Con ese halo de misterio que siempre imprimen a sus vidas, los contados cocolos que he conocido, abre lentamente el mediano cartapacio de cartón para mostrarme una serie de fotografías, aún no expuestas, tomadas en el archiconocido Central Park de la ciudad de New York.
José Thomas Kingsley, fotógrafo dominicano hijo de inmigrantes de Islas Turcas, Ingeniero Topógrafo que decidió un buen día dejar el pesado Teodolito por la cámara fotográfica. El artista visual aún tiene grabada en su memoria el inicio de su interés por la fotografía; siendo un mozalbete, en pleno conflicto bélico de Abril del 1965 y dentro de la zona ocupada por las tropas invasoras norteamericanas, encontró en un basurero su primer aparato fotográfico, una vieja cámara Agfa que se constituyó en el eslabón que lo ataría apasionadamente de por vida a la fotografía artística. Su discurrir para la consecución del profesionalismo alcanzado en la fotografía, lo obliga a tomar cursos, participar en actividades de grupos fotográficos, como el emblemático y ya desbandado “Fotogrupo”, que en su momento más esplendoroso estuvo bajo la dirección del maestro de la fotografía dominicana Wifredo García (1935- 1988). Kingsley ha sido galardonado con varios premios en importantes concursos fotográficos nacionales, siendo además reconocido por su productiva trayectoria como docente universitario de varias asignaturas del medio fotográfico.
Las fotos extraídas de la carpeta, revelaban la faena de largos y numerosos días de sesiones fotográficas efectuadas en el Central Park, un área de la ciudad de New York enormemente desconocida en sus interioridades para muchos citadinos de esa gran metrópolis. Ese principal pulmón de Manhattan, con sus cuatro kilómetros de largo por 800 metros de ancho, sus 7 lagos, 36 puentes, 31 esculturas, 101 hectáreas de jardines y bosques con más de 270,000 árboles y arbustos, se convirtió en escenario del trabajo de este fotógrafo dominicano, quien equipo en ristre, plasmó en iconografías idílicas los treinta y seis puentes de ese emblemático parque neoyorquino.
En el extenso discurrir de disímiles movimientos artísticos, los puentes, esas estructuras de arquitectura e
ingeniería que tienden a unir espacios distanciados, han sido plasmados en incontables obras por diversos artistas visuales; basta recordar algunos cuadros de Maurice Vlaminick, André Derain, Salvador Dalí, Vincent Van Gogh ó el famoso puente japonés del jardín de Claudet Monet, que inspiró más de una decena de sus pinturas, y que aparece en escenas de la película “Medianoche en París”, del director cinematográfico Woody Allen, para comprender el magnetismo que impulso a Thomas Kingsley a consumar este proyecto visual.
Sus conocimientos cartográficos posibilitaron la tarea de ubicar con exactitud, en el extenso terreno del parque, los recónditos puentes; subsiguientemente, el uso de cámara fotográfica con tecnología digital infrarroja para capturar las imágenes de estos, y posteriormente positivarlas a blanco y negro, alcanzando una secuencia de fotos de inconmensurable calidad y valor estético, en donde los contrastes y finas degradaciones tonales que dan las ricas variaciones de grises, aunados a la inmejorable composición de cada escena, consigue en su conjunto una secuencia sensual digna de las mejores antologías de la fotografía contemporánea.
La atmosfera atrapada en estas fotografías del artista, remontan a visuales oníricas de siglos pasados, en donde la poesía visual fluye envolvente para transmitirnos un aire de armonía y paz, que segrega la propia naturaleza del espacio de esparcimiento en la gran manzana.