SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Antes de que los haitianos se convirtieran en la mano de obra fundamental en las plantaciones de caña, otros inmigrantes del Caribe Angloparlante habitaban estacionalmente los bateyes dominicanos.

A inicios del siglo XX, durante la última época de auge de la industria azucarera en la isla de Santo Domingo, braceros provenientes de Saint Kitts & Nevis, Tórtola y Dominica trabajaban durante la zafra en los cañaverales ubicados en San Pedro de Macorís y La Romana.

Llamado peyorativamente como “cocolo”, este segmento de la población fue víctima de discriminación durante muchos años. Como los primeros negros llegados a la isla, la vinculación sonoridad y cuerpo eran la forma de hacer catarsis y manifestar su espiritualidad y resistencia: la música y el Teatro Danzante Guloya fueron sus medios.

La música guloya también ha influido en la producción de merengue urbano que se produce y consume en los barrios populares de la capital dominicana

Por otro lado sus prácticas culturales eran de contenido contestatario en contra del sistema de gobierno y fueron reprimidas por la dictadura. Según investigaciones de Guerrero y Rodríguez, algunos de los practicantes fueron encarcelados desde 1943 a 1958.

En la actualidad la música y el Teatro Danzante Guloya forman parte de las manifestaciones carnavalescas de la República Dominicana y símbolo de la cultura del Este de la república. Además, es otra manifestación que ha sido reconocida por la UNESCO en 2005 como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Por otra parte, la música guloya también ha influido en la producción de merengue urbano que se produce y consume en los barrios populares de la capital dominicana. Este tipo de merengue, en los últimos años ha sido exitoso comercialmente; formando parte de las nuevas apropiaciones que los jóvenes urbanos hacen de las músicas tradicionales.

Se evidencia en los últimos años una reivindicación de la cultura cocola. En los carnavales que próximamente se iniciarán se visibilizan los elementos culturales de este sector de la población absolutamente integrado a la vida social dominicana. Son parte fundamental del desarrollo de la provincia San Pedro de Macorís. Su relevancia en el deporte también es notoria, aportando gran parte de los más importantes atletas del país.

(*) La autora

Teresa María Guerrero Núñez es licenciada en Mercadotecnia, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Cursó una maestría en Comunicación y Cultura, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Asimismo, cursó un diplomado en Análisis Estadístico, en la Escuela Nacional de Estadística de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en colaboración con la Universidad de Barcelona y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

La joven intelectual dominicana colabora con la sección de cultura de Acento.com.do. Sus trabajos son publicados todos los lunes.

Estilo Vintage: La moda como recuperación y reflejo de la actualidad

El Festival de Sainaguá: 35 años de tambores y pasión colectiva

Bateyes y gagá: guarapo, sudor y sangre en la cultura binacional

Políticas culturales: a propósito de la Noche Larga de Los Museos

El consumo cultural como demarcación social y espacio de recreación de la identidad

Religiosidad popular: El sistema de sustitución en el vudú dominicano

Tránsitos y uso de la ciudad en los jóvenes alternativos capitaleños

Música raíz, tambores de resistencia: impronta imperecedera de la identidad

Una lectura al merengue urbano: identidad y ritmo de la calle

Omisión del dolor: Esclavitud y relato histórico en el discurso de la dominicanidad

Interpelaciones de las juventudes a través del dembow-raggamuffin

Murales de difuntos: Espacios de la memoria colectiva del barrio capitalino

El estilo: puesta en escena pública de las juventudes