SANTO DOMINGO, República Dominicana.-A propósito de las protestas generadas por el asesinato de Geroge Floy, a manos de un policía en los Estados Unidos, y con motivo cumplirse el aniversario 80 de la publicación del cuento Luis Pie, de Juan Bosch, el escritor y teatrista Emil Matos, escribió  una reflexión sobre este aporte del gran escritor y político dominicano.

Emil Matos. Es escritor de cuentos y teatrista.  Sus textos han sido premiados en el Concurso de Cuentos Radio Santa María y en los de la Fundación Global, Democracia y Desarrollo (Funglode).  

 Luis Pie, el alegato antirracista de Juan Bosch cumple 80 años

El asesinato de George Floyd el 25 de mayo pasado ha despertado la conciencia del mundo sobre el racismo estructural presente en muchas sociedades occidentales. Se ha equiparado el signo de su muerte al despertar que sobre el acoso sexual supuso hace apenas un par de años el movimiento #MeToo», en español: «Yo también». El hashtag #BlackLivesMatter, en español:  «Las vidas de los negros importan» inunda las redes en este momento.

En nuestro país se han alzado algunas voces cuestionando el racismo dominicano; se ha señalado como causa de las múltiples distorsiones identitarias del ser dominicano, así como del antihaitianismo histórico.

El grito agudo de Luis Pie, su tragedia existencial, resuena hoy como la súplica de George Floyd en las calles de Minnesota: el negro haitiano tampoco puede respirar

La literatura dominicana ha abordado la cuestión en diversas ocasiones. El masacre se pasa a pie, la novela de 1973 de Freddy Prestol Castillo es considerada la novela por excelencia sobre el genocidio de 1937, punto culmine del nacionalismo antihaitiano de factura trujillista.

Dentro de esa producción mínima se destaca un cuento de Juan Bosch: Luis Pie. Publicado por primera vez en 1940 ([1]) Luis Pie cumple 80 años y lo que se narra allí constituye un retrato crudo y valiente (habían pasado apenas tres años de la masacre de 1937) del antihaitianismo racista dominicano que tanto nos empeñamos en negar.

Luis Pie es una historia desgarradora, que retrata las múltiples formas de la violencia racial sufrida en nuestro país por la población negra haitiana a lo largo de los siglos XX y XXI.

Enfebrecido por la infección de una herida en el pie derecho, un cortador de caña haitiano busca desesperadamente una salida del cañaveral. Enciende dos fósforos para tratar de ver la herida, quiere asegurarse que no se trata de algún maleficio. Pero entonces se desata un incendio gigantesco. El destino desgraciado del negro haitiano en tierra dominicana queda entonces sellado.  Apelando a sus últimas fuerzas, Luis Pie grita hasta casi perder el conocimiento y su grito desgarrador nos lacera el alma y cuando está a punto de sucumbir, al fin, le escuchan los buenos dominicanos.

Pero, ¿quiénes son?, son los empleados del Central, son los guardias que vigilan a los cortadores de caña, son los blancos, dueños de las grandes plantaciones azucareras; es el mismo Valentín Quintero que antes ha pasado en su Ford y ha arrojado el fósforo que ha provocado el incendio. Sin preguntar, sin investigar, sumariamente y casi por defecto le han declarado culpable del incendio y antes de que él mismo se dé cuenta, comienzan a golpearle, a vejarle y a conducirle al paredón: le llevan como a un Cristo negro por un viacrucis interminable que se detiene apenas un momento al encuentro de su familia: sus tres vástagos, que derraman lágrimas de sangre frente a su padre.

A ochenta años de su escritura, Luis Pie, se revela como la crónica de una injustica perpetua. El viacrucis del negro haitiano en la tierra dominicana; el relato de su odisea que le lleva a cruzar las montañas, atravesar el Cibao y llegar hasta el Este, especie de Tierra prometida para los obreros de la caña; lugar donde en realidad van a morir.

La tragedia de Luis Pie no es sólo la del negro que se ve injustamente condenado, sino la de un hombre engañado, un hombre al que obligan a confesar un delito que no cometió en una lengua que no domina.

La tragedia de Luis Pie es la ausencia de ese buen dominicano que debía salvarle, que debía llevarle al Batey. La tragedia de Luis Pie es también y sobre todo su color de piel, uno que lo condena irremisiblemente a la muerte.

A ochenta años de su escritura, la atroz actualidad de esta historia nos sigue golpeando el corazón como un mazo. El abominable racismo que mueve a los personajes sigue hoy presente en la sociedad dominicana como si fuera 1940 o 1937. La xenofobia y la discriminación contra los haitianos sigue prácticamente inalterable en la República Dominicana de nuestros días. Sus hijos, nacidos en bateyes, campos, barrios y ciudades, siguen marginados y enfermos; vejados, violentados, perseguidos, discriminados y en muchos casos, desnacionalizados.

El grito agudo de Luis Pie, su tragedia existencial, resuena hoy como la súplica de George Floyd en las calles de Minnesota: el negro haitiano tampoco puede respirar.

[1] Originalmente publicado en la Revista Carteles (14 de enero de 1940), págs. 17-18; el cuento se editaría de nuevo en Cuba en la colección Ocho cuentos (La Habana: Edición del autor, 1947, 132 págs.); y finalmente se integraría en el volumen de Cuentos escritos en el exilio (Santo Domingo: Librería Dominicana, Colección Pensamiento Dominicano, 23, 1962, 255 págs.) que Bosch no publicaría hasta el fin de la dictadura, en 1962.