo de los conflictos internacionales, estaba en capacidad—sigue diciendo Perelló—de convocar a las armas, a favor de Trujillo, por orden del mandatario, a seis mil reservistas en el término de cuarenta y ocho horas, “preparados debidamente para ser asignados al ejército regular de la Republica si fuere necesario”.(10)

La jefatura de la Reserva Cívica

El principal jefe militar organizador de la “Reserva Cívica” lo fue el mayor del Ejército José Pimentel Deschamps, un “hombre de color, de cara pequeña, facciones finas y algo enjuto de hombros”.(11) Residente en San Cristóbal, llamada a partir de 1932 con el nombre de “Provincia Trujillo”, el cabecilla del referido cuerpo tenía fama de ser un hombre valiente y leal al mandatario, con el que estaba relacionado desde los tiempos de la ocupación militar norteamericana (1916-1924). Siendo miembro de la Guardia Republicana, a Pimentel se le vinculaba con la muerte de Olivorio Mateo (Papá Liborio) en junio de 1922. (12)

Posterior a la desocupación militar, el militar formó parte de la Policía Nacional Dominicana al servicio de Trujillo, y durante los primeros meses de la dictadura se destacó como uno de los principales soportes del presidente en la zona de San Cristóbal. Años después, en su condición de oficial del Ejército, ocupó la jefatura de la tenebrosa Penitenciaria Nacional de Nigua, cargo que desempeñó  al tiempo que atendía la organización y adiestramiento de los miembros de la Reserva.

En 1936, según lo refiere Manuel E. Perelló, en el artículo citado, el mayor José Pimentel era además gobernador de la Provincia Trujillo.(13) Junto a él también se destacaron en la “Reserva Cívica”, en el caso de San Cristóbal,  varios oficiales del Ejército que luego llegaron a ocupar importantes posiciones de mando dentro de las Fuerzas Armadas, entre ellos: Joaquín Méndez Lara, Juan Esteban Pérez Guillen y Anselmo Pilarte.(14)

Las Milicias Cívicas en desfiles de 1934 

En 1934, luego del descubrimiento de conspiraciones dentro del Ejército y de los planes para dar muerte a Trujillo fraguados por jóvenes de la ciudad de Santiago, el gobierno puso especial énfasis en mostrar su poderío militar, lo que hizo a través de la movilización del aparato militar que lo sustentaba y de las milicias civiles que estaban en proceso de formación. Desde antes, el dictador había organizado aparatosos desfiles militares en la ciudad de Santo Domingo, que eran replicados en las principales provincias y contaban con su presencia, tal y como aconteció el 16 de agosto de 1934, fecha de juramentación para su nuevo período de gobierno.

En esa ocasión, de acuerdo con la revista Alma Dominicana, el desfile militar que tuvo lugar en el área que servía de adiestramiento del Ejercito, en el aeródromo de Miraflores, a las afueras de la ciudad de Santo Domingo. Por esa razón la parada militar se promovió  como “la Revista Militar de Miraflores”. En ella  participaron, además de los miembros del Ejército,  las “Milicias de San Cristóbal”, llamando la atención de los presentes, siendo dirigidas por el “capitán Pimentel, su organizador y jefe”.(15) Además de las referidas milicias, en esa demostración tomaron parte grupos similares provenientes de Puerto Plata y San Pedro de Macorís.

En ese mismo año, en la mañana del 4 de diciembre, el presidente reelecto realizó otra impresionante revista militar en el mismo lugar de Miraflores en que participaron más de tres mil miembros del Ejército y contó con las presencias de las referidas milicias. Con esta ceremonia militar Trujillo dio inicio a un recorrido por las principales ciudades del país acompañado de las tropas, pues buscaba apaciguar los ánimos anti reeleccionistas. Para tal efecto, los soldados desfilaron hasta el puerto de la ciudad y se embarcaron en el transporte de guerra “Presidente Trujillo”, y en los vapores “Cuba” y Klaus Horn”, “fletados para el efecto”.(16)

Llama la atención y remite a lo que estaba aconteciendo con el fascismo italiano, que en el desfile fue visible y “muy celebrado”, una demostración estudiantil de la escuela Chile, con la presencia de unos doscientos adolescentes, que “se estacionaron a una adecuada distancia en tono militar, lo que fue muy celebrado por la concurrencia a este acto. Ellos también, los escolares—narra el Listín Diario—tributaron, militarmente, sus honores al Generalísimo”.(17)  En otra ocasión, aunque no se precisa la fecha–cuenta el abogado Mario Read Vittini—quien fue testigo del hecho)—en una localidad de San Cristóbal llamada “Loma de los Nova”, miembros del Ejército y de la Reserva Cívica tomaron parte en maniobras militares y contaron con la presencia de Trujillo. En esa práctica hubo cañonazos y un fuerte tiroteo que tomó a la población desprevenida”.(18)

Años más tarde, el 19 de marzo de 1936, se realizó una nueva parada similar en la Provincia Trujillo, pero esa vez tuvo lugar en Sabana Grande de Palenque. 

La Reserva en Sabana Grande de Palenque

El 21 de marzo de 1936 el Partido Dominicano dio inicio a la campana electoral para la reelección de Trujillo. Dos días antes, el 19 de marzo, el gobierno organizó en la comunidad de Sabana Grande de Palenque, perteneciente a la Provincia Trujillo (San Cristóbal), una demostración de fuerza con la que el dictador sustentaba sus nuevas aspiraciones. Las maniobras de Palenque, dice el Listín Diario, manifestaron “la fecunda estabilidad de las instituciones civiles”.(19)

La referida crónica periodística, redactada en un texto cargado de loas al dictador,  describe los detalles que acompañaron las maniobras militares, que incluyeron la participación de la Reserva Cívica. Para ese evento, los soldados y los reservistas se concentraron en el lugar desde el atardecer del día 18. En la mañana del 19 de marzo el mandatario se presentó a bordo del vapor “Presidente Trujillo”, acompañado de la plana mayor del Ejército y de unos tres mil miembros de  esa institución armada, además de diez mil reservistas. En las maniobras actuaron combinados los integrantes de la Reserva con los militares del gobierno.

El Listín se ocupó de destacar la participación de las fuerzas paramilitares presentes en el desarrollo del  programa, con las siguientes palabras:

“Un esfuerzo supremo, una nota que dice muy alto de la organización de las fuerzas cívicas, que se nos antojan reservas militares, por la precisión de sus movimientos, por su espíritu lleno de entusiasmo militares y más que todo, por la dignidad de su obediencia, fue el haber concentrado en cinco horas, no menos de ocho mil hombres de los catorce mil que concurrieron. (…). Las fuerzas cívicas en cuya organización tiene la parte más activa y más útil el Mayor José Pimentel consta de ocho regimientos, cada uno de los cuales tiene una denominación gloriosas”. Los integrantes de la Reserva, en su mayoría “hombres de trabajo agricultores”, procedían de las comunidades de San Cristóbal, Bani y Villa Altagracia, principalmente.(20)

Otra crónica, también aparecida en el citado periódico, relató los pormenores del simulacro de combate efectuado como parte de la demostración militar:

“Tres mil soldados del Ejército y diez mil hombres de la Reserva Civil” cumplimentaron “el soberbio programa de los ejercicios ya previamente establecidos”, mientras el mandatario al lomo de su elegante “Favorito”, acompañado de su hermano el General de Brigada y Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, Aníbal Julio Trujillo Molina, hacía acto de presencia  “seguido de altos oficiales del mismo cuerpo”.(21)  Para ese evento y con el fin de recibir al presidente de la República, en el lugar escogido fueron formadas dos columnas integradas por los reservistas, quienes divididos en pelotones se alinearon a los lados del camino. Todo el aparataje a que obligaba la presencia del mandatario, estuvo amenizado por la banda de música del Ejército, mientras se escuchaban las explosiones producidas por las salvas de 21 cañonazos.(22)  

El éxito alcanzado por la oficialidad que participó en el simulacro fue tal, que  los oficiales del ejército que dirigieron la actividades recibieron “honrados por el generalísimo” la orden del Mérito Militar. El mayor José Pimentel, además de recibir la citada orden del mérito, fue ascendido a teniente coronel honorario del Ejercito Nacional.(23)

“Los diez mil de Trujillo”

Con el título de “Los diez mil de Trujillo”, el poeta Ricardo R. Pérez Alfonsea, que hasta 1936 había permanecido en el extranjero y tenido como “desafecto”,  publicó en la Revista Militar varios poemas dedicados a Trujillo y a la parada cívico-militar celebrada en Sabana Grande de Palenque. En el escrito introductorio se puede leer: “Los marinos desfilan como albor de las olas maternas que al acero se aferran del buque guardián de su honra. Tras ellos, como una sucesión de horizontes en marcha, la reserva desfila, con sus rifles que el sol abrillanta. (…). Y allí está el Presidente, contemplando el desfile radioso, que sus ojos coronan con un doble fulgor de victoria”.(24)

El final de  la Reserva Cívica

Para Mario Read Vittini, sancristobalence que por un tiempo sirvió a Trujillo, el final de la Reserva cívica tuvo relación con los celos del mandatario provocado por la popularidad del mayor José Pimentel Deschamps, alcanzada entre los miembros paramilitares integrantes de la Reserva. Sin embargo, el citado oficial era tenido como una persona totalmente fiel y leal que “nunca tuvo una aspiración de sustituir a Trujillo”.(25)

Cuenta el abogado de San Cristóbal, fallecido en el 2010, que el final de la Reserva tuvo lugar en marzo de 1936, cuando se efectuaron las maniobras militares en Sabana Grande de Palenque. En esa ocasión, dice Read Vittini, “al pasar el Mayor Pimentel frente a la tribuna en donde estaban Trujillo y sus hermanos Virgilio y Aníbal y detenerse a rendir homenaje a Trujillo desde su brioso caballo manchado, la Reserva comenzó a gritar “viva Pimentel, Viva Pimentel”. Me contaron que Virgilio le dio con el codo en el costado a Trujillo y le dijo sugestivamente: “Mira al negro…!” ¡Sigue confiando en ese moreno y un día te dará un susto grande..!” (26)

“Huelga decir que hasta allí llegó La Reserva. Inmediatamente fue disuelta y su comandante, el Mayor Pimentel fue designado Gobernador Civil de Azua. Muchos de los reservistas fueron asimilados al Ejercito en calidad de “conscriptos” y recuerdo que cobraban un magro salario de once pesos con veinticinco centavos mensuales”.(27)   

En los años cuarenta, la dictadura recobró la experiencia de la Reserva, y formalizó dentro de las Fuerzas Armadas una instancia donde ingresaron muchos de los reservistas. Para 1947 todos los ciudadanos mayores de treinta y cinco y menores de cincuenta y cinco años, pasaron a formar parte de lo que se denominó  la “Reserva Militar Especial”.

Mucho más tarde, en 1959, cuando las expediciones anti trujillistas de Junio llegaron al territorio dominicano, el gobierno intentó repetir la experiencia de los años treinta, haciendo organizar milicias cívico-militares en la zona de Maimón, luego que algunos allegados al gobierno recomendaron “crear una milicia que se encargara de vigilar las costas hasta Maimón”,(28) pero esto no pasó de ser una simple intención relacionada con la coyuntura que se estaba viviendo en esos días. Sin embargo, se tiene conocimiento de que grupos de campesinos, contando con el beneplácito de las autoridades, actuaron en las zonas  de Constanza, Maimón y Estero Hondo donde apresaron, y utilizando armas blancas, asesinaron a varios de los expedicionarios.

Posterior a la existencia de las Milicias de San Cristóbal y a las milicias de la Reserva Cívica, el régimen de Trujillo no descartó del todo la existencia de esos mecanismos paramilitares, solo que le dio nueva forma a través de las Reservas de las Fuerzas Armadas integradas por los “veteranos” y por los que luego se adiestraron en el Servicio Militar Obligatorio; pero de eso hablaremos en otros artículos de la presente serie: “Los mecanismos de Trujillo para la represión política”.

(Notas Bibliográficas:     (1) Juan José Ayuso, Lucha contra Trujillo 1930-1961, Santo Domingo, Letra Gráfica, 2010, p. 9; (2) Véase a Bernardo Vega, Nazismo, fascismo y falangismo en la República Dominicana. Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1985,  p. 6 y también: tesis Alejandro Paulino Ramos y otros, Análisis socio-histórico y premisa de la ascensión de Trujillo al poder. Santo Domingo, UASD, 1980, p.340; (3) Bernardo Vega, ob. cit., p 35; (4) Véase a Ignacio Montes de Oca, “Cómo el fascismo contaminó la cultura política argentina”. Julio 2018, Infobae.com; (5) Véase la revista Alma Dominicana, No.1, agosto 1936 y a Mario Read Vittini, Trujillo de cerca.  Santo Domingo, Editora San Rafael, 2007, p. 109; (6) Alonso Rodríguez Demoriz, Drama de Trujillo. Santo Domingo, AGN, 2012,  p.426; (7) Read Vittini, ob. cit., p. 109; (8) Nelson Moreno Ceballos, “Represión y crímenes”. En: Historia del pueblo dominicano. Vol. 5, Santo Domingo, ADH, 2015, p. 606; (9) Manuel E. Perelló “La Reserva Cívica, lo que es”. Listín Diario, del 31 de marzo de 1936; (10) Ob. cit.; (11)  Juan Isidro Jimenes Grullón, Una Gestapo en América. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2003, p.88; (12) Edgar Valenzuela, Perlas de la pluma de los Garridos. Santo Domingo, AGN, 2009, p. 96; (13) Manuel E. Perelló, ob. cit.; (14) Read Vittini, ob. cit., p. 110; (15) (Revista Alma Dominicana,  Año II, No. 16, agosto de 1934;  (16) Listín Diario, 4 de diciembre 1934; (17) Listín Diario, 5 de diciembre 1934; (18) Read Vittini, ob. cit., p. 109; (19) Listín Diario, 20 de marzo 1936; (20) Ob. cit; (21) Ob. cit.; (22) Ob. cit.; véase también  Por Ml. E. Perelló, ob. cit.; (23) Gaceta Oficial, No. 4891 del 1 de abril de 1936.  Véase también Revista Militar, ob. cit.; (24) Ob. cit.; (25) Read Vittini, ob. cit., p. 109; (26) (Ob. cit., p. 110; (27) Ob. cit.; (28) Alonso Rodríguez Demorizi, ob. cit., p. 426).