Por Daisy Valls

Con prólogo y fotografías de Gerardo Piña Rosado, la Academia Norteamericana de la Lengua Española ha publicado un libro especialmente útil: El Caribe, siempre el Caribe, y otros ensayos antillanos, de Marcos Antonio Ramos. Como su título nos indica, esta compilación de once ensayos se refiere a aspectos históricos y culturales de dicha región, la cual, aunque no es completamente homogénea, basa su unidad e identidad en lo diverso de sus ricas y diferentes expresiones. Aunque esta pudiera parecer una aseveración contradictoria, la aparente oposición se resuelve al saberse que la definición del concepto de cultura caribeña, implica al conjunto de naciones de composición multilingüe, transculturadas y sincréticas, con desigualdades desde el punto de vista social y económico. Puede decirse que en el Caribe, de isla a isla y sin dejar fuera las aguas que separan a estas y hasta las tierras continentales que también lo conforman, existe una relación propiciatoria y dialógica a veces subyacente que las identifica como una unidad.

En el Caribe existen confluencias definitorias, y eso no es raro. Como rasgo concomitante en él confluyen  una visión superficial, propiciada quizás por la explotación turística de la belleza natural de sus tierras y la amabilidad de sus gentes, y, lo más importante aún, las características que definen la caribeñitud. La cultura caribeña es el resultado de una mezcla de las culturas europeas que dominaron esta parte del mundo y las culturas indígenas y africanas. Por tanto, historia, conquistas sociales y económicas, costumbres, población mestiza, sincretismo religioso, música, comidas, arte, literatura, y otras manifestaciones, conforman una identidad cultural que la define como híbrida pero unitaria.  Y, de esa manera, nos lo presenta en estas páginas el historiador Ramos.

Así es esta cultura: Transcaribe, transcaribeña. No admite  la incomunicación de los fenómenos ni el aislamiento del portaobjeto en los estudios  de laboratorio. Por eso no es difícil que leyendo este libro de nuestro cotidiano Tony uno pueda pensar en por qué razón los héroes y luchadores por la independencia del mayor de los países caribeños podían conspirar contra la Metrópolis, escribir documentos  rectores,  preparar la guerra, etc. no en su propio suelo sino utilizando a un país hermano (es el caso de los cubanos con Santo Domingo, Haití o Puerto Rico). O también, cómo un escritor nuestro como Alejo Carpentier descubre el sustrato histórico que da base a su teoría de lo real maravilloso en el Haití cargado de estupendas fabulaciones y de historia. Porque cualquiera que sea el valor de sus variables, en sus componentes traslaticios los rasgos distintivos de la identidad caribeña se imponen. Y todo esto y más lo hace relucir el autor de estos ensayos.

Si repasamos el índice de El Caribe, siempre el Caribe…, vemos que el autor nos muestra una especial imbricación de temas y países. Precedido por un estudio general sobre la región (que da título al libro), aquí nos hace apreciar no solo los  contornos geográficos de esta, sus delineamientos étnicos, los valores culturales, la diversidad de idiomas que se hablan, etcétera, sino también la historia. Esta incluye los días del descubrimiento, la conquista y la colonización para luego detenerse panorámicamente en los aspectos trascendentales ocurridos entre los siglos XVI y el XX. El resto de los trabajos incluyen mayoritariamente diferentes aspectos histórico-culturales de Cuba, así como temas sobre  República Dominicana y Puerto Rico, ambos en relación con Cuba.

Acompañando la valoración histórica, en estas páginas no falta la inserción de textos sobre el discurso literario caribeño. Ensayos como el análisis historiográfico del libro de Graciella Cruz-Taura acerca de El espejo de paciencia, texto importante (aunque de origen controvertido) que según la opinión de muchos es el comienzo de la literatura cubana. Aún cuando pudiera discutirse la autoría y la época en que fue escrito, el largo poema donde se exaltan los valores colectivos,   se  relaciona directamente no solo con la historia de Cuba, sino también con la historia antillana. La obra, que se desarrolla en 1604, tiene un fondo histórico y social donde además se muestran aspectos de la economía de canje y el comercio de rescate operado en la época en que el filibusterismo hubo de infectar el Mar Caribe. En el poema, considerado como la primera manifestación de la literatura cubana por varios estudiosos, ya lo dije antes, se mezclan de una manera  orgánica  la historia, el mito y la memoria. Así lo considera la autora del libro y así también lo destaca el doctor Ramos en su ensayo historiográfíco.

Otro texto que se refiere a la relación literatura-historia es “Las otras Antillas: Literatura e historiografía”, donde se aborda el enlace que existe entre ambas materias, de manera que ficción y realidad no son categorías intercambiables pero tampoco excluyentes. Marcos Antonio Ramos destaca que lo factual es importante para la novelística caribeña,  y que sus autores más valiosos nos ofrecen una nueva percepción de la realidad. Pero como lo real puede engendrar la maravilla, el autor destaca la teoría de lo real maravilloso del novelista cubano Alejo Carpentienr expuesta en su novela El reino de este mundo,  donde confluyen la historia del rey Henri Christophe con la alucinante y mágica presencia del esclavo Mackandal, en Haití. La repercusión de la Revolución Francesa en el Caribe aparece en la novela El Siglo de las Luces, también de Carpentier, donde de nuevo se manifiesta la realidad en su trasfondo histórico-social conjugada con los elementos de la fabulación literaria.

En este ensayo no quedan fuera de la mira del autor, entre otros, novelistas como Jacques Roumain y su Gobernadores del rocío, donde lo poético del texto no está reñido con los valores narrativos,  o La isla bajo el mar, de Isabel Allende, quien plasma  los sueños de los esclavos y las rebeliones con las que conquistaban su libertad. Hay referencias a otros novelistas y comentarios a textos ensayísticos que estudian el tema. Entre ellos: Antonio Benítez Rojo, Juan Bosch, René Depestre, Eric Williams, etc. Pero este ensayo no pretende agotar todos los temas ni autores caribeños. Mas la mención a los aportes de los martiniqueños de importancia transoceánica, Aimé Cesaire y René Maran, quienes con otros contribuyeron a la introspección y la afirmación de la identidad y reconocimiento de los valores de la cultura negra, quizás ha hecho falta.  No obstante, en una valiosa frase que pudiera ser al mismo tiempo colofón y resumen, Ramos insiste en hacernos saber que “el Caribe ha sido fértil en creación artística y cultural” y que este es “un territorio situado entre la novelística y la historiografía”.

En este libro, la mayoría de los temas que trata se dedican a diferentes aspectos relacionados con Cuba.  Aunque  no menos importantes son los ensayos que dedica a Santo Domingo y a Puerto Rico, que siempre tienen que ver con eventos de la cultura o la historia de Cuba, lo cual destaca las relaciones de hermandad entre estas tres naciones. La conexión cubano-dominicana está presente en dos ensayos relevantes: “Un mismo capítulo en la historia de dos países: Los cubanos en Santo Domingo” y “Presencia dominicana en la isla de Cuba.” Con “Cuba, la isla fascinante, de Juan Bosch” y “Puerto Rico, Eugenio María de Hostos y el ideal antillano” nos entrega las semblanzas del dominicano Juan Bosch y del puertorriqueño Eugenio María de Hostos mediante las cuales podemos adentrarnos no solo en episodios esenciales de sus vidas, sino también en la importancia de estas figuras en el ámbito latinoamericano.

Los trabajos sobre poblamiento de chinos y de canarios en Cuba muestran un manejo de las estadísticas sobre el tema y establece aportes e incidencias de ambas culturas en la economía, la historia y hasta en el léxico de la nación cubana.  La huella de ambos grupos puede rastrearse a lo largo de las más importantes manifestaciones de la vida nacional.

“El conde de Villanueva y el primer ferrocarril de Iberoamérica (1837)”  es un texto que enfoca la investigación entre dos puntos nodales: Por una parte nos presenta el período de gobernación de Vives, con sus estrangulamientos políticos y sociales, así como el crecimiento de la industria azucarera;  y por la otra, la creación del primer ferrocarril iberoamericano (tramo de La Habana a Güines) y su amplia resonancia en la economía cubana, que tanto defendiera el conde de Villanueva. Se valora la figura de este como adalid de la libertad de comercio y como propugnador de obras sociales y públicas (el acueducto de La Habana, entre otras) en una época de efervescencias y disputas entre patricios y gobernadores peninsulares.

El último trabajo del libro, “Los dominicanos y el Español en Quisqueya”, se refiere a la publicación del  Diccionario del español dominicano, publicado por la Academia Dominicana de la Lengua y la Fundación Guzmán Ariza.  De acuerdo con el texto de contracubierta, “en sus páginas se describen más de 11,000 palabras, con más de 14,000 acepciones, 4,250 locuciones y 8,000 ejemplos.”  Esta investigación representa un grande y meritorio esfuerzo por encauzar el caudal de la lengua española en Quisqueya, y en destacar la importancia del trabajo investigativo se concentra Marcos Antonio Ramos. De ahí que el autor dedique  el libro que presentamos esta noche a este hito de la cultura iberoamericana.

Marcos Antonio Ramos ha encontrado la punta de los hilos con que se ha ido tejiendo la historia y la cultura del Caribe. Y detiene su mirada en esos más de cuatrocientos años de historia donde las islas, junto con las ex metrópolis y países vecinos, han estado urdiendo el entramado. Por eso puede decirse que el Caribe tiene en común su eje de simetría, su unidad coaxial que no puede fragmentarse, no puede dividirse sin que su esencia sea alterada o destruida; en fin, su sentido de permanencia como denominador común. Si se me permite el lenguaje figurado, puedo afirmar que estas islas tienen extensas raíces que se tocan en el fondo, y también en la superficie como para darse las manos. Y para mí, esta es la idea temática que rige todo el libro, el concepto medular que Marcos Antonio Ramos ha manejado y ahora  nos entrega. Por eso la razón de su título: El Caribe, siempre el Caribe. 

Gracias, Tony,  por tu dedicación y perseverancia.