SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Una recopilación de cartas, artículos, conferencias, discursos y documentos inéditos (1930-1961), realizada por el poeta Cándido Gerón, y titulada Joaquín Balaguer, resulta más que atractiva para conocer una faceta cargada de adulonería, delación, hipocresía y maquiavelismo del ex presidente de la República, en especial al servicio del dictador Rafael ? Trujillo Molina.

El libro, de 390 páginas, fue puesto a circular en noviembre del 2015. La recopilación fue realizada en periódicos y en archivos diplomáticos, y pese a la precaria organización, la deficiente estructura, y los errores de datos de la obra, es interesante.

En la portada el libro se refiere a documentos entre 1930 y 1961. Es lo correcto, pero en la página 6, donde aparecen los datos bibliográficos el título cambia y se convierte en una recopilación entre 1961 y 1962. Un clarísimo error. Hay serias deficiencias en la organización de los documentos, y aparecen datos erróneos elementales, como llamar Félix Benítez al intelectual y embajador mexicano Fernando Banitez, quien conoció de joven a Joaquín Balaguer y le publicó varios artículos en el suplemento cultural del diario Novedades, cuando Balaguer fue embajador en México en la dictadura de Trujillo.

Rafael L. Trujillo, y a su lado Héctor Bienvenido Trujillo. Una autoridad eclesiástica, y detrás se encuentra Joaquín Balaguer

Siendo embajador en Madrid, en 1935, en un artículo enviado a Listín Diario, Joaquín Balaguer comparó a Ulises Francisco Espaillat con el dictador Trujillo y dijo del primer presidente demócrata de la historia dominicana que “es un pigmeo, porque su gloria se reduce a la de un simple arquetipo de nuestra democracia verbalista y teórica”. La distancia entre Espaillat y Trujillo está mediada por un abismo, escribe Balaguer, porque “Trujillo ha dado al país el sentimiento de su dignidad y ha hecho nacer, en la conciencia nacional, el sentido de responsabilidad y el ideal de civilización”.

En junio de 1935 Balaguer publica un artículo titulado “Contra Trujillo”, en que dice que todo el país está en pie contra Trujillo, porque el gobernante “no tiene derecho al reposo para sus fatigas de luchador. La plata en su cabeza está obligada a ser como la nueve en la montaña: penacho que anuncia, antes que la madurez avara de reposo, la vecindad de los astros”. Decía que el país había perdido la fe en todos sus conductores, menos en Trujillo. Su exigencia era que Trujillo no podía interrumpir su obra de gobierno, y que tenía que seguir al mando del Estado.

Cosas como esta se derraman a lo largo de esta compilación de Cándido Gerón. Se publica en el libro la carta de Joaquín Balaguer solicitando su inscripción en el Partido Trujillista, y en ella se presenta como redactor y editorialista del diario La Información, y cita las censuras que realizó a los opositores del gobierno de Horacio Vásquez, gobierno en el que Trujillo era el jefe de la Guardia Nacional. Cita los ataques suyos como redactor contra Rafael Estrella Ureña. Dice Balaguer que aunque unos meses fue de los abogados que eran la flor y nata del Partido Republicano, nunca estuvo inscrito y exaltó a Rafael L. Trujillo en La Vega y en San Pedro de Macorís.

La descripción que hace Balaguer de sí mismo en esa solicitud de inscripción es tan vergonzosa que se desconoce en las circunstancias en que redactó una carta tan vil. Lo hizo el 15 de noviembre de 1940. Siendo embajador en Bogotá, Colombia, en 1946 Balaguer realiza ingentes esfuerzos para la compra de la voluntad y el apoyo de periodistas en diversos medios de comunicación. Dinero que pagaba Trujillo en abundancia, pero sobre el que había que darle cuenta. José Almunia era entonces asistente de Trujillo y daba órdenes a Joaquín Balaguer en el sentido de lo que quería el dictador.

Periodistas como Juan Lozano y Lozano, director del semanario La Semana, cobraba fuertes sumas de dinero por las publicaciones en defensa del dictador. Trujillo además pagaba por las publicaciones en el diario La Razón, en donde se hacían publicaciones a favor del dictador, según Balaguer, “de una manera inteligente que le quite todos los visos de una propaganda remunerada”. Esas publicaciones atacaban al diario El tiempo, que supuestamente realizaba una campaña contra los intereses dominicanos. Cuando Balaguer escribe sobre el diario El tiempo, siempre le agregaba la colilla “y su camarilla”.

También le pagaron un libro al novelista colombiano J. A. Osorio Lizarazo, y sobre la lectura previa del texto, que le tocó a Balaguer revisar, éste le escribió a José Almoina diciendo “Los capítulos que he leído del libro revelan, como usted verá, que ha sido escrito con fervor y con gran sentido periodístico, cosas esenciales en obras de esta naturaleza”.

En 1946 se realizó el Bogotá el IV Congreso Panamericano de Prensa, y allí Balaguer era el embajador de la dictadura, y le escribió a Paíno Pichardo, secretario de la Presidencia, solicitando que le enviaran ejemplares de los periódicos “comunistas y de oposición que se editan en Ciudad Trujillo” para evitar cualquier maniobra que denuncie la ausencia de libertad de prensa en la República Dominicana. Los delegados de la dictadura fueron Ramón Marrero Aristy, que encabezaba el grupo, Enrique de Marchena y Héctor Incháustegui Cabral.

Joaquín Balaguer

Trujillo dirigía las maniobras de los delegados dominicanos, quienes se enfrentaron a los periodistas y empresarios que se hacían eco de la falta de libertad, y obtuvieron un triunfo que quisieron celebrar a lo grande en un hotel, haciendo una recepción ostentosa y colectiva. Balaguer, sin embargo, le escribió a Trujillo justificando que no se hiciera tal celebración:

“Me permití expresarle a los señores Marrero, Marchena e Incháustegui que no me parecía conveniente la celebración de ese agasajo en forma ostentosa y colectiva, debido a que podríaa causar mala impresión haciendo creer que nuestra delegación era más bien gubernamental y que disponía de fondos suministrados por las autoridades dominicanas..” y sugería “ofrecer a los delegados extranjeros  que mayor cooperación nos ofrecieron atenciones discretas y pequeños obsequios de carácter individual”, lo que fue aprobado por el dictador.

El 31 de diciembre de 1946 Balaguer solicitó a Paíno Abreu ser incluido entre los beneficiarios de medidas dictadas por Trujillo para favorecer a los miembros del servicio exterior y así “conjurar el encarecimiento de la vida”. Decía que en Bogotá el costo de la vida subía cada día en proporciones escandalosas. “Una libra de azúcar cuesta 40 centavos, y una camisa arrow trece pesos, datos que por sí solos pueden darte una idea del volumen del fenómeno o inflacionista que se está desarrollando con rapidez alarmante”. Balaguer habla de su precariedad económica y la de sus hermanas que vivían en la capital. Una de sus hermanas, Ana Teresa Balaguer, tenía una casa alquilada en 40 dólares mensuales, ingresos que eran imprescindibles para su familia.

El 20 de julio de 1948, desde México donde era embajador, Balaguer escribe a Trujillo delatando las actividades sospechosas de José Almoina. A Balaguer le preocupaban “los sentimientos de lealtad que le imponen, no obstante su calidad de extranjero, las distinciones con que usted lo abrumó durante varios años”. Se quejaba de que José Almoina presionaba la embajada de México para que se inviertan “grandes sumas de dinero para satisfacer la voracidad insaciable de los periodistas de este país”. Prometía seguir observando la actitud de Almoina “y le informaré sobre la misma con la concreción de lugar en caso necesario”. Almoina, con un pseudónimo de Gregorio R. Bustamante, publicó en México el libro “Una sátrapa en el Caribe”, y Trujillo envió varios sicarios a asesinarlo en la capital mexicana, y así lo hicieron el 5 de mayo 1960. Primero lo atropellaron, chocándole con un vehículo, y luego le dispararon. Apenas dijo “Fue Trujillo”.

En el libro se recogen comunicaciones de Balaguer explicando el uso de los fondos del Partido Dominicano, y cómo actuó él para conseguir la salida de la familia de Trujillo del país, y de manera minuciosa -por ejemplo- le relató a Germán Emilio Ornes el uso de los fondos del 10 por ciento que se cobraba a los empleados públicos para nutrir las finanzas del Partido Dominicano. Ese relato es asombroso, pues aparece el dato que tuvo que entregar dinero a los trujillistas y criminales que huían del país, muerto Trujillo, porque carecían de cuentas en el exterior. Incluido José Arismendi Trujillo, más conocido como Petán, a quien le entregó 100 mil pesos, o al general García Oliva o a Fernando A. Sánchez hijo.

Le escribe a Ornes: “Recojo, pues, el guante que me ha sido lanzado al rostro, en un sucio intento por inhabilitarme políticamente y por privarme de algo que vale más que la vida: la reputación y el buen nombre”.

El libro recoge varios documentos interesantes, incluyendo una carta del 17 de julio de 1978 de Joaquín Balaguer a Rafael F. Bonelly, y en esa carta, unos días antes de salir de la presidencia, hace un ajuste de cuentas con el abogado que fuera presidente de la República por un corto periodo de tiempo. Por el título del libro y las fechas que establece, esta carta no debía aparecer, pero se incluye. Dice Balaguer a Bonelli: “No obstante ser usted la persona de quien he recibido mayores daños en mi vida, la que me ha hecho las mayores ofensas, la que me ha atribuido actos más ruines, y la que con mayor saña se ha referido siempre a mi labor como gobernante y como hombre público, no he dejado de guardarle el respeto y la distinción que merece”.

Balaguer defiende, en los textos de este libro, los crímenes que se cometieron en la dictadura, y evita la sanción a los ejecutores, porque alega que cumplían órdenes, y que el único responsable de todo cuanto ocurrió en los 30 años de la dictadura era responsabilidad exclusiva de Trujillo.

Un libro que recoge documentos polémicos sobre el legado de Joaquín Balaguer en la política dominicana.