(Dedicado a Lipe Collado, el periodista dominicano, fallecido en 2016, que más tiempo y esfuerzo dedicó a la investigación y estudio del Foro Público en la Era de Trujillo)
“El Foro Público fue una sección del diario El Caribe destinada a recibir las opiniones de los lectores. Sin embargo, Trujillo la convirtió en el más sofisticado sistema de tortura moral jamás imaginado”.[1] Con esas palabras describió el abogado Mario Read Vittini el efecto logrado sobre la sociedad dominicana, con la insidiosa sección del periódico propiedad del dictador, publicada en el período 1948-1961.
Por igual, apunta Read Vittini—quien fue funcionario al servicio del gobierno trujillista, además de víctima de ese instrumento difamador—, que esa sección se impuso como “una picota política y moral con la que se torturó sin misericordia al pueblo dominicano”, mientras que el periodista Lipe Collado—el investigador que más ha profundizado sobre el Foro Público en la Era de Trujillo (2000)—la define como “un canal de vejaciones, denuncias, acusaciones, “informaciones”, opiniones, “revelaciones”, “exhortaciones contenidas en las miles de cartas hechas llegar a la redacción del periódico en las que se destacaba la difamación, injuria, provocación, agitación y chismografía (…) de la más barata y hasta de la más cara”.[2]
El Foro, la prensa y la persecución política
Durante la dictadura de Trujillo (1930-1961), fueron múltiples los mecanismos de control de la sociedad, en especial los utilizados con fines de persecución contra los considerados enemigos o desafectos. Con ese fin, se organizaron pandillas de delincuentes, bandas paramilitares, organismos de espionaje, así como la utilización del Estado para limitar derechos ciudadanos y doblegar la voluntad y conciencia de la población.
Además de los centros de torturas, la destrucción de las organizaciones políticas y la instauración de un partido único llamado Partido Dominicano, la dictadura se concentró—especialmente a partir de 1947 cuando finalizó el falso simulacro de “apertura democrática” con que el mandatario quiso limpiar su imagen negativa—, en la formación de estructuras que le permitieran penetrar de manera casi personal en la vida de cada ciudadano sin importar condiciones económicas, políticas, sociales, partidarias, de género, profesional o religiosa. Esa finalidad se hizo cotidiana a través de diversos mecanismos, entre ellos el de la sección “Foro Público: cartas a El Caribe”, bajo control directo del presidente y oficinas con asientos en el Palacio Nacional.
La aparición de la referida sección periodística coincidió con el incremento de la persecución política a partir de 1948, lo que dio paso al incremento de la violación domiciliaria y de la intimidad de la familia, lo que se facilitaba a través del manejo de Trujillo sobre los diarios que circulaban en la ciudad capital: el vespertino La Nación y el matutino El Caribe; vinculados al mandatario. En el diario mañanero aparecía de manera regular la sección que se conoció como Foro Público.
Los periódicos de Trujillo
De las decenas de medios informativos conocidos en la historia de la prensa dominicana, al Listín Diario se le tiene como el de mayor duración. Circuló desde el 1 de agosto de 1889 hasta el 15 de junio de 1942, cuando presionado por la dictadura suspendió su salida. En 1963, posterior a la muerte de Trujillo, reinició la circulación hasta el día de hoy.
En los años cuarenta La Opinión también cerró debido al interés gubernamental. Este matutino primero apareció como revista el 25 de noviembre de 1922 y en 1927, el 10 de enero, se transformó en periódico diario y desapareció en 1948. Un tercer periódico de carácter regional, lo fue el diario La Información. Circuló desde el 16 de noviembre de 1915, pero acogido a la política de la dictadura no tuvo mayores dificultades para su circulación y se mantiene todavía como el más importante de la ciudad de Santiago y de toda la región del Cibao.
Coincidiendo con la desaparición del Listín Diario y de La Opinión, surgieron los periódicos La Nación el 19 de febrero de 1940 y El Caribe el 14 de abril de 1948. Ambos propiedad del dictador; el primero de tono moderado dirigido a los intelectuales y a los problemas obreros, y el segundo dirigido a la clase media liberal.[3]
De los periódicos del tirano, el segundo se destacó en la adulación a su figura y se entendió como vocero de los intereses personales y gubernamentales del mandatario; pero en especial, se hizo muy leído por los vínculos con el gobierno y por la sección de cartas que dirigidas a la redacción, eran redactadas en su mayoría en oficinas del palacio presidencial y que, tal y como lo apunta Jesús de Galíndez en su libro La Era de Trujillo (1956), “eran en realidad aldabonazos oficiosos dados desde la Presidencia para avisar a los dudosos o castigar a los caídos”.[4]
“Cartas a El Caribe” como antecedente del “Foro”
El Caribe apareció por primera vez en abril de 1948, pero la columna que se popularizó bajo el nombre de Foro Público no salió de inmediato. Antes, el día 18, en el diario comenzó a ser publicada la sección “Cartas a El Caribe” y se reprodujo una firmada por el periodista Freddy Gatón Arce con el título de “Writing with candor” (Escribiendo con franqueza), en la que se destaca la labor del periodista norteamericano Stanley Ross en la dirección del matutino, quien, a decir del periodista dominicano, había “establecido una ideología mercurial para El Caribe”.
En la misiva hecha llegar a la redacción de El Caribe, Gatón Arce recomendó proyectar hacia la población una política informativa apropiada, que le sirviera informaciones sin comentarios, “a fin de que cada lector extraiga por sí mismo las conclusiones”.[5] La segunda epístola publicada en la sección apareció el 20 de abril, firmada por Miguel A. Nadal y referida al tema de la “Comisión Hípica Nacional” y su presidente Vicente Tolentino Rojas.
Posterior a la publicación de esas y otras cartas de poca trascendencia, el periódico se mantuvo publicando epístolas relacionadas con el cantante puertorriqueño Bobby Capó y la reclamación hecha por la señora Trinidad Filomena, de que ella era la verdadera madre del cantante; pero pronto la correspondencia llegada a El Caribe abordó temas tenidos como denuncias públicas de poco valor, que posteriormente resultaron en “revelaciones” que servían a los fines políticos y hasta económicos de Trujillo.[6]
Desde antes de que la columna comenzara a llamarse Foro Público, se había iniciado la práctica de que las personas mencionadas en ella respondieran por la misma vía tratando de aclarar las opiniones aparecidas en el medio de prensa. Por ejemplo, el 24 de abril de 1948 se publicó una relacionada con la llegada al país de la imagen de la Virgen de Fátima. En esa ocasión, el sacerdote Juan José Bona escribió lamentándose de que el diario dijera que en el país se desconocía el culto y devoción a Fátima, a lo que la redacción respondió que ellos habían recibido la información de parte del Arzobispado de Santo Domingo.
La correspondencia siguió publicándose en la columna Cartas a El Caribe hasta el 16 de mayo, siendo las últimas las enviadas por Carlos A. Pérez en referencia al tema de la maternidad reclamada sobre Bobby Capó y la que fue reproducida haciendo referencia a otra que antes había enviado el doctor Ramón Pina Acevedo, relacionada con un caso judicial en que participaba como abogado. Llama la atención de que el último día en que apareció Cartas a El Caribe, se publicara una firmada por un tal Lubilolp, con la que posiblemente se daba inicio al uso de seudónimo en el Foro Público.
Surgimiento del Foro Público.
Fue el 17 de mayo de 1948 cuando la columna periodística comenzó a cambiar de nombre: en esa fecha Cartas a El Caribe pasó a llamarse Cartas a El Caribe: Foro Público. Las misivas de ese día, todas trataron el tema del cantante Bobby Capó y en una de ellas se hace un llamado a la auto presumida madre para que no desmayara “en su pretensión; que Bobby será compasivo con ella, tal lo demuestra; y sus inefables tristezas quedaran anonadadas por él, ya que esto no le restara nada del amor que tiene a su adorada Arsenia”.[7] Un día después, el 18 de mayo, la columna cambió otra vez de nombre y comenzó a ser publicada de manera definitiva, como Foro Público: Cartas a El Caribe.
El “Foro Público: Cartas a El Caribe”
La temible sección de El Caribe, que Juan Bosch relacionó con un “verdadero pozo de inmundicias basado en la calumnia periodística”,[8] en la que se insertaba hasta “las relaciones amorosas ilícitas o legales de los funcionarios del gobierno y de las personalidades de la vida económica y social”,[9] surgió como idea, de acuerdo con Gerardo Gallegos en Trujillo: cara y cruz de una dictadura (1968), del periodista norteamericano Stanley Ross, fundador y director de El Caribe.[10] Pero esta aseveración no está del todo confirmada.
Igual a Gallegos, también el periodista dominicano German Emilio Ornes—que luego se desempeñó como director del periódico y redactor destacado de foros por encargo—insiste en que Stanley Ross creó la columna y “le imprimió a El Caribe un nuevo estilo basado en las deformaciones de la información y en insinuaciones que tendían a difamar a muchos dominicanos”.[11] Otros autores, entre los que se encuentra el escritor Lipe Collado, atribuyen al periodista Rafael Herrera, en su condición de Jefe de redacción de El Caribe, ser responsable de la aparición del Foro, y quien recomendó al tirano la creación de la insidiosa sección;]12] mientras que el historiador Orlando Inoa apunta que el Foro estuvo en los primeros meses bajo la responsabilidad de Anselmo Paulino, que fue colaborador muy cercano del mandatario.[13]
Siendo falsa o verdadera la paternidad sobre el Foro a que hacen referencia Collado, Ornes y Gallegos, lo que nadie pone en dudas, porque así está profusamente reiterado, es que “los foros” salían casi siempre del Palacio presidencial y que Trujillo redactaba o daba instrucciones para la redacción. Con el tiempo la población relacionó los foros con el interés de la dictadura, razón que llenaba de miedo a los que presentían que podían ser “foriados”.
El papel del Foro durante la dictadura
El “Foro Público: Cartas a El Caribe”, se convirtió en mecanismo utilizado intensamente por la dictadura para adentrarse en los hogares de muchos dominicanos, incluyendo los de altos funcionarios civiles y militares, además de los opositores, sin detenerse en los hogares de los más cercanos colaboradores del régimen.
La sección es señalada por los vinculados a ella, tanto por la condición de víctima como por la responsabilidad asumida en la redacción, como una columna periodística publicada con fines negativos, engañosos, manipuladores, amenazantes y desacreditadores. Con las opiniones vertidas en ella se pretendía que la mentira se convirtiera en verdad, aterrorizando a las personas, o como lo explica el historiador Alonso Rodríguez Demorizi—hermano de un intelectual, funcionario del gobierno—, al señalar que el Foro era “una revelación mezcla de verdad y artimaña”;[14] mientras que el abogado Mario Read Vittini, que fue también presidente del Partido Dominicano en la ciudad de San Cristóbal, lo identifica con un instrumento periodístico, “el más sofisticado sistema de tortura moral jamás imaginado”.[15]
Miedo a aparecer en el Foro Público
El miedo, como mecanismo político dictatorial, fue una de las condiciones impuestas por Trujillo para imponerse y garantizar la perpetuidad de su régimen. Para lograrlo, desde las instancias de las Fuerzas Armadas, la Policía, los espías dispersos en todo el territorio nacional, las bandas paramilitares, los servicios de inteligencia y desde el Partido Dominicano se inducía a que cada dominicano se sintiera vigilado tanto en las calles, las oficinas como en los hogares, haciéndolo pensar que podía, por cualquier asunto insignificante, ser considerado desafecto y que por consiguiente ser llevado a la cárcel, perder su empleo o simplemente aparecer muerto en un camino o calle cualquiera. El Foro Público se convirtió así, de la noche a la mañana, en mecanismo mediático; en una voz de alerta, una premonición publica que algo malo le podía pasar a la persona “foriada”.
El Foro no discriminaba por condiciones sociales, políticas o económicas. Todos se sentían observados por el régimen, siendo el presidente Trujillo y sus más cercanos familiares excluidos en la aplicación de ese método de persecución psicológica, en el entendido de que era el mismo mandatario quien lo escribía, ordenaba o lo hacía redactar por personas escogidas para esa función, haciendo que los textos convertidos en “cartas” casi siempre firmadas con seudónimos, se llevaran por altos funcionarios a las oficinas de El Caribe, en las que se resumían y “estilizaban en el lenguaje, para que aparecieran en la edición del día siguiente”.[16]
Tal y como lo refiere el historiador norteamericano Robert D, Crassweller, “tras buscar, con mano temblorosa, la fatal página, todos aquellos que tenían algún empleo que perder se enteraban de su suerte inmediata, porque un comentario malicioso en el Foro Publico era generalmente el preludio de un desagradable acontecimiento de naturaleza muy tangible”,[17] o como lo narra el doctor Mario Read Vittini, quien siendo funcionario político, fue afectado por uno de esos escritos:
“Aparecer en el Foro podía significar el inicio de un proceso de persecuciones físicas y morales. De ahí la angustia con que la gente su buscaba en ese segmento del periódico. Se escribía con sorna, a veces con fina ironía o con brutal crueldad, destruyendo la tranquilidad de los hogares y la reputación de quienes tenían la desgracia de ser objeto de ciertas menciones en el Foro Público.[18]
Un Foro para difamar y destruir moralmente
Aparte de los historiadores que han investigado los efectos producidos por los foros de El Caribe sobre la sociedad dominicana, son los que sirvieron a la dictadura o sufrieron persecución política los que mejor explican la forma en que Trujillo utilizó la sección periodística para difamar, molestar, maltratar, destruir moralmente, justificar la persecución y hasta para facilitar que el mandatario se apropiara de bienes ajenos.
Por ejemplo, Mario Read Vittini, que fue presidente de la Junta Comunal del Partido Dominicano en San Cristóbal, Agente Cultural Fronterizo en el programa de “Dominicanización de la Frontera”, y primer vicepresidente y secretario general de la Directiva del Partido Dominicano, dice que el Foro Público “se convirtió en un agudo aguijón para molestar a los enemigos de Trujillo, para desprestigiarlos a los ojos del pueblo o para zaherir a los indiferentes o a los amigos “en desgracia”.[19]
Uno de los desafectos o tenido como enemigo del gobierno, el abogado Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, cuenta en sus memorias Años imborrables (episodios autobiográficos), publicada por el Archivo General de la Nación en el 2008, la manera en que el gobierno usaba la referida sección para denostar, maltratar y destruir moralmente; anotando que esa columna de El Caribe era utilizada como “recursos censurables”:
“El Foro Público, de amarga e ingrata recordación—narra el doctor Alburquerque—, sirvió de bastión repudiable para poner en entredicho el honor de personas de moral y conducta irreprochables; asimismo, se llevó ante los tribunales de justicia a individuos mal vistos por los agentes de represión –donde se les acusó de crímenes o delitos fabricados ex profeso–”.20] Otro desafecto exiliado que formó parte de la Expedición del 14 de Junio de 1959, lo fue José R. Cordero Michel, quien apresado en esa acción antritrujillista encontró la muerte; destaca en su libro Análisis de la Era de Trujillo: informe sobre la Republica Dominicana (1959) lo siguiente:
“El Caribe es el portavoz oficial del régimen y el instrumento de una de las más hábiles técnicas inventadas por la maquinaria propagandística trujillista: el “Foro Público”. El “Foro”, como lo llama corrientemente el pueblo, consiste en una sección donde aparecen amenazas anónimas contra los militares, los burócratas, los comerciantes y los intelectuales del país. Lo de ”anónimo” es un simple formalismo, pues nadie ignora que las denuncias políticas y las amenazas lanzadas por el “Foro” son redactadas en la oficina personal del dictador. Salvo su propia familia, nadie escapa de ser su víctima”.[21] Y continua narrando Cordero Michel: “La persona que se ve denunciada en esta sección puede considerarse perdida: la cárcel, el desempleo o la humillación pública son sus consecuencias automáticas. (…). Cuando una persona se oye llamar “comunista” “rojo” o “desafecto” en el “Foro público” crea, según la expresión de Tchakhotine, un “clima de amenaza” que provoca inconscientemente una inhibición condicionada en el resto de la población. Es el terror psíquico ejercido sin interrupción sobre el pueblo”.[22]
Por su parte, Gerardo Gallegos, extranjero que laboró en El Caribe como periodista, dice en su libro Trujillo: Cara y cruz de una dictadura (1968), que el “Foro” era un barómetro de la política nacional y que la referida sección se “ensañaba con los caídos en desgracia del dictador”,[23] o como lo expresan los editores de las Obras completas de Juan Bosch, al decir que la columna del Foro “constituía un medidor de la política dominicana, y a la vez era una expresión más del andamiaje represivo del régimen”.[24]
Trujillo era el responsable de los foros.
El Foro se utilizó por la dictadura como un instrumento de presión;[25] sin embargo, no se puede afirmar que todos fueran redactados por Trujillo, pues—de acuerdo a José Almoina, que fue secretario personal del mandatario—el dictador sentía un “verdadero horror a la letra. Nunca lee nada. No ya libros o periódicos y revistas, pero ni aun su correspondencia más íntima”. Para ese fin—dice el autor de Una satrapía en El Caribe (1950), asesinado por esbirros de Trujillo—, “el mandatario tenía más de diez personas para leerle los extractos o resúmenes que les llegaban a la oficina”.[26] Pero siempre el mandatario tenía conocimiento de los escritos, pues como lo explica Robert D. Crassweller, el dictador disfrutaba los foros públicos porque era adicto “al chismorreo social” y le daba importancia a los temas relacionados con “cuestiones intimas y personales”.[27]
Cuando las cartas aparecidas en la Sección eran escritas por Trujillo o estaban asociadas con su nombre, aparecían firmado como “Dominicano Severo”, pero cuando se quería asociar a alguien con la homosexualidad, la correspondencia llevada al periódico iba firmada a nombre de “Pajarito Pichón”.[28] Muchos de esos foros tenían su origen en la personalidad de Trujillo, ya que de acuerdo a Joaquín Balaguer, quien fue hombre cercano y presidente títere de la dictadura, en su libro La Palabra Encadenada (1975), Trujillo era un resentido social. Cuando este quería poner en ridículo a un miembro de la alta sociedad, en un gesto vengativo se valía del foro público haciéndolo aparecer como un ladrón o los acusaba de supuestos crímenes.[29]
El Foro era “la expresión del sentir de Trujillo”.[30] Para entendedor hasta dónde Rafael L. Trujillo, en su condición de presidente de la República y de responsable directo de lo que acontecía alrededor de la referida columna, basta con leer la comunicación fechada 23 de junio de 1953, firmada por él, felicitando a la dirección del periódico. En ella se destaca la importancia que el mandatario daba a la columna:
“Señor Jefe de Redacción: He venido siguiendo con interés la Sección del Foro Público, de ese importante diario, en la que viene exteriorizándose opiniones acerca de la actuación de funcionarios y empleados públicos, y revelándose hechos censurables de que no se tenía conocimiento y cuya publicación brinda oportunidad de esclarecerlos para su debida sanción en beneficio del orden social.
“Acerca de esta sección permanente de su periódico como tribuna popular con fines moralizadores, pláceme hacer del dominio común que esa Sección del Foro Publico la considero de suma importancia para el pueblo y el Gobierno dominicano, ya que ella refleja libremente el pensamiento de todo el que la utiliza, denuncia aquellos hechos ignorados por el Gobierno y pone a la Justicia en autos de los desmanes cometidos contra los más infelices. La Sección del Foro Publico significa, además de las ventajas expresadas, la libertad de prensa consagrada por nuestra constitución. Con simpatía por esa columna de innegable conveniencia publica, felicitole. Rafael L. Trujillo. [31]
La comunicación de Trujillo publicada por El Caribe, pareció tener una tímida reacción entre los que aparentemente enviaban cartas a la redacción del periódico, ya que solo un señor de nombre Manuel A. Calcano, supuestamente residente en Sabana de La Mar, remitió una felicitación al “ilustre jefe” por su “responsable carta apoyando al Foro Público, la cual llena de esperanza a los infelices que somos víctimas actuales de la ambición del cacique de esta”.[32]
Los mensajeros del Foro.
La correspondencia con la que se alimentaba la mencionada columna de El Caribe, era confeccionada por orden de Trujillo en oficinas del Palacio Nacional, “y muchas veces el mismo Trujillo dictaba el texto”.[33] Esta era luego llevada al periódico por funcionarios del gobierno, entre ellos Arturo Despradel, Anselmo Paulino, Francisco Prats Ramírez, Arturo Logroño, Paino Pichardo y Cucho Álvarez.[34]
Los temas tratados en ella tenían origen en los servicios de inteligencia y en los directivos del Partido Dominicano. Todo el mundo sabía—dice Alonso Rodríguez Demorizi—que las “denuncias van a Trujillo y él las hace publicar en forma de Foros”;[35] pero también se daban casos en que los textos eran elaborados por familiares cercanos al dictador, como es el caso de Ramfis Trujillo que ordenaba a su secretario Cesar A. Saillant, para que los redactaras. [36]
Foristas y repercusión de algunos foros.
Ser forista era estar cerca del poder presidencial; beneficiario de los favores y bondades del dictador. Salir en un foro era todo lo contrario: haber caído en desgracia, perder la condición de funcionario del régimen; visto como desafecto, o simplemente ser excluido del círculo íntimo, y aislado del conglomerado social construido en torno a la figura de Trujillo, quien manejaba a discreción lo que cada uno de estos serviles tenían que expresar a través de sus escritos, cuando recibían su orden.
Estar entre los que escribían los foros era una forma de encontrarse cercano al dictador, pero a la vez los hacía entrar en competencia para alagar al sátrapa y demostrar su nivel de sumisión, y a cambio de esto—dice Alonso Rodríguez Demorizi—ascender en la condición de funcionario: “Un cuentecito vale un Ministerio. Un chiste que le haga enseñar los colmillos al tirano (…) un ministerio. Un foro indecente, vale un ministerio. Un impuesto descabellado, vale una Dirección”.[37]
Entre los principales foristas del período 1948-1961, se encontraban el doctor Joaquín Balaguer, alto funcionario que llegó a ocupar secretarías, la vicepresidencia y presidencia durante la dictadura; los periodistas German Emilio Ornes considerado como un “forista consagrado”, y Rafael Herrera. Por igual, el político Francisco Prats Ramírez; los funcionarios Arturo Logroño, Anselmo Paulino, Arturo Despradel, Luis Álvarez Pina y Paino Pichardo; el colombiano J. A. Osorio Lizaraso; los escritores Ramón Emilio Jiménez, Ramón Lacay Polanco, German Soriano y Santiago Lamela Geler, que se destacó en las transmisiones de la emisora Radio Caribe. También Osvaldo Soler, Pedro Dipp Velarde y Ramón A. Font Bernard. [38] Pero como lo narra Cesar A. Saillant en sus memorias, hasta Ramfis Trujillo ordenaba la redacción de foros que eran confeccionados en sus oficinas de la Fuerza Aérea y luego publicados en El Caribe.[39]
Las cartas publicadas en El Caribe en la mencionada sección—dice Lipe Collado—, provenían de informes suministrados por los servicios de seguridad del Estado, que daban seguimiento a todos los extractos de la sociedad y producían una reacción inmediata del “foriado”, que aun percibiendo que la publicación tenía su origen en Palacio, trataba de indagar y conocer la persona más cercana que le hizo caer en desgracia, haciendo llegar algún chisme ante las autoridades. Por su parte, el Partido Dominicano se encontraba atenta al desenlace y exigía de inmediato que el señalado respondiera por escrito y por la misma vía, aclarando o explicando la situación.
En el “Fondo Presidencia del Archivo General de la Nación” se encuentra una rica colección de documentos del período de la dictadura provenientes del Palacio presidencial, en la que aparecen cientos de informes de los servicios de inteligencia que, relacionados con el tema, eran recibidos por Trujillo. Como ejemplo del seguimiento dado por las autoridades y por los servicios del régimen, veamos los siguientes casos tomados de la obra La dictadura de Trujillo: Documentos (2012), del historiador cubano-dominicano Eliades Acosta:
Caso número 1: Informe confidencial dirigido al presidente de la Republica, sobre supuesta campaña contra funcionarios de Obras Públicas, montada por Andrés Ventura, quien había salido en un foro público: “Nov.9-51. (…). Llevo respetuosamente al conocimiento de Su Excelencia, que he tenido conocimiento por medio de personas que merecen el más absoluto crédito lo siguiente:
“Que el Sr. Andrés Ventura, quién fuera objeto de una denuncia en el “Foro Público”, su señora, y otros familiares, en combinación, pretenden llevar a cabo una campaña difamadora contra algunos funcionarios del Departamento de Obras Públicas, en interés de que también sean publicadas en “El Foro”, para dizque no ser ellos, solamente, o él (Andrés Ventura), el que apareciera en dicha sección, lo que le ha causado mucha vergüenza y quiere o trata de que todos pasen por la misma”.[40]
Caso numero 2: Oficio del 13 de diciembre de 1955 dirigido al licenciado Víctor Garrido, firmado por Rafael Paino Pichardo, sobre acusaciones a través del Foro público: “Con ruegos de que el Departamento a su cargo tome, si es posible, alguna acción enderezada a mejorar la situación creada a algunos funcionarios y empleados públicos en la ciudad de Barahona, quienes últimamente han venido siendo objeto de acusaciones a través de las columnas del diario “El Caribe”, me permito enviar parte de un informe enviado recientemente a este organismo, procedente de la ciudad cuyo nombre se menciona más arriba: “Al terminar el presente informe, debo decirle, señor Presidente, que el consenso general de la opinión pública, señala aquí a los hermanos Drs. Manuel y Beltrán Pérez Espinosa, como autores de esos apócrifos que aparecen de continuo en la sección “ Foro Público” del periódico capitalino “El Caribe”, lo que mantiene un estado de intranquilidad y zozobras en el tren burocrático de la aludida localidad, ya que a mi humilde entender, todos los empleados públicos de dicha ciudad sureña desempeñan sus funciones correctamente”.[41]
Víctimas del Foro Público
Las cartas a El Caribe aparecidas en la citada sección marcaron los 13 años y los 4,680 días en que aproximadamente estuvo apareciendo el Foro Público. En la colección del periódico, que puede ser consultada en el Archivo General de la Nación, aparecen cartas referidas a Cesar A. Caamaño, Ramón Corripio, Héctor Pérez Reyes, Porfirio Rubirosa, Angiolino Vicini, José Delio Guzmán, Manuel Ruiz Tejada, Placido Brugal, la familia Mejía Ricart, la familia Henríquez y Carvajal, la familia Bogaert, Sánchez Cabral, Fermín Cabral, Francisco (Chito) Henríquez y Joaquín Balaguer. También se publicaron de manera abundante, escritos contra los comunistas, la Iglesia Católica, los Testigos de Jehová, altos y medianos funcionarios civiles y militares, José María Hernández, Augusto Lora, Yiyo Herasme Peña, el doctor Collado, Antonio Morel, Bebecito Martínez, Antonio Ocaña y Marcial Silva, entre muchos otros.
Algunos casos destacados en el Foro Público
A los pocos días del periódico El Caribe iniciar la circulación en 1948, comenzó a ser publicada la sección de “Cartas a El Caribe”. Una de las primeras en ser divulgadas correspondió al tema relacionado con la señora Filomena Trinidad, quien alegaba que el cantante puertorriqueño Bobby Capó era su hijo, y había sido raptado por su esposo y padre del artista, quien lo traslado a la isla de Puerto Rico, de donde era oriundo. De manera coincidente, al momento de aparecer lo que se convirtió en noticia de primeras páginas, el cantante conocido como “la sensación de Borinquen”, había llegado de Cuba y desde abril se presentaba en Santo Domingo, contratado por la emisora “La Voz del Yuna”.[42]
Contra los Testigos de Jehová
La persecución contra la agrupación religiosa conocida como Testigos de Jehová a principios de los años cincuenta, tuvo sus efectos sobre esa congregación religiosa. Desde su aparición en el país sus miembros pasaron a ser perseguidos y tratados como desafectos, pues a decir del gobierno ellos promovían la desobediencia a las autoridades y las leyes; además de que se negaban a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio y porque también decían que su religión le prohibía “que se pacte con los hombres”.[43] Por igual, decían que los religiosos violaban la ley de orden público y los acusaban de injuriar los poderes del Estado, así como irrespetar la decisión de la Secretaría de lo Interior, “que declaró disuelta la organización religiosa de la cual ellos dijeron ser seguidores”.
En el verano de 1957 la prensa público acusaciones de altos funcionarios del gobierno contra los Testigos de Jehová por actividades “sediciosas y perniciosas”. La nueva campaña, que se hizo para hacer aparecer a los “testigos” como enemigos del gobierno, se reinició el día en que un sacerdote jesuita llamado Mariano Vásquez Sanz, denunció por “La Voz de Trujillo”, que los testigos eran servidores del comunismo y señaló a sus adherentes como “perversos, astutos, criminales y traidores enemigos”.[44]
El 17 de junio de 1960, a diez años de los primeros foros publicados en El Caribe relativos a la citada congregación, las cartas en su contra seguían publicándose. Para esa fecha, en que la Iglesia Católica por igual era atacada en la referida sección, un forista llegó a escribir denunciando en una misma carta a las dos órdenes religiosas, como se lee a continuación:
Cumpliendo “con el deber de informar; por medio de ese leído diario, (…), me entere de que el Padre Antonio Sánchez, (…), se expresa públicamente en términos ofensivos e injustos contra los curas nativos, contra las autoridades oficiales y contra la propia comunicada”. Y que, “para general conocimiento hago saber que los miembros de la secta Testigos de Jehová han comenzado a trabajar fuertemente en la sección de Blanco Arriba, lo que demuestra que estas personas no han perdido tiempo en reanudar sus actividades”.[45]
Se recuerda, que además de la campaña de denuncia contra los Testigos de Jehová, muchos de sus miembros fueron apresados y torturados, además de ser juzgados y condenados a cumplir largos periodos de encarcelamiento, como también sucedió con algunos miembros de la Iglesia Católica.
Foros contra Iglesia
El lunes 25 de enero de 1960, una carta pastoral fue hecha llegar al presidente de la República de manos de las más altas autoridades de la Iglesia Católica. La misiva también fue destinada a ser leída en las misas en todas las iglesias del país, lo que sucedió el 31 de enero del mismo año. Redactada por mandato del Nuncio apostólico Lino Zanini y bajo la responsabilidad del Episcopado, hoy se sabe que el principal redactor lo fue Fray Vicente Rubio.[46] En ella se denunciaba la represión y los abusos cometidos contra un nutrido grupo de jóvenes anti gobiernistas.
La coyuntura en que fue dado a conocer el valiente documento, coincidió con una agresiva promoción electoral del jefe de gobierno que preparaba para su regreso formal a la presidencia de la República por “elecciones”, y con el develamiento de la agrupación clandestina que cobraba fuerza con la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, en enero de 1960. La lectura del documento en las iglesias, puso en el tapete las penurias vivida por los presos políticos vinculados a las expediciones de junio de 1959 y en especial a los que fueron apresados, miembros del recién creado movimiento catorcista, acusados de formar parte de “un complot” que perseguía el derrocamiento de la dictadura. En principios, la reacción de las autoridades fue de discreción y por lo menos, desde los medios de prensa no pareció que se diera mayor importancia a la carta pastoral; sin embargo, muy pronto la actitud oficial comenzó a cambiar y se dejó bien claro que el dictador se encontraba molesto y rechazaba la posición externada por la Iglesia Católica.
En los días posteriores a la pastoral, durante las primeras semanas del mes de febrero, la prensa se concentró en difundir, además de las noticias habituales, algunas actividades gubernamentales relacionadas con actividades de la iglesia; pero a partir del 17 de febrero, la crisis quedó evidenciada públicamente abriéndose un largo periodo de agresión contra la institución religiosa:
“No podemos olvidar—dice el sacerdote José Luis Sáez, en su excelente libro sobre las relaciones de la Iglesia con Trujillo—que ya entonces empezaban a desaparecer vehículos de religiosos, incluso en pleno día, menudeaban las bombas en locales de instituciones de la Iglesia, y por supuesto, las páginas de los periódicos matutino y vespertino, ambos propiedad del mismo Trujillo, se llenaban de reseñas de actos multitudinarios en todo el país (…), y con cartas y artículos denunciando las supuestas “maquinaciones terrorista” de los dos obispos extranjeros—el español Francisco Panal Ramírez y el norteamericano Thomas F. Reilly—, pronto no serían esas las únicas víctimas”.[47]
Durante más de diez y seis meses, desde el 18 de febrero de 1960 hasta semanas después de la muerte de Trujillo, el periódico vespertino La Nación y el matutino El Caribe mantuvieron un continuo ataque contra los sacerdotes y monjas, llegando incluso a la agresión física y a la violencia contra los edificios y autoridades religiosas. Con ese fin, la campaña de descredito utilizó “insultos, falsedades y abierta persecución a la Iglesia y a los eclesiásticos, que eran propalados a través de la prensa” [48] y en especial en el Foro Público del periódico El Caribe.
Desde las páginas de El Caribe la campaña se incrementó a partir del 18 de marzo, coincidiendo con el cambio de director del periódico. Con la salida de Rafael Herrera, quien acepto un cargo diplomático ante las Naciones Unidas, ingresó como director J. A. Osorio Lizarazo y Cesar A. Herrera como subdirector.[49] El periódico publicó el 19 de febrero la noticia de que el Vaticano decía no tener planes para sacar del país el Nuncio Monseñor Zanini hacia Puerto Rico. La información, que evidentemente sorprendió al sacerdote, destacaba la posibilidad de que el prelado podía ser trasladado a Puerto Rico o a los Estados Unidos en cualquier momento.
De manera definitiva, el primer foro publicado relativo al conflicto de Trujillo con la Iglesia, salió el 27 de febrero firmado por Antonio Cuevas M. En él se llamaba la atención a lo que el forista señalaba como una “verdadera plaga” social, de personas que se dedicaban “a solicitar dinero so pretexto de ayuda a iglesias y santuarios”. Y decía, entre otras cosas, que “estos traficantes van de casa en casas repartiendo sus cartas, con algunas imágenes. Como supongo que esto se hace a espaldas de las autoridades eclesiásticas, sería bueno que se investigara el caso y se le pusiera coto al asunto, a fin de que la buena fe del público no sea burlada por oportunistas”.[50]
El 27 de mayo, la campaña continuaba y cobraba intensidad: en esa fecha, en una carta publicada en el Foro se preguntaba, que cómo era posible existieran en el país obispos extranjeros y que no hubieran sacerdotes dominicanos en sus funciones, siendo intelectual y moralmente más capacitado para hacerlo. En otra publicada el mismo día, un forista se refería al sacerdote Robles Toledano criticándolo por no haber participado en la sección del Congreso Nacional en que se discutía la reforma a la constitución de la República. Por igual, en la misma columna del 27 de mayo, un tal Bonifacio Santos se refiere a un sacerdote que supuestamente era docente en la Universidad, pero no dice nombre, acusándolo de inmoral. Entre las cosas dichas en ese foro aparece la siguiente acusación contra el desconocido cura:
“A nuestro juicio y al de todas las personas que conocen sus aventuras donjuanescas, lo que se ha querido es evitar la repetición en nuestro más alto centro educacional de un nuevo escándalo, de una nueva conquista amorosa como de la que fue víctima hace algún tiempo una agraciada joven estudiante y protagonista el joven levita, quien al amparo de la posición que allí ocupaba la sedujo y la llevo luego a residir con él a Nueva York desde donde la paloma se le escapó… Las orgias eran tan frecuentes en la urbe de los rascacielos que desatendió por completo sus deberes consulares y olvidó también los de sacerdote, pues nunca oficio ni una misa”.[51]
Desde mediados de 1960 y hasta la muerte de Trujillo, el gobierno mantuvo la ofensiva, haciendo que sectores del país reclamaran a la Iglesia se hicieran homenajes a Trujillo y se gestionara ante el Vaticano, que el mandatario recibiera la alta investidura de “Benefactor de la Iglesia”, y aunque varios sacerdotes hicieron gestiones y mostraron simpatía con la propuesta, esto nunca se pudo lograr pues el dictador murió, víctima de un atentado, el 30 de mayo de 1961.
De hecho, después de más de un año de intensa campaña de descredito y agresión contra la Iglesia, las relaciones nunca parecieron volver a ser como antes de enero de 1960—como lo apunta José Luis Sáez en su obra citada—; por el contrario, el año de 1961 se inició “con una renovada violencia contra la Iglesia y las instituciones eclesiásticas. La esperanza, aún lejana, de que las cosas cambiasen (…), no mejoró por entonces la tensión que se había vivido prácticamente desde 1959” .[52]
Foros contra familia Mejía–Ricart
La familia Mejía Ricart fue víctima de la dictadura Trujillo de múltiple manera. Uno de sus miembros, el doctor Octavio Mejía Ricart formó parte de las expediciones anti trujillistas de junio de 1959. Prisionero y herido, fue llevado a la Base Aérea de San Isidro, lugar en que perdió la vida a manos de sus torturadores. Su actitud a favor de la democracia hizo que el régimen tuviera a sus padres y hermanos como enemigos, procediendo a la persecución, el descredito, maltratos y aislamiento del grupo familiar: a Tirso Mejía se le mantuvo vigilado, perseguido y se le impidió continuar sus estudios en la Universidad de Santo Domingo, mientras que a su padre, el historiador Gustavo Adolfo Mejía Ricart. se le llevó a la cárcel y luego se desató contra él una feroz campaña de prensa a través de la temible columna periodística.
El 18 de junio de 1960, justo cuando Octavio Mejía Ricart cumplía el primer año de ser asesinado, el periódico El Caribe, público en la citada sección de la correspondencia, una carta firmada por quien decía llamarse A. Mota Ruiz, acusando al conocido historiador de ser cabecilla de un movimiento revolucionario anti trujillista y de mantener vínculos con los exiliados.
En ese escrito, que el forista tituló “Jefe revolucionario”, se decía que la señora Magda Mejía Guzmán se había nombrado ella misma como tesorera de un comité revolucionario cuyo principal objetivo era recoger dinero para remitírselo al Jefe de la Revolución en Santo Domingo, el doctor Gustavo Adolfo Mejía Ricart.
Dicho lo anterior, el forista procedió a lanzar acusaciones y a insinuar conductas indecorosas contra el historiador y abogado con el fin de desacreditarlo moralmente, diciendo que él sabía “que el Dr. Mejía Ricart, abogado y prestamista, hace algún tiempo estuvo en prisión por su conocidas actividades usurarias en contra de infelices personas, pero no sospechábamos de sus actuaciones políticas desarrolladas a la sombra, y mucho menos de que es reconocido por los “de afuera”, como el jefe de la Revolución en nuestro país. ¿Por qué Gustavo Adolfo Mejía Ricart, consecuente con sus intimas convicciones, no da un gesto democrático viril fundando a la luz del día un partido político que bien podría denominarse Partido Mejiista Revolucionario?”. [53]
La citada carta dio inicio de una intensa campaña contra el abogado, con la que se pretendía descalificarlo como profesional y como probo ciudadano. El 19 de junio circuló otra misiva firmada por Ramón A. Mejía Souffront, haciendo un llamado para que el doctor Gustavo Adolfo y sus familiares fueran repudiados públicamente, y en la que el autor dice aprovechar “la ocasión para exhortar a todos los buenos dominicanos que como yo llevan este apellido, a que demostremos públicamente nuestro firme repudio hacia los Mejía Ricart y nuestro apoyo decidido al ilustre Benefactor de la Patria Nueva”.[54]
Desde entonces y casi a diario, el Foro publicaba cartas de grupos de personas de apellido “Mejía”, para supuestamente aclarar que ellos no tenían vínculos familiares con el doctor Mejía Ricart, y que repudiaban “con la responsabilidad que nos caracteriza, cualquier intento de carácter subversivo que provenga de la familia Mejia-Ricart, con la cual no sostenemos vínculos personales ni políticos”.[54]
La insidiosa acción de los foristas fue tan intensa, que obligaron al historiador a dar una respuesta por escrito a todas las insinuaciones y perversidades puestas a circular contra la familia a través del Foro. El 8 de julio, cansado de la infame divulgación periodística en su contra, escribió a la dirección de El Caribe, rechazando todo lo dicho y exigiendo que lo dejaran en paz, como queda expresado en el siguiente texto aparecido en el Foro, supuestamente escrito por el conocido catedrático universitario:
“Desde hace largo tiempo se ha lanzado contra mi persona una carga de odios, a pesar de que permanezco ajeno a toda actividad política, casi recluido en mi hogar cuidando de mis achaques de salud (bronquitis, alta presión, infecciones). Escasos momentos puedo dedicar siquiera la lectura en mi biblioteca, a la revisión de mis libros y a los asuntos de mi bufete. Todo lo que constituye la pasión de mi vida. Por eso, de modo categórico desmiento los agravios de mis detractores que tratan tendenciosamente de hacer suponer que se ha desviado la línea recta que siempre he trazado con mi conducta particular y política. Desde luego que absuelvo de esto a los cándidos foristas, algunos radicados fuera de aquí, y quienes ni siquiera me conocen, según sus propias aseveraciones; no relacionados a mí por vínculos de sangre ni trato de ninguna clase. Aunque con un mismo apellido común. ¡Dejadme ya en paz…”[55]
Desde antes de 1959 la familia Mejía Ricart fue tenida como desafecta del régimen, y solo recuperaron sus derechos ciudadanos y políticos después de finalizada la dictadura de Trujillo en noviembre de 1961.
Final del Foro: “Muerto el Perro se acabó la rabia”
La vida de Rafael L. Trujillo llegó a su fin la noche del 30 de mayo de 1961, desatando a los pocos días las más feroces acciones represivas, apresamientos selectivos, inimaginables torturas contra los implicados en el complot contra al mandatario, y el fusilamiento de gran parte de los que tuvieron participación en la operación libertaria. Junto a esto, el Foro Publico siguió saliendo en el periódico El Caribe. Un forista llegó a proponer que debido a la muerte del “generalísimo” y “Padre de la Patria Nueva”, como era llamado Trujillo, todos los militares llevaran desde entonces una corbata negra “como luto eterno por la irreparable desaparición del creador de las Fuerzas Armadas”.[56]
El 21 de julio, 52 días después de la desaparición física del mandatario, la columna de El Caribe que se conoció durante 13 años como el Foro Público, dejó de ser publicada gracias a que un grupo de valientes tomó la d
ecisión de ponerle fin al régimen de Trujillo. Y como dice el pueblo cuando cansado de sufrir llega a sacudirse de su penuria: “muerto el perro se acabó la rabia”.
(Notas Bibliográficas: [1] Mario Read Vittini, Trujillo de cerca. Santo Domingo, Editora San Rafael, 2007; [2] Lipe Collado, El Foro Público en la Era de Trujillo. Santo Domingo, Editora Collado, 2000, p.13; [3] José R. Cordero Michel, Análisis de la Era de Trujillo: informe sobre la Republica Dominicana, 1959. (8va. edic). Santo Domingo, Comisión Permanente de Efemérides Patrias, 2012, p.62; [4] Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo. (Santiago de Chile, 1956). Santo Domingo, Editora Cole, 1999, p. 222; [5] Freddy Gatón Arce, “Writing with candor”. Carta a El Caribe, 18 de abril de 1948; [6] Orlando Inoa, Historia dominicana. Santo Domingo, Letragráfica, 2013, p. 630; [7] Salomón Molyneaux, “Bobby víctima de engaño”. El Foro Público. El Caribe, 17 de mayo 1948; [8] Notas de Adriana Canseco Gómez. En: Juan Bosch. Obras
completas. Vol. XXXIV. Santo Domingo, CPEP, 2012, p. 13; [9] Euclides Gutiérrez Feliz, Trujillo: monarca sin corona. Santo Domingo, Editora Corripio, 2008, p. 283; [10] Gerardo Gallegos, Trujillo: Cara y cruz de una dictadura. Madrid, Arte graficas Iberoamericanas, 1968, p. 140; [11] German Emilio Ornes, Trujillo: pequeño Cesar del Caribe. Santo Domingo, Editora Cole, 1999, p. 120; [12] Lipe Collado, ob. cit.; [13] Orlando Inoa, ob. cit., p. 630; [14] Alonso Rodríguez Demorizi, Drama de Trujillo: Cronología comentada. Santo Domingo, AGN, 2012, p. 482; [15] Mario Read Vittini, Ob. cit.; [16] Lipe Collado, ob. cit., p. 32; [17] Robert D. Crassweller, Trujillo: la trágica aventura del poder personal. Barcelona, Editora Bruguera, 1967; [18] Mario Read Vittini, Ob. cit.; [19] Ob. cit., p.194; [20] Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Años imborrables (episodios autobiográficos). Santo Domingo, AGN, 2008, p. 72; [21] José R. Cordero Michel, ob. cit.; [22] ob. cit., pp 62-63; [23] Gerardo Gallegos, ob. cit., p. 139; [24] Nota editores. En: Juan Bosch. Obras completas. ob. cit., p.255; [25] Orlando Inoa, ob. cit., p. 629; [26] José Almoina, Una satrapía en El Caribe. (México, 1950). Santo Domingo, Letragráfica, 2007, p. 92; [27] Robert D. Crassweller, ob. cit., p. 95; [28] Orlando Inoa, ob. cit., p. 631; [29] Joaquín Balaguer, La palabra encadenada. (México, 1975). Santo Domingo, Editora Corripio, 1998, .pp. 280-281; [30] Manuel de Jesús Javier García, Mis 20 años en el Palacio Nacional Junto a Trujillo. Santo Domingo, Taller, 1986, p. 322; [31] Carta de Rafael L. Trujillo, El Caribe, 23 de junio de 1953; [32] Foro Público, El Caribe, 27 de junio 1953; [33] German Emilio Ornes, op. cit., p. 253; [34] Lipe Collado, ob. cit., p. 32; [35] Alonso Rodríguez Demorizi, ob. cit., p. 191; [36] Cesar A. Saillant, Saillant, Memorias 1957-1961. (4) Año 1961 (2). E.C.M, p. 294; [37] Alonso Rodríguez Demorizi, ob. cit., p. 353; [38] Lipe Collado, ob. cit., p. 47; [39] Cesar A. Saillant, ob. cit., p. 294; [40] Eliades Acosta, La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961).T. iii, vol. 5. Santo Domingo, AGN, 2012, pp. 79-80;[41] pp.319-320; [42] Véase El Caribe, del 8 y 17 de mayo 1948 y 1948; [43] El Caribe, 19 de enero de 1950; [44] German Emilio Ornes, ob. cit., p. 120; [45] Foro Público, El Caribe, 17 de junio 1960; [46] José Luis Sáez, La sumisión bien pagada. La Iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). T. I. Santo Domingo, AGN, 2008, p. 57; [47] Ob. cit., p. 59; [48] Ob. cit., pp. 56-57; [49] El Caribe, 18 de febrero 1960; [50] Antonio Cuevas M., “Verdadera Plaga”. Foro Público, El Caribe, 27 de febrero 1960’ [51] Bonifacio Santos. El Caribe, 27 de mayo 1960; [52] José Luis Sáez, ob. cit, p. 70; [53] A. Mota Ruiz, “Jefe revolucionario”. Foro público, El Caribe, 18 de junio 1960; [54] “El repudio a los Mejía Ricart”. Foro Público, El Caribe, 19 de ju 60; [55] Hernán D. Mejía Sánchez y otros “Mejía aclaran”. Foro público, El Caribe, 26 de junio 1960; [55] Gustavo Adolfo Mejía Ricart, “Doctor Mejía Ricart hace explicaciones”. Foro Público, El Caribe, 8 de julio 1960; [56] Juan B. Aristy Dalmasi, Foro Público, El Caribe, 15 de junio de 1961)