Dialogo entre Andrés Merejo (A.M) y Luis O. Brea Franco (LOBF)

A.M.: Su libro entorno a la filosofía  nietzscheana me sirvió de referencia para darle un giro a mi trabajo filosófico  de investigación sobre el ciberespacio, específicamente en el subtema “Nietzsche entre la ciencia y el ciberespacio” de mi ensayo filosófico La República Dominicana en el ciberespacio de la Internet(1995-2007) donde digo como  en el discurso de Nietzsche existe una valoración de la ciencia, a la manera como usted lo plantea en esa obra, en cuanto a que la crítica de ese filósofo descubre  como la ciencia moderna es una interpretación entre otras muchas posibles.(…) y entiende la ciencia como superación del carácter manipulador, técnico, de la interpretación vigente en la ciencia moderna. ¿Realmente la mirada nietzscheana sigue en esos alcances?

Andrés Merejo y Luis O. Brea Franco

Luis O. Brea Franco (LOBF). : Apreciado colega Merejo creo que aciertas cuando describes la visión de Nietzsche sobre la ciencia moderna en tu trabajo de referencia.

Como he insistido en estas breves consideraciones, para el filósofo alemán es esencial constituir y desplegar una lógica del sentido.

En mi texto sobre nuestro pensador esbozo un acápite sobre la interpretación que él elabora sobre la ciencia moderna y allí señalo, que él estima que esta, a diferencia de lo que de su trabajo piensan los científicos que las cultivan, no explican sino que simplemente describen. Para lograr este resultado se hace necesario la utilización de un instrumento que tenemos a disposición los humanos, desde hace milenios, para cumplir tal descripción, las matemáticas, entendidas en sentido lato.

Para mejor comprender que significa este instrumento, el pensador se cuestiona ¿qué es el número? Y enseguida responde: el número es el adecuado instrumento para poder empoderarnos, hacer cognoscible y manejable el mundo. Comprendemos en la medida en que podemos contar, es decir, en la medida en que podemos percibir en los hechos, –que para el filósofo son relaciones de fuerzas–: constancias, reacciones, variables, fracciones, funciones, derivadas, multiplicidades respecto a los posibles modos de relacionarse de lo conocido con lo desconocido.

A través de la lógica de las matemáticas podemos percibir y mostrar, que nuestro modo de pensar se fundamenta en establecer relaciones entre algo conocido, percibido e interpretado como algo concreto, como fuerza determinada, y algo abstracto que nos resulta desconocido como potencia, o dicho con mayor propiedad, como fuerza cuya potencia desconocemos.

Describimos mediante la creación de conceptos y es mediante el número y sus posibles modos de establecer y definir relaciones a través del operar según los modos canónigos de establecer relaciones de su lógica intrínseca, que algo ignorado lo relacionamos y descodificamos mediante una relación, operación, función o derivación, creando mediante el establecimiento de un vínculo, o su negación, un elemento conocido, la descripción de un estado de fuerzas, de su entramado.

La idea de relación, en sentido lato, es el fundamento de la matemática, y por ello las matemáticas son útiles para relacionar algo conocido con algo por conocer.  Las matemáticas son funciones de relaciones y como tales se conforman en formas de series de vínculos concatenados.

El número es la cifra del ser, del sentido. En la ciencia moderna a través de la función de relación de fuerzas que es el número, se establecen cadenas de nexos, que nos muestran posibles modos como articularía el ser si se producen determinadas condiciones y concurrencias de fuerzas, tensiones o direcciones que actúan en todo momento como el vínculo que en-laza, re-lata, co-ordina, contra-pone algo dado con algo otro.

Hegel

A.M.: Siguiendo su discurso sobre el filosofar  nietzcheano, en el texto que escribí, relacioné el libro “El crespúsculo de los ídolos” de Nietzsche con algunos puntos expresados  en las cumbres mundiales sobre la Sociedad de la Información (CMSI, Ginebra, 2003 y Túnez, 2005). En estas cumbres  se abordó la formación de las personas a lo largo de la vida, en el que la innovación, los cambios no permiten moverse en esquemas prefijados y conforme a una finalidad. En el día a día la formación de los sujetos será permanente, vitalicia. Estas reflexiones de la formación a lo largo de la vida y sin en ese finalismo, que  pretende fijar metas más allá del momento, del aquí y el ahora, en que fluyen la información, el conocimiento, ya la había reflexionado Nietzsche en el texto referido, cuando  arremetía en contra de la educación superior: ”Nadie tiene ya la libertad de dar a sus hijos una educación noble en Alemania actual: nuestra escuelas superiores están orientadas, todas sin excepción, a la mediocridad más ambigua, con los maestros, con lo planes de estudios, con las metas didácticas. Y por todas partes predomina una prisa indecente, como si algo se estuviera desaprovechando (…)”. Más que profesiones, Nietzsche aboga por un espíritu de “vocación” para el cual hay que tener tiempo y tomarse tiempo.

(LOBF).: Me complace estimado Andrés que traigas a colación estos dos temas, la referencia a uno de los más importantes textos de Nietzsche y el problema de la educación permanente que se ha de exigir en nuestro tiempo por necesidad, sin excepción, para poder estar al día con el desarrollo del conocimiento y de los nuevos modos de vida y de eventuales comportamientos.

Antes de pasar a tratar estos puntos, quisiera recalcar algo referente a su metodología, que en nuestro filósofo me parece fundamental.

El punto es este, que en su pensamiento se hace necesario que la metodología adoptada para descodificar la vida y los posibles modos de cumplirse, –que aparecen servidos como conocimiento en sus múltiples facetas y como experiencia de ser histórico–, debe alcanzar a describir las formas de los diversos modos de ser, de consciencia o interpretaciones, que abarcan desde las más simples, discretas, ingenuas, es decir, desde las casuales y aparentes posibilidades de ser, hasta las más  sistemáticas y complejas perspectivas. El trabajo del filósofo consiste, si me permites una metáfora, en taladrar los hechos, destruir lo aparente, romper lo que encuentra, o como el mismo Nietzsche señala en sus últimos escritos, filosofar con el martillo.

Nuestro pensador no es sistemático, no es un Hegel que elabora pacientemente su Fenomenología del Espíritu. Nietzsche escarba, hurga, desentraña según va descubriendo los falsos modos de ser, y es entonces cuando da el golpe para descubrir el veneno o la pureza de un modo de ser. Es por su asistematicidad, que deriva de su ir descubriendo cuando aparecen formas nuevas de mentiras en sus aforismos, que tienen una secuencia pero no una concatenación deductiva, que se le considera contradictorio. Pero lo que unifica todo su pensamiento es su metodología, su modo de ver e interpretar el ser. Lo fundamental en Nietzsche, para mí, es su óptica, que es lo que constituye su metodología.

Sus interpretaciones imponen de manera incesante las más intrincadas posibilidades de libertad creativa y conducen a educar para suscitar la emergencia de competencias inéditas y capacidades renovadas para realizar cambios ininterrumpidos de perspectivas gnoseológicas, psicológicas, sociales, antropológicas, ecológicas, etc.

Aspira igualmente, a aprender, a pretender, postular y explorar la ampliación de horizontes inmanentes, abiertos, infinitos en cuanto a diversidades e identidades, en planimetrías de actitudes materiales, sensibles, emocionales y neuronales, donde situar posibles descubrimientos situacionales y renovados fundamentos del conocer y el hacer, del vivir y convivir.

Tras ese paréntesis, ahora, entro en tema. Nietzsche en año 1888, en un fragmento póstumo donde establece el último plan para elaborar el que habría de ser su libro más importante, pero que al final desiste en armar desde sus apuntes, La voluntad de poderío, incluye, en el que sería el cuarto libro de la obra, que piensa titular El gran mediodía, la siguiente frase guía: Los principios de la vida. “Jerarquía”. Esta frase dice mucho.

Nietzsche, para llevar a cabo la Transvalorización de los valores dominantes debe alcanzar realizar esta convicción: “(…) Lo esencial “en cielo y tierra” es, según parece, para decirlo otra vez, obedecer por un largo período y en una única dirección: dado que es así que ha prosperado todo por lo que vale la pena vivir en la tierra, por ejemplo, la virtud, el arte, la música, la danza, la razón, la espiritualidad, algo transfigurante, refinado, delirante, divino.”

Nietzsche en ese mismo texto señala como ejemplo de como se puede ser fiel a ese obedecer. Se debería ser fiel a una tiranía de reglas caprichosas. Ejemplo de esta tiranía que cree necesaria obedecer para llegar a la plenitud de algo, es lo que hace que el lenguaje adquiera su perfección en cuanto a vigor y libertad por efecto de la coacción: la métrica, la rima y el ritmo. Y concluye al señalar que si Kant quisiese darle una forma plenamente universal a su imperativo categórico habría que postular que: Lo que es respetable para mí es que sé obedecer, y no debería ser de otra manera para Uds.

Nietzsche

La única manera para alcanzar maestría es limitarse voluntariamente a unas reglas caprichosas. Nuestro pensador es filólogo de profesión. Y nunca abandona lo aprendido en su metodología. El filólogo no puede inventar, debe de tratar ser fiel al texto que trata de reconstruir, rescatarlo en su prístina versión. Ser fiel al texto es la base de su modo de ver el mundo. Pero para reconstruirlo tiene que desentrañar la expresión de que se trata y seguir las reglas de la métrica del texto original. Esto es lo que alcanza Mozart con la reglas de la música, o Goethe con la configuración del verso en su poema mayor, Faust, o Nietzsche logra expresar en su Zarathustra.

Tendría que recalcar que para nuestro filósofo lo que es lo verdadero con respecto al conocimiento es que éste se constituye como lo que sirve y actúa para el incremento de la vida. Y Subraya respecto a esto que, no alcanzamos a entender cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza.

Para nuestro pensador, el entendimiento solo es capaz de servir a la vida; es un instrumento para el desarrollo de la vida humana como tal, y nada más. Ahora podría afirmar –actuando con suma rigidez y renunciando a la diversidad para alcanzar una visión condensada conceptualmente–, que todo el sentido de la obra de Nietzsche y su metodología para afrontar los temas de qué trata, se puede resumir entre los años del 1875 al 1886, es decir, desde Humano, demasiado humano, vol. I a Más allí del bien y el mal, en dos capitales aforismos, el 225 de Humano, demasiado humano, donde Nietzsche define por vez primera lo que considera como El espíritu libre, hasta confrontarlo con el aforismo 188, de Más allá del bien y el mal, donde explica que toda jerarquía consiste en obedecer una tiranía de reglas caprichosas. Textos que abarcan el despliegue del pensamiento nietzscheano durante once años.

Volviendo al escrito que citas, El crepúsculo de los ídolos, esta es una de las más importantes obras de Nietzsche. El lo confiesa en múltiple cartas que dirige a sus íntimos desde los días en que concluye su redacción en septiembre del 1888 hasta su impresión en noviembre del mismo año. Explícitamente dice en carta dirigida a su editor del 7 de septiembre del año de referencia: Este escrito, cuya extensión no es considerable, acaso pueda producir también el efecto de abrir algo los oídos  para oírme.  También apunta, Es una completa introducción de conjunto de mi filosofía, en carta del 9 del mes y año de referencia, dirigida a su amigo Carl Fuchs. Mientras que en misiva a Paul Deussen del 14 del mismo mes, le confiesa que la obra contiene una expresión muy rigurosa y sutil de toda mi heterodoxia filosófica.

Nótese bien. El mismo Nietzsche sabe que no es un libro didáctico el que ha apenas concluido. No es un manual para uso de aprendices. Es un libro que debe ser estudiado más que leído, y que como estudio, debe de ser interpretado con la ayuda o asistencia de un estudioso, de un avezado especialista de su pensamiento. Recuérdese: es una obra rigurosa y sutil.

La obra es compleja, muy articulada y plural, para insistir en algunos temas es la única obra del período de que se trata que toca temas contemporáneos a él, y vuelve a examinar puntos que trató en algún momento anterior en textos reconocidos, y que retoma, para darles una conclusión explícita. Entre estos, está la imagen que proyecta de la personalidad de Sócrates, y la vuelta que hace para tratar definitivamente el tema de la verdad y la mentira.

Nietzsche

Ofrece una visión mesurada y positiva de su patria alemana, y la juzga con serenidad y sin aspavientos, como sucede en escritos anteriores y posteriores –Ecce homo–;  y sobre todo, vuelve a tratar de  manera espléndida el tema de la educación, –tal como lo subraya en tu pregunta– que ya había tratado con cierto idealismo y esperanza de que ocurriera una gran transformación a través de la que suponía sería una gran revolución cultural propiciada por las ideas y obras de Richard Wagner.

Eso ocurre en los años del 1870 al 1876. La visión que plantea en 1888, es genial y creo se aplica a toda educación que quiera anteponer al ser humano por sobre otro esquema formativo técnico, utilitarista. Con sus consideraciones sobre la educación me parece que Nietzsche alcanza en estas páginas la categoría de padre fundador de un autentico humanismo que podría integrar las capacidades fundamentales del ser y hacer humano.

En un libro mío, publicado en 2015, titulado Global y diferente, editado por la Editora Nacional, rindo homenaje y trato con detenimiento sobre estas consideraciones de Nietzsche en torno a la enseñanza en general y a la enseñanza de la filosofía en particular, y allí las relaciono con los principios, peripecias y frustración de la Escuela Hostosiana, entre nosotros.

Nietzsche trata de que toda escuela se concentre en enseñar al ser humano lo esencial: “Hay que aprender a ver, hay que aprender a pensar, hay que aprender a hablar y a escribir: la meta en esas tres tareas es una cultura noble.”

En esta expresión veo resumida, por parte del pensador alemán, tu preocupación, que es la mía, respecto a la necesidad, que planteas, de que todo tipo de educación debe de ser un conocimiento continuo.

Nietzsche insiste en que durante toda nuestra vida debemos estar abiertos a las nuevas forma nuevas de vivir y ser, que debemos tratar de una manera creativa de aprender a ver, a pensar, a hablar, a leer y a escribir.

El método que nos aconseja asumir es una práctica que se deriva del haber aprendido a ver: como discente en general se habrá hecho uno lento, desconfiado, reacio. A lo ajeno, a lo nuevo de todo tipo solo se le dejará que se acerque con una calma hostil, se retirará la mano cuando se aproxime. El tener todas las puertas abiertas, el sumiso echarse por tierra ante todo hecho pequeño, el meterse dentro, el lanzarse de lleno hacia dentro de otros y de lo otro estando dispuesto a saltar hacia ahí en todo momento, la famosa «objetividad» moderna, en suma, es de mal gusto, es innoble par excellence.

A.M.: Son muy agudas esas reflexiones que usted hace sobre la filosofía de Nietzsche, específicamente sobre las tres tareas que necesitan los educadores según este filósofo: El ver, “habituar los ojos a la calma, a la paciencia, a dejar que las cosas se aproximen a él”. Con relación al pensar, al hablar y escribir estos han de ser enseñados como el bailar. “Ciertamente no se puede suprimir de la educación noble el bailar en todas sus formas, el saber bailar con los pies, con los conceptos, con las palabras; ¿he de decir todavía  que se ha de saber  bailar también con la pluma que se ha de aprender a escribir?”. Estas ideas nietzcheanas son muy bien trabajadas en ese texto tuyo titulado Global y diferente.