Por fuera de las difíciles cuadraturas de las generaciones, y sobre todo de poetas, Plinio, 1959, y Reynaldo, 1980, a quienes conocí en el reciente IV festival de poesía de Santo Domingo.

Los tenemos ahí en el cuadrilátero, con el poeta Alexis Gómez Rosa, en el arbitraje multilingual, entre las persistencias de la forma del amor cónico de Plinio, cabeza de turco kurdo, y el humor con ventajas inimaginables de Luis Reynaldo, creando un estilo depurado de confrontaciones aforísticas; podríanse reflejar en la campaña momentánea de lo que se escribe ahora en la poética latinoamericana (caribeña), no muy lejos de sus maestros y sus oficios divinos, tratándose de ladronzuelos tocando la puerta grande de los barroquistas, que no dejan entrar, y los poemas de héroes, que si fueron, como Martí y Hostos.

Lo mejor de estos poetas es su humor en el trato, el que tiene que dar cobertura para continuar, no importa que abjuren de su obra pasada, en una estética, que sin ser dominicana, salga de los claustros académicos, hacia el panfleto y su acidez. La múcura pesada, llena de libros de poesía, para el encierro del poeta en su plazoleta solitaria.

Y es que la solemnidad tiene que ser bucólica, loca y locuaz como sus malditas referencias históricas, o dejar que regresen los nuevos piratas a pedir sus monedas de oro para el desgaste de sus personalidades en un espacio que es maldito, a falta de caricioso, como deberían ser sus poetas, ahora distribuyendo en el poder su lucidez ante la sorna de las dictaduras en el inconsciente, que se vienen por el falso origen y sus herencias, que no son exactamente las de los Borgias, esa frágil decisión de espanto.

Una muestra de sus poemas, para unos lectores roedores, que se comen todo lo que sea queso costeño salado. Si con todo ese coco que hay en la isla, no transmuta hacia el colorido festivo de la escritura, que los deporten, digo a los cocos, para la franja haitiana, ávida de poder.

Plinio Chahín al que le dije Pedro, sin interpelarme, porqué yo sin ser nadie, colaboraría hacia la depuración del verbo, no importe que  esté posesionado, designado a las cuatro esquinas de un plantel, que mira a la poesía, sin nadita que hacer en los negocios internacionales… y Luis Reynaldo, que trabaja como editor de publicaciones independientes, con su percepción de satánica verborragia hacia los perros de Caronte, por decir algo chevere.

Plinio Chahín

I

Plinio Chahín

El pensamiento es la consumación de la carne

Las ruinas poseen la circularidad de la locura

Su esfínter descompone honduras gnómicas

Levitan lívidos tántalos disímiles

Como visiones que suben al concepto

Y organizan cerebros en la Idea

¿Qué meandros  incuban los amantes

Equidistando sus labios?

Instante instante

El placer solventa delicias a los cuerpos

Con sobrios caldos de suicidios

Que transfiguran sobre el pecho el silogismo del gozo

El pensamiento es la consumación de la carne

2

La naturaleza poética no es espontánea

O la intuición razón suficiente

-En el lenguaje dos cosas análogas

Y recíprocas se tautologizan

Por necesidad el sin sentido es el placer

3

El origen es fotografía de la Imagen

La cámara de gas es el escenario

Donde escapan los amantes

De la mirada zurcida del reloj

Manías locuras de mi amiga de mí

Escuchar cínicas historias

Sobre el hojeado vaso esparcido sobre el yodo

Él está ahí fumándose el miedo

En el vórtice del seno

Él no sabe que se juega la distancia

El pensamiento en la materia

Razón de existir

Cronométricamente sobre el dedo

A dos de cama en horcajadas

Es ella el ditirambo hojarado

En promontorios físicos del alma

Vídeo de la vida en arrojados

Films en proyectado inverso

4

Sólo manos piensan

Cuerpos que arrojan imágenes al lecho

Libidinal dialéctica de géneros

Que un hombre interpreta en lo absurdo del amor

Y caricaturiza con sabuesos volatineros

La nerviación esférica del miembro

5

Ven, domadora del hombro gravitante en el encuentro,

baile de los ritmos sagrados y círculos de furia y torbellinos.

Aparta ya la copa ebria del remordimiento y el odio,

bacante del látigo retorcido y sustancia que circula

en druidas, simientes de la incógnita ragazza

fruto tranquilo y fragancia

del jinete que muerde

la fecundidad y el arco alborotado de la piel.

Danza melancólica, temible arpía en tentaciones exultantes,

principio entrevisto, oblicuidad y carga

en efusión perfecta.

Has venido a entregar el frenético fondo de lascivia horizontal,

cintura de tus ríos

en el llanto helado que escucha tornasol,

cuerpo excitado en el aliento.

 

Luis Reynaldo Pérez

Vital

Luis Reynado Pérez

Para el árbol, la medida del tiempo
son las hojas caídas.

Para el pájaro, la medida del tiempo
son los cielos surcados.

En cambio, el hombre mide el tiempo en nombres
que, vacíos, ruedan en la memoria.

Al cerrar los ojos escucho el respiro de las cosas

Como quien palpa el infinito a cada paso
así camino en la oscuridad
al ritmo acompasado de la respiración del árbol
que fatigado por el verdear de los pájaros
lanza estertores cansados sobre la noche
o el jadeo de esta casa polvorienta
que se resiste  a ser demolida por los recuerdos.

Con los ojos cerrados,
palpando la nada
escucho mi propio jadeo de animal cansado.

Aún respiro

Tal vez porque aún traigo en los bolsillos estas palabrasperras
que muerden rabiosas el horizonte
o acaso porque mi nombre se resiste a pacer herido de niebla
a yacer tendido entre alfileres y hormigas
no quiero padecer sed entre la tierra mustia
tal vez por eso este empeño de no acariciar a la rancia muerte
no quiero comer la semilla de espanto
y volverme un cadáver hueco
una estación de huesos floreciendo gusanos
un aullido que rasca las raíces húmedas

¿podrá  mi voz medir el palmo de suelo que le tocó?
¿será acaso capaz mi cuerpo desnudo  de correr tras una mínima lluvia?

no quiero desbandarme en el vacío
ni ser triturado por la infame rueda de segundos

me resisto a convertirme en ceniza
para alimentar a la nada

carne desolada que se pudre lentamente
resistiré el golpeteo sin cesar la jauría rabiosa que me ataca
mantendré a salvo el racimo lúgubre de vida
los pedazos desamparados de mi ser
quiero seguir vestido de pececillos blancos
pastoreando versos  entre el humo.

Canción entre los dientes

Esta pequeña canción
sale de mis labios
pajarillo maravillado que surca otro cielo
se va armando:
rompecabezas de silbidos
como una marabunta ígnea sobre un costado de la tarde
asalta cada poro del viento,
cada tenue instante,
cada leve parpadeo de sol.

Esta canción astilla
rebrota en el vacío de mi carne
enmohecida de semen y luz.

Orificio de alas en la boca
esta canción embrutecida de sangre
circula como una raíz de escama,
como un vuelo de máscaras,
como un árbol sembrado en los ojos,
como una mano palpitante de agua.

Esta canción
soplada en tierra blanda,
parida entre las hojas tibias de la noche.

Fractal

Tanto dio la piedra en el agua
que se desmembró rocío
que se volvió grito desgañitado en la nada
tanto dio la piedra en el agua
que se hizo gota.