Lo que a continuación ustedes leerán no es una crítica literaria, que no estoy capacitado para hacerlo. Simplemente voy a hablarle de una novela que me tocó de manera personal, pues la escribió Marcio Veloz Maggiolo, el profesor y amigo que tantas veces se arriesgó para llevarme, en su carro blanco marca Peugeot 504, al refugio en que a escondida evitaba ser apresado o eliminado durante los doce años terribles que siguieron a la guerra. Aquel libro  lo terminé de leer y así esta anotado en sus páginas, la tarde del 16 de marzo de 1980, cuando sentado en una  banqueta del “Centro Médico Nacional” de la avenida Máximo Gómez, esperaba el nacimiento de mi primer hijo. Una novela, que leyéndola, me hizo sentir que también formaba parte de un conflicto en que no participé, pero del que fui testigo y conocí temprano el significado de la palabra “guerra”, contada en su libro De Abril en Adelante:

“Voy a escribir una novela impulsado—dice Veloz Maggiolo—no sé por qué fuerza sobrenatural; impulsado por el odio y por mi maldito mundo de segunda mano. Mis amigos me han colocado las manos sobre la cabeza cansada diciéndome: “anda mojón escribe una novela (…). Yo jamás he escrito nada de importancia, pero cumplidos los treinta y dos años no se puede hacer de intelectual y quedarse uno al borde del camino. (…). Entonces no tengo otra alternativa que dejar las tertulias del maldito café, del Sublime—ronda de literatos de suplemento dominical—y comenzar a pensar en hacer algo serio”.

Portada de la novela De Abril en Adelante de Marcio Veloz Maggiolo

Así comienza la novela de Marcio Veloz Maggiolo, con la que narró un pedazo reciente de la historia dominicana: el conflicto bélico en que se enfrentaron fuerzas militares conservadoras contra militares y civiles que reclaman el regreso de Juan Bosch  a la Presidencia, y el respeto a la constitución dominicana:

“Son las seis de la mañana y el Ejercito, rebelado, ha tomado totalmente la ciudad. He corrido hacia el comienzo del puente y consigo una ametralladora, una Thompson. Miles de personas llevan fusiles. Ozuna hablaba a los “insurgentes” y encendía los ánimos. La Aviación comenzaba a disparar de nuevo. Sobre los techos de las casas de la ciudad colonial, tomada efectivamente, cientos de  militares que apoyaban la constitución; en las calles gentes de todos los extractos. Hombres con dos ametralladoras colgando del pecho; niños con machetes y mujeres con piedras en las manos. Los “P-51” hacían picada mortífera y descargaban sus ametralladoras cincuenta. Cuando terminaba su vuelo rasante habíamos descargado ya las armas y solo nos quedaba recoger cadáveres y heridos. Sin embargo más y más gente se agolpaba en el lugar. La multitud sabía que las tropas represivas harían su entrada de este a oeste. Se emplazó un gran cañón y pronto aparecieron los de la infantería enemiga. No recuerdo ya el día ni la hora; se me confunde el mundo; sé que si los yanquis no desembarcan la revolución hubiese sido un hecho. Llegaron,  cubrieron las ciudades con alambre de pues”.

Lo que acabamos de leer forma parte del relatado, del primer capítulo de Abril en Adelante, con el que poco a poco el autor se encarga de sacudir las memorias, y de anotar lo que fue aquel período sangriento de la historia dominicana: la Revolución de abril de 1965.

Marcio Veloz Maggiolo.

La novela de Veloz Maggiolo es histórica, cargada de verdades y mentiras; de personajes inventados que recuerdan a otros que existieron en la realidad, en la política; funcionarios-militares, asesinos de expedicionarios;  que nos cuenta la cotidianidad de intelectuales y poetas compartiendo en los bares de la zona que fue sitio de combates, en pleno corazón de la colonial ciudad de Santo Domingo.

El autor, que además de poeta, historiador, literato de los más importantes del país, arqueólogo y profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, aprovechó sus conocimientos y experiencias para contarnos un episodio de la ciudad amurallada, que fue corazón de las luchas contra el régimen dictatorial, y contra los remanentes del trujillismo. De su relato va surgiendo el argumento que le da vida a la obra, tejido con trozos de telas que se remontan a la dignidad de los valientes dominicanos de un pasado, tan lejano como  1605,  cuando el bravo dominicano, mulato Hernando Montoro se enfrentó con las armas a las decisiones de la imperial España, y a los que en 1865, con solo machetes de faena, derrotaron a esa misma potencia en la guerra restauradora. Entretejidos con estos acontecimientos, la represión y el crimen durante la dictadura de Trujillo y el exterminio en la Base Aérea de San Isidro de los expedicionarios del 14 de junio de 1959. El mismo campamento militar que sirvió de zona de agresión y refugio en la parte oriental de la capital, a los líderes militares que ordenaron el bombardeo de los barrios y rogaron al imperio norteamericano el desembarco de sus cuarenta y dos mil marines, el 28 de abril de 1965, para evitar ser derrotados.

Sepelio del combatiente dominico haitiano Jacques Viau Renaud

De Abril en Adelante, publicada por la Editora Taller en 1975, se convirtió en la primera obra, la primera novela publicada sobre la Guerra de Abril  de 1965 en República Dominicana, coincidiendo con la conmemoración de los primeros diez años de aquel hecho, único en la historia nacional del  siglo  XX. En ella está registrada la lucha del pueblo dominicano por su autodeterminación y soberanía; el hilo conductor, “el denominador común”  del que habla su autor, que conecta con un presente en que la represión, la muerte y el miedo se convirtieron en referencia de los que fue el “Adelante” que dio continuidad a los años inmediatamente posteriores al conflicto bélico de abril, herencia maldita de la imposición del imperio en las manos del gobierno de Joaquín Balaguer.

De esa manera, con los retazos de la patria, Maggiolo se adentra de repente en la guerra restauradora, en los hombres descalzos y armados de machetes de faena, que enfrentaron y derrotaron  a la España imperial y poderosa 1865, exactamente 100 años antes del desembarco de las tropas extranjeras, en aquel abril 28 que todavía no se borra y que estamos, por dignidad, obligados a conmemorar. De paso van apareciendo en las 278 páginas contenidas en la primera edición, los pedazos de azarosos momentos dictatoriales, con sus militares abusadores, los perseguidos políticos, las orgias de los hijos del sátrapa con indefensas mujeres, los centros de tortura, y la forma en que en la “Base de San Isidro” fueron asesinados los expedicionarios del 14 de junio de 1959; desde la misma “Base Aérea” de donde despegaban los aviones cargados de bombas destructivas que eran descargadas por las naves conocidas como “P-51” y  “Vampiros”, pero que el pueblo capitaleño en sus destartaladas viviendas, resistía hasta morir.

Comando constitucionalista.

En medio de los relatos históricos repartidos en capítulos, subcapítulos, anti capítulos, complementos y suplementos, que Maggiolo por su condición de historiador inserta con maestría, aparecen las referencias ciertas de la forma en que los grupos culturales, de los que él también llegó a ser integrante junto a los poetas, artistas y escritores que para entonces sintieron y vivieron aquella revolución que algunos han querido silenciar pretendiendo obligar a la negación y el olvido, pero realidad histórica rescatada en De Abril en Adelante, para beneficio de la verdad y de las nuevas generaciones.

Leyendo esta novela se pueden sentir los aviones disparando a la población civil con sus ametralladoras calibre 50, y el bombardeo de los tanque de guerra con sus cañones de 120 milímetros sin retrocesos; desechos adquiridos por el dictador Trujillo terminada la Segunda Guerra Mundial, con sede en el centro de operaciones la Base Aérea de San Isidro y del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), que se oponían a la constitución y al pueblo.

Portada de la ultima edicion De Abril en Adelante publicada por el Archivo General de la Nacion.

El libro de Maggiolo es el prólogo de un conflicto que todavía en 1975 no se había narrado, en el que perdieron la vida más de 4 mil dominicanos en el corto período de cinco meses, sin contar los cientos de desaparecidos y los miles de heridos de balas:

“La multitud se lanzó a las calles. La radio estaba en nuestro poder; recuerdo que subí en el Opel y comencé a recorrer las callejuelas, voceando: ¡abajo el gobierno!, ¡ha caído el gobierno!, ¡a las armas! Los locutores rebeldes se dirigían por la radio al pueblo levantado. Decían que el movimiento armado ha sido iniciado en dos campamentos del Ejército. Por la tarde, cuando entraron en la ciudad contingentes y tanques de guerra para recuperar la emisora, ya el golpe estaba resuelto. Miles de hombres, partidarios del gobierno derrocado derrocaban a su vez al gobierno que los Estados Unidos habían impuesto al pueblo. Centenares de soldados se apostaron sobre los techos de la parte céntrica de la ciudad esa misma madrugada; los camiones repletos de armas recorrían diversos puntos clave de la ciudad repartiendo pertrechos y parque. Pensé que había llegado nuestra hora, nuestro momento de hacer justicia”.

De Abril en Adelante es una novela histórica experimental, en la que el autor insiste en contar cómo y con qué propósito se va narrando cada coyuntura, casi siempre en primera persona. A lo largo de sus trescientas setenta y ocho páginas van desfilando los principales personajes de la obra, integrantes de un ficticio grupo literario en el que todos quieren sobresalir en el campo de la literatura, inmersos en su cotidianidad, embriagados de licor, tarareando canciones de moda, teniendo sexo sin reparo con las novias de los novios que tienen nombres que no se terminan de definir como personajes, pues el personaje principal es la revolución de abril, los demás, simples excusas para contar la historia:

Paco, Persio, Melissa, Raúl, Russo, Ramón, el  Químico, y el coronel Gutiérrez, se van cruzando y confundiendo entre los  personajes y situaciones casi siempre inventadas, pero que realmente sucedieron a personas con nombres y apellidos verdaderos que no son señalados, con sus  responsabilidades, complicidades y delaciones que luego nos enteramos que no fueron tales, sino invenciones del novelista jugando con sus vivencias, con la historia y la ficción, centrado todo en  un conflicto en el que los escritores sustituyeron  las plumas y los libros por el fusil máuser y las carabinas San Cristóbal.

Una obra en la que se van recogiendo las hilachas que sirvieron para tejer aquel laberinto, que conduce como gusano negro misterioso e impredecible, a diferentes momentos históricos con episodios y coyunturas salpicadas de cotidianidad, con las reuniones de los integrantes de los grupos literarios que rumiaban sus memorias en medio del alcohol, el sexo y la música del piano bar del Napolitano, del Sublime, del Roxy o del hotel Embajador: En el proyecto de novela, en que supuestamente se va construyendo aquella historia, está contenido aquello que René del Risco llamó el “viento frio” y que Veloz Maggiolo lo refiere a decirnos:

“Ya realmente no sabes que ha pasado. Dónde comienza la realidad y dónde la mentira. Deberías escribir una novela con todos los materiales que has pensado. Pero de seguro no concordarían, no podrías hacerlos concordar, porque es difícil hacer tantas cosas al mismo tiempo; porque nadie va a creer que  fuera viajero ginebrino, jefe de relaciones públicas, combatiente en la guerra a de abril, director de programas radiales en la capital, miembro de algún grupo literario, todo en un mismo espacio”.

Ser miembro de un grupo literario también tenía su importancia en la guerra, y pertenecer a uno de ellos podía dar prestigio, pero no convertía a nadie en escritor y entonces se cuenta que surgía la crítica entre los que participaban en las peñas literarias: “Mira Paco, no das para literato, te has colado en el grupo porque durante la guerra de abril el grupo tenía también una misión política: podías redactar comunicados y memorándums, corregir cables de prensa allá en el edificio Copello, pero de ahí a escribir cuentos y novelas hay  un abismo tremendo”.

Durante la guerra los intelectuales se reunían en el Cesare, que luego se conoció como el Napolitano, en el lugar aquel en donde se reunían, “con el coronel Francis, nuestro jefe de armas, y con Héctor y con Montes Arache, los coroneles, y cantábamos junto a Enriquillo aquello que compuso Aníbal y que el grito de la lucha armada: a luchar, solados valientes, que llegó la revolución”. Pero de ahí a escribir una novela dice el autor que no. “Nadie vendrá a decirme “anda mojón, escribe una novela”…Realmente no existe estimulo alguno. Habré de imaginarme uno, habré de soportar la mentira de imaginarme uno…. Desde hace tiempo busco colarme entre los grupos literarios. Es el único modo de sobresalir. Publicar de vez en cuando en revistas, hablar mucho de literatura, asistir a las sesiones espiritistas donde te predicen el porvenir…Hacer todo lo que hacen ellos. Lo demás es un intento, un deseo, una profunda crisis sentimental”.

Las motivaciones que supuestamente llevaron a Maggiolo a escribir De Abril en Adelante, como novela histórica, narrando casi siempre en primera persona, y preguntándose en el mismo texto las razones y el contenido del guion que desmarcaría lo que se proponía narrar, y contaba. anotadas en el texto:

“Mi novela desea ser  una especie de mundo en donde se entremezclan diversos momentos históricos”, y muchas páginas después reacciona en los fines pensados y propuestos en las noches de insomnios, discutiendo con sus compañeros escritores:  “¿Por qué escribes una novela? Podrías, por ejemplo, tomar a cualquiera de nosotros como personaje principal. No nos ofenderíamos, desde luego. Todo el mundo comprenderá lo que dices no es cierto”, y un poco más adelante, en uno de los que Maggiolo llama subcapítulos: “que mi interés no es otro que tomar una serie de temas históricos e irlos  paralelizando, buscando su relación, su profunda relación, digamos que indagando su denominador común, su línea general”:

 “Tomó el habano-siempre le habían gustado-y lo encendió. (…). “Lastima grande que en abril del sesenta y cinco tanto come-mierda cogiera el fusil para el asunto del “figurero”, se dijo y pensó en los álbumes cargados de fotografías y en aquellas películas de 8 milímetros que se archivaron luego como prueba de revolucionarismo”. (Fue en esos precisos momentos cuando comenzó a barajar episodios y a mezclar nombres y citas, mentiras y verdades, verdades y verdades. Sólo le faltaba decidirse, buscar un verdadero motivo, inventarse, tal vez, que la pobre Zina era la chispa de su ira y de su decisión. (…). Y esto es el inicio de una serie de pensamientos: Manolo, muerto en las lomas de Manaclas; y las tropas de abril disparando contra los invasores, y antes que nada, la batalla del Puente Duarte y los camiones repartiendo armas en todos los puntos clave de la ciudad”.

Conociendo la verdad de la historia, el autor la disfrazó de mentira: “El Embajador; lo del cuento de Alberto, lo del baile de Russo con su amante millonaria; no es cierto lo de la americana que acompañaba a Alberto, no es cierto lo de Matilde, lo de Melissa, lo de Raúl (…); no es cierto que la italiana haya dejado a Luis; no es cierto que en abril del 65 hubo marines y bazucas?. (…). Entonces por qué decir que podía uno sentirse normal. Mirar y respirar. Hablar de personajes de novela. Pensar en ellos sin novelista ni nada parecido. Imaginarse  el mundo que podría ser, el que es y e l que ha sido, y adelante”.

El argumento central descansa, supuestamente, en la necesidad que sentía el escritor en los días posteriores a la guerra, de escribir su novela, cuyos posibles temas va discutiendo con los pocos integrantes, personajes de su grupo literario, a los que con insistencia quiere presentar los capítulos que van surgiendo, tomando situaciones personales de ellos mismos, de amigos y conocidos, que terminan convertidos en vivencias de otros personajes que nada tienen que ver con los primeros; un poco como lo dejó planteado años después en su novela “Materia prima” (1988), en la que se entrecruzan vivencias-historias-presente-pasado que dan movimiento a su novela histórica, en la que el motivo central resulta la revolución, su cotidianidad, las actividades culturales, los encuentros y tertulias en “El Sublime”, restaurante de la calle El Conde, y la presencia  en medio de la guerra,  de una muerte que  tocaba las puertas de todos pero no se anunciaba para hacerlo; en la que francotiradores desde el techo de “Molino Dominicano”, inmenso edificio enclavado en la margen oriental del río Ozama, disfrutaba asesinando a jóvenes dominicanos. Junto a esto, la batalla sangrienta del 15 y 16 de junio y la lamentable muerte de Jacques Viau:

“!Ahora, fuego, pongan a funcionar las cincuenta! ¡Fello, carga la ametralladora de nuevo! ¡Míralos, ya bajan hacia el fuerte de Santa Bárbara! ¡Fuego, coño, fuego!…Dame el fusil, compañero dámelo! ¡Tienes miedo no no sabe disparar! (…). Cruza Jacques Viau montado en una estrella-¡Ahora vamos a emboscarlos, compañeros, ahora! (…). La noche es bien oscura, póngannos los fusiles en el piso y armemos la bazuca, presiento que hoy comienza el bombardeo…Pero Jacques, ¡Está loco! (…). Son las ocho de la mañana y llueven granadas y morteros”.

Pienso que la muerte de Viau enlutó por décadas al movimiento cultural constitucionalista.  En la obra se siente la forma en que el  poeta haitiano, que también lo fue dominicano, se encontró de repente con la muerte.  El poeta haitiano que de frente, se ofrendó luchando por la  libertad de los dominicanos:

“Pasa Jacques Viau montado en una estrella y abajo nadie duerme, ni los niños. Y abajo nadie duerme. Todos están despiertos. (Ay, Ay, mira Juan, los malditos gringos le han quebrado  las dos piernas!). Todos miran a Jacques cruzar rumbo al oriente por el cielo la tierra y el hombre invadidos entre los helicópteros—Y dime, Ramón, ¿qué más?: ¿Cómo no voy a llorar, como no voy a llorar, pensaste….”

Al final, después de la lectura, no sabremos si también terminamos contaminados del “viento frio”, el que afectó también a la generación de posguerra:

“¿Sabes que también estoy harto de este círculo vicioso?…Lo peor de todo es que presiento que no podré salir de él sino se produce la otra guerra, la que esperamos, la definitiva; por lo demás temo siempre a los mismos a mi lado (…). Perdona Paco, que interrumpa mi critica a tus capítulos, pero pienso que el pueblo no ha olvidado esta guerra tremenda. Treinta y seis horas de fuego sobre la ciudad colonial. Sus cañones eléctricos de 105 milímetros ladrando constantemente, vomitando su aliento mortífero sobre iglesias y torres coloniales, despedazando los más viejos monumentos coloniales de América. Habían violado ya a la más vieja universidad del Nuevo Mundo; habían metido sus casas de campaña en medio del Alma Mater; y no hacían otra cosa que cagarse en nuestros predios y bañarse desnudos en nuestras calles. (…). Desde aquel cerco se inició la desbandada. Solo quedamos los justos, los precisos, los de conciencia clara. Sabes que me  opuse rotundamente a que se dejarse salir  la gente de la ciudad cercada”.

De Abril en Adelante, Marcio cuenta una historia que duele; pero en aquella generación, en sus luchas y en sus muertos, quedó sembrada la esperanza de vivir en una República Dominicana mejor. Esta novela, se lo dije al comenzar, me tocó de cerca. Ojalá y puedan ustedes también adentrarse en ella y ser parte de los lo que vivieron, lucharon y sufrieron en aquella guerra contada De Abril en Adelante, que presiento todavía no termina.