SANTO DOMINGO, República Dominicana’. Lunes el 15 de abril de 1985,  una noche especial. En la garganta,  una sensación inédita y angustiante recorría desde antes de las 7:00 de la noche la encomienda del diario La Noticia, porque era la cobertura por primera vez de un evento extraordinario: la entrega de los primeros Premios Casandra/Acroarte en un ambiente con amenazas de lluvia y una entrada rigurosamente controlada por el personal apoyo de Rahintel.

Inolvidable ese programa de mano de la premiación. Elegante, en súper formato y a todo color, ha sido el mejor diseñado de toda la historia del galardón.

La historia de las críticas al Premio ha sido consustancial con su historia. De hecho, una premiación sin contradicciones y desencuentros, tiene poco sabor.

Quienes critican esta última entrega tienen razones suficientes para levantar sus enfoques. Coincido con muchas de ellas, pues no decreta el final de los premios. Hay mucho por corregir. Mucho. Ha tenido fallos.

Algunos  muy graves que habrán de ser analizados y asumidos y corregidos en el futuro. La relación de errores, fallos e incongruencias puede ser más largo que este texto, ya suficientemente extenso.

No. No marcan el final, aun cuando Acroarte debe revisarse  y revolucionar sus criterios de evaluación y veredictos. Un premio son el valor sus premios y no solo el ceremonial que lo enmarca. Hay que ponerse en los calzados de quienes lo montaron, a pesar de todas las condiciones en su contra.

Pero una vez que pase la oleada de reacciones negativas, consustanciales a toda premiación de arte, justas o injustas, merecidas o no.  Cuando se asienten las agitadas dimensiones mediáticas corporativas, independientes o aquellas informales nacidas del poder de las redes sociales que permiten la total expresión de posturas y sentimientos ¿Quién va a recordar lo positivo que nos dejan estos galardones al talento artístico nacional?

 

La premiación deja nueve aspectos completamente positivos.

El primer hecho positivo es que se pudo montar, a pesar de todo,  con el  respaldo de la Cervecería Nacional Dominicana, cuya reafirmación de patrocinio, tras la larga pausa de dos años (desde 2019) decidió apostar a lo que en principio parecía imposible de hacerlo: con una pandemia COVID-19,  para cuya celebración debió diseñarse un estricto protocolo que incluyó pruebas PCR a todos los participantes 48 horas antes del evento, distanciamiento entre los asistentes e incluso la reducción del número de invitados iniciales.

El segundo hecho positivo es que representó el reinicio de la industria del entretenimiento, paralizada totalmente. El premio supuso el empleo de 675 plazas de trabajo que produjeron el sustento y pagos de servicios de igual número de familias de montaje, estilistas, luminotécnicos, tramoyistas, escenógrafos, bailarines y otros técnicos.

El tercer hecho positivo fue la impecable y  novedosa presentación de las nominaciones del martes 27 de abril en transmisión desde el Downtown Center, que sin lugar a dudas, ha sido la mejor de todas estas presentaciones. Técnicamente impecable, matizada con el uso de locaciones alternativas, lances de cámara área y sobre un concepto que estableció un precedente.

La vocalista del homenaje a los héroes médicos, fue una de
las grandes sorpresas de la noche. Su nombre no quedó claro.

El cuarto hecho positivo fue la convocatoria al casting abierto, al que se presentaron más de 460 jóvenes, de los cuales 80 han tenido la oportunidad de trascender a un escenario de primer nivel en baile, canto, música, producción, estilismo, maquillaje y peinado,

El quinto hecho fue que resultó ser el evento  lúdico mejor respaldado, más difundido, por una campaña a de promoción de 60 días previos que generó contenidos lúdicos en los medios de comunicación así como pautas publicitarias digitales, de televisión y medios escritos, con una bien concebida imagen, siento el prime evento masivo  del entretenimiento en realizarse en el país, aun en medio de una pandemia, con un rebrote, limitaciones de horario.

El sexto hecho es que se logró premiar más de 104 categorías  correspondientes por vez primera a dos años de despliegue de talentos, además de insertar un espectáculo artístico, ambos con fallos, tanto en el veredicto como lo puesto en pantalla.

El séptimo es que a una parte de los artistas nominados que resultaron ganadores  se les entregó sus premios en sus hogares a los ganadores el mismo día, otros al día siguiente.

El octavo hecho positivo fue el uso de la tecnología visual digital para una producción audiovisual que logró producir la sensación de un mayor espacio captable (respecto del Teatro Nacional) al aprovechar con pantallas led los laterales del escenario produciendo una sensación de cubrir un espacio mayor del utilizado en el Teatro Nacional.

Los paneles led le dieron una amplitud visual al escenario mayor que en el Teatro Nacional.

El noveno hecho trascendente lo componen los segmentos que de mejor forma llegaron a la sensibilidad:

  • Homenaje a los médicos.
  • Unión de los cantantes cristianos y evangélicos.
  • Número del merengue a cargo de los veteranos y los nuevos talentos.

Los choques, desde aquella primera entrega del 1985

Han estado equivocados quienes, impactados por la oleada crítica  de estos días contra esta versión 36 que pueden que imaginen que Premios de Acroarte han estado exentos de contradicciones, enfrentamiento (incluso físicos), críticas y rechazos, denuncias y renuncias tanto de nominaciones como de ganadores. No es así.

Los conflictos  iniciaron de muy mala forma en la primera entrega de los Premios Casandra  que fue montada en  el lunes 15 de abril de 1985 en el Cine Olimpia en la calle Palo Hincado  en esta capital. Era el presidente de Acroarte Carlos T. Martínez y la ceremonia fue transmitida por Telesistema, Canal 11, amenizada con la actuación de Joseito Mateo, Juan Luis Guerra y 440 y como única figura internacional actuante, el boricua Wilkins.

Según el libro “Premios Casandra: Historia de Acroarte”, de Carlos T. Martínez, la noche de la primera entrega en el desaparecido Cine Olimpia, el pianista Luis Oscar Valdez Mena le escupió el rostro a la cantante lírica Ivonne Haza, quien había ganado la estatuilla como Artista Clásico del Año, categoría en la que el ya fallecido músico también estaba compitiendo.

En la segunda entrega, montada en el Palacio de Bellas Artes,  en 1986, Milton Peláez hizo duras críticas contra  Acroarte y anunció que no aceptaría jamás invitaciones a nada del gremio. Luego se retractó más adelante, y arrepentido, pidió excusas a la institución. Estaba afectado porque el canal Rahintel, del cual era el productor líder, ganó mucho menos estatuillas que Color Visión, su principal competencia.

Durante la tercera edición, en el teatro de Bellas Artes el 11 de enero de 1987, Freddy Beras Goico  abandonó la sala del teatro tras protestar en escenario contra el gesto de la donación por parte de una empresa de comunicación de Roberto Salcedo, del anuncio en la premiación de  RD$5,000 a familiares del fallecido comediante Julio César Matías (Pololo).  

Goico, muy molesto,  pronunció un discurso breve y emotivo, antes de  su salida inmediata del teatro Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes. Fue un incidente que opacó la entrega de premios, mucho más divulgado en la prensa que la premiación misma.

Y así, en cada entrega ha habido desencuentros, errores en los veredictos, (producto del mal criterio, de influencias y presiones de muchos tipos sobre los cronistas votantes,  de campañas montadas para lograr la atención de los votantes), todos trascendiendo a los medios y más recientemente, amplificados por el ejercicio del derecho a la opinión completamente libérrima (y no pocas veces libertina) de las redes sociales.

Los Soberanos, nombrados así en fecha 7  de agosto de 2012 luego que la Fundación Casandra Damirón, Inc. reclamó a Cervecería Nacional Dominicana y la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) el derecho del nombre, de modo que aun cuando se presenta como edición 36, como Soberano era la novena entrega.