SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Éramos jóvenes y desesperados, exquisitos y solos, singular y terriblemente solos, como le correspondía a nuestra generación postbalaguer sin consignas, sin estrellas en la frente, sin mártires que cargar pero con grandes agujeros negros.
Herencia del Viento Frío de René. Pequeña burguesía lacerada. Había cierta desnudez. Nuestra Ciudad Nueva tatuada en el pecho como cantó LuisDías se quedó esperando la redención.
Coleccionábamos agujeros negros en el balcón de Martha y era cuando la literatura se convertía en el ojo que nos leía.
Y Martha era el centro que nos convidaba a lugares comatosos. La voz burlesca de Plinio leyendo poemas que solo se entendían bajo ciertas circunstancias. Manolo, siempre de chaqueta gris y expresión canalla.
En algún momento del balcón, Martha se transformaba en una canción de James Taylor a mitad del mediodía de un domingo sin nada que hacer.
O declamaba sus poemas, o su cabellera nos arropaba, o la noche terminaba escuchando a Jochy caballeroso hasta las naúseas leyéndose y leyéndonos. Jochy, tan serio.
Es mi historia del balcón de Martha. El viernes 8 la acompañamos en su nueva aventura literaria “Emma, la noche, el mar y su maithuna”, un texto “desgenerado” . La cita es en el Teatro Nacional a partir de las 7 de la noche. Espero ver a gente del balcón del Martha, ahora con más canas y menos dolor…