José Rafael Sosa, especial para Acento.com.do

CANNES. Riviera Francesa.   Sin duda que alguien traicionó al cine. Love es una mala jugada con cartel cinematográfico. Es un pasadizo por la puerta de atrás, santificado por el marco de mercadeo que ofrece un festival como éste, el más prestigiado del mundo.

Realizada nada menos que en 3-D para incrementar su planeado efecto de escándalo y democratizar el derecho al morbo excesivo,  Love  ha conquistado ambas  metas. Pero Gabriel Noel, director argentino nacionalizado en Francia, traiciona el cine de arte cometiendo el peor de los crímenes: aparentar que lo es.

Lo que es admirable en Noel, es su coherencia porque ya dejó visos de su actitud hacia los instintos  y la violencia cuando entregó  Irreversible (2022), en que incluyó una escena tan violenta  que hubo gente que salió de la sala, sin referir  su drama  Enter the Void, que también se  presentó en Cannes en 2009,  como una  odisea de drogas, y que produjo trances y desconciertos entre los sorprendidos cinéfilos.

En Enter the Void, (premiada en el Festival de Cine de Stigles),el director lleva al espectador a conocer el un coito desde el interior de una vagina y en  ’Irreversible',  se presenta una escena de violación  (que involucra una convocatoria a imitarla) con un nivel de salvajismo  como no se había hecho nunca.

Las filas para recoger los lentes y mirar en tercera dimensión una producción que no lo es, ausente de diálogos que transmitan  alguna historia, con una exposición de escenas de sexo  descarnadamente explícito, justificando únicamente la puesta en común de  sexo de pareja y en tríos, presentando relaciones con transexuales (quienes tienen como todos los seres humanos derecho a su sexualidad, pero no al punto de convertir su exhibición en un espectáculo de paga, tal cual será Love) e incitando al consumo de drogas.

Desde luego que todos los seres humanos adultos hacemos el amor, y no tiene nadie, por muy director franco-argentino que sea, a utilizar el hecho para hacer  boletería cuando el arte del cine ha dejado sus espacios al interés por los cuadros de boletas vendidas.

Para verla, hubo filas y empujones,  roturas del ambiente regularmente solemne de las presentaciones fílmicas a la prensa. Se buscaba crear ese efecto y que esta plataforma mundial, lanzara a Love a la conquista de las taquillas del mundo.  Ver películas XXX puede resultar más económico y mucho más efectivo, logrando el mismo resultado que ver Love.

Como si no fuera poca la decepción que produjeron las 50 sombras de Gray, ahora nos re-editan en 3-D eyaculaciones que parece nos van a caer en el rostro.

Hay películas que no tienen sentido de estar aquí, si se les piensa a la luz de los criterios de un festival como el de Cannes. Cintas que puede ser parte de una industria del porno y que tienen público asegurado, sin tener que venir a vender gato por liebre, al punto más alto del cine de arte e independiente.

Love es una mala jugada con cartel cinematográfico. Un amaraco  audiovisual que nos vende morbo vacío a cambio de dejar nada en el concepto. Sexo por vender sexo, filmado con buena tecnología y estrenado en un festival de nivel mundial. Algo no encaja en este caso. Y no tengo idea de lo que pueda ser.

Que la vea quien quiera y pueda. La censura lo que puede hacer es acreditarla en la demanda del público. Pero queda un mal sabor inexplicable con aroma de Cannes. Una mala jugada   a la vocación que yace en cada director de lograr trascendencia a partir de la calidad.

Que nos perdonen ignorancia e hipocresía conjuntas, pero Love no era el lugar para Cannes.