Mario la esperó en el Centro de Arte Nouveau de la Pasteur con Independencia, pero Clara la bailarina, su medio amante amiga y novia de un músico de moda que usaba drelas en el tiempo en que nadie usaba drelas.  Sí, Clara nunca apareció a la cita con Mario en el Nouveau.

Era otra noche de vitrina social y regodeo lumpen cultural, de Brugal Blanco gratis en vasitos tricolores/ republicanos, el típico brindis en las galerías de arte de entonces.

El bizarro encanto de beber en las exposiciones, aunque no entendieras la “razón” de los trazos y por qué el artista eligió ese color. La vaina era ejercer el lumpenazgo “artítico” y recorrer las galerías. Dejarse ver y codearse con quien era necesario codearse. Salir en las Sociales de los periódicos.

La noche del desencuentro entre Mario y Clara se inauguraba la expo individual “Érase una vez la mujer objeto” del inacabable y extra moderno artista santiaguero Johnny Bonnelly.

Mario con un vaso tricolor en la mano mirando una y otra vez las obras de Bonnelly sin que la Clarita apareciera por ningún lado.  Salía al parqueo y volvía a la galería. Nada, ya no viene.

Al rato, sale otra vez.  Agotado y medio borracho (no hay cosa que ajume más que el ron dao) decide sentarse en la verja del solar abandonado justo al lado de Nouveau a esperar a quien nunca llegó.

Al rato, una carrito cepillo blanquiverde de la Policía enciende las centellas y se estaciona antes del semáforo de la Pasteur. De su interior sale uno de los comandos. El comando   barrigón y nalga de batea le pregunta de mala manera al angustiado Mario qué hace sentado en esa verja.

– Saca la cédula tú no ere de por aquí y con la frialdad y la pereza del asesino, lo encañona en la sien. El frío del cañón en sus sienes le inocula puro terror. Mario siente que se va a cagar en cualquier momento.

– Estoy esperando a una persona. Soy artista

– ¿Artita? ¿Cómo Johnny Ventura? El barrigón llama a otro comando y le ordena que revise a Mario. Lo baja de la verja y lo lanza contra el cepillo. En Nouveau sigue la fiesta y nadie se da cuenta del incidente.  Lo cachean y le encuentran una chicharrita en el bolsillo izquierdo del pantalón.

– Súbete mamaguebo. Lo agarran por el afro y lo meten de cabeza en el cepillo.

Muy lejos de Mario y de los comandos que se lo llevan preso al cuartel de la Bolívar con Rosa Duarte, la esperada Clara se besa con un tipo en el murito del Drake´s.  Luis Días rasguea su guitarra y saca sonidos sin que nadie ponga mucha atención al jameo.   El Veterano mira a su izquierda y observa la escena de Clara enchulada con el tipo. Deja la guitarra arriba del murito de roca. Se pone de pie y le dice al tipo que se come a Clara delante de todo el mundo “Veterano, get out, ya tá bien así, eso no es suyo”.

Lejos del Drake´s, allá en la celda de la Bolívar con Rosa Duarte, en la celda pequeña y hedionda que comparte con la cafrería feroz e indocumentada, Mario reclama   a los comandos que lo dejen hacer una llamada. En su casa deben estar muy preocupados y ya hace rato que dieron las tres de la mañana.