En una de mis visitas a México, y de manera específica al Museo Rufino Tamayo del D.F., tuve la magnifica oportunidad de poder deleitarme contemplando el conjunto de obras reunidas en el portafolio, o libro de artista, llamado “Jazz”, del inmenso Henry Matisse (1869-1954, Francia); el astro más brillante del “fauvismo”, el que permaneció durante toda su vida leal a los principios que le dieron inicio.
Es legendaria la noche de 1905, en la que un crítico de arte llegó al “Salón de Otoño”, que se efectuaba en Paris, y en uno de los salones donde se colgaban las obras de un grupo de innovadores artistas – profirió, con aviesa sorna, al ver un pequeño y clásico busto que aparecía entre las insólitas composiciones, y cromáticamente escandalosos cuadros : –“Donatello entre las fieras”. Desde ese momento se les bautizó como “fauves” (fieras o salvajes), a este particular grupo de expositores, que proclamaban la hegemonía del color como principio cardinal de la composición en el espacio creativo. El color, como materia prima no solo para la transformación formal de la obra artística, sino para el logro de la explosión cromática que se desparramaba por el lienzo, en donde la alteración de patrones representacionales comunes hasta ese momento, eran suplantados por disposiciones de colores llamativos, complementarios; en donde el cielo podía ser violáceo intenso , las paredes verdes y contrastantes, con una roja desnudez femenina.
Matisse, trascendió como figura principal de esa tropa (Derain, Vlamink, Dufy) que se disgregó rápidamente, imponiendo una nueva concepción pictórica, en donde el dibujo pasaba a un plano menos relevante en la estructuración del contorno de la figura, disolviendo la línea, creando perspectiva y profundidad de fondo, gracias al estallido y contraste de su paleta colorista.
El “arabesco cromático”, término utilizado por este maestro de las artes visuales para definir el logro condensado en su obra; percibiendo la realidad bajo la exigencia de un sentimiento que trataba de excluir cualquier referencia social o histórica, y mucho más cualquier repercusión descriptiva de objetos y entornos plasmados en sus cuadros, dejando únicamente el escenario creativo para su concepción cromática.
Durante una larga convalecencia producto de la cirugía que se le había realizado por un cáncer abdominal, y en un estado de avanzada edad (74 años), Matisse logró crear el conjunto de obras agrupadas en su libro de artista Jazz. Ante lo engorroso e imposible que se hacia poder trabajar con pigmentos pictóricos, se valió de la técnica del collage, recorte con tijera y pegado de papeles con colores planos ya impresos (papiers découpés) sobre un soporte de papel grueso. Las obras originales concebidas de esta forma, para ser impresa posteriormente utilizando la técnica denominada pochoir (en francés), plantilla o esténcil para lograr la impresión; esta conformada por 20 llamativos diseños a color, con notas escritas por Matisse, en donde se manifiestan sus reflexiones conceptuales sobre el proceso creativo de las piezas. Este libro, que en principio debió llamarse “El circo”, por las imágenes que lo conforman , terminó llamándose Jazz, a sugerencia de su impresor Tériade, dada la relación entre el discurrir artístico de su plasmación y la manera muy particular de improvisación musical presente en el jazz.
La utilización de tintas con colores puros y planos, revelaban la plena madurez de sus convicciones sobre el imperio cromático en sus creaciones, logrando que figuras y volúmenes formulados en el conjunto de obras, expresaran con intensidad, la grandeza de haber engendrado la vida en las mismas entrañas del color.