SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los primeros rayos de sol emergen por el Oriente en una fresca y agradable mañana en la República Dominicana, acentuando el verde intenso de la vegetación dominante y profusa, luego de la llovizna pertinaz caída la noche anterior en todo el territorio nacional.

Es la primavera del año 2030 y la cotidianidad, cual manto arrullador, arropa tiernamente y de manera maternal a toda la población.

Desde tres puntos cardinales diferentes del Gran Santo Domingo, Pedro, María y José se disponen viajar hacia tres destinos del país.

El primero tenía la encomienda de la oficina para la que trabaja de llevar unos papeles relativos a una exportación de bananos de extraordinaria calidad en el Puerto de Manzanillo, recientemente remodelado y adecuado para recibir buques de gran calado.

El caso de María era excepcional pues ella, que contaba con estudios de administración hotelera, dominaba varios idiomas y poseía una adecuada presencia, tenía una cita de trabajo con el propietario de varios hoteles en la zona de Punta Cana para ponerla en la posesión de gerente general de una de las cadenas. Debía pues, ausentarse de su trabajo en la capital por una sola mañana para retornar al mediodía a su antiguo trabajo de gerente bancaria, el que, sin lugar a dudas dejaría, entre otras cosas, por mejores condiciones laborales.

Por otro lado José, cuyos padres habían trabajado arduamente las tierras que heredaron de sus ancestros en el Sur Profundo, debía asistir a una reunión urgente con autoridades fitosanitarias y agrícolas en Barahona y Pedernales para poder exportar y colocar sus productos en el mercado exterior y así reforzar los ingresos que de por sí tenía la compañía familiar de manera exitosa.

Tres casos diferentes, un objetivo común: el rápido, adecuado y eficiente transporte hacia los puntos de destinos.

Ya para esta época, la República Dominicana cuenta con tres grandes troncales ferroviarias que parten de la Gran Estación Central de Trenes Nacionales (GECTN), situada en el Km 22 de la Autopista Duarte, justo y contiguo al gran trébol conformado por las intersecciones de la vía principal del país y la Av. de Circunvalación, dentro del ámbito del Gran Santo Domingo Metropolitano.

El Corredor Duarte (Línea Roja) se extiende desde el Muelle de Haina Occidental hasta el Puerto de Manzanillo, haciendo paradas locales y expresas en la Gran Estación GECTN del km 22 de la Duarte, además en Villa Altagracia, Bonao, La Vega, Santiago, Puerto Plata, Villa Vásquez, Montecristi y finalmente Manzanillo. La línea expresa solo va desde la GECTN hasta Santiago, Puerto Plata y Manzanillo.

El Corredor Sánchez ( Línea Verde) se interna en el Sur Profundo, realizando paradas locales en San Cristóbal, Baní , Azua, San Juan, Barahona, Pedernales. En paradas expresas al sur tocaban solo las ciudades de San Cristóbal,  Barahona, y San Juan de la Maguana.

Finalmente la Línea azul corresponde al Corredor Turístico Mella que se extiende desde la mencionada estación Central a través de estaciones locales iniciando en el Aeropuerto Internacional de Las Américas,  Boca Chica, Juan Dolio, San Pedro, La Romana, Casa de Campo, Higuey, Punta Cana y Bávaro.

Este entramado ferroviario posee una vertiente que sería el Corredor del Nordeste, partiendo del AILA y cubriendo la población de Sánchez, Aeropuerto del Catey, Las Terrenas , Samaná, Portillo y Punta Balandra.

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Cada una de las mencionadas estaciones poseen un túnel de desinfección contra los coronavirus y cualquier otro microorganismo o bacteria, produciendo asepxia en cada uno de los modernísimos vagones que conforman toda la red ferroviaria, garantizando la salud y seguridad de todos los usuarios.

En efecto, Pedro tomó su tren de la Línea Roja con destino a Manzanillo. Para llegar a la Gran Estación Central se valió del tranvía de Santo Domingo que interconecta todos los rincones del área metropolitana mediante el SART (Sistema de Autobuses Articulados). Para su sorpresa tomó el tren Express y se trasladó al ya mencionado muelle en tan solo 36 minutos, haciendo solo dos paradas de dos minutos en Santiago y Puerto Plata respectivamente.

Atravesó todo el macizo de la Cordillera Central, paralelamente a la Autopista Duarte, disfrutando de los más intrincados y bellos paisajes de las cadenas montañosas del Cibao Central, del Valle de La Vega Real, y del Valle de Santiago, para luego de atravesar la Cordillera Septentrional, caer en las llanuras costeras del Atlántico Norte, y finalmente llegar a su destino final: el Complejo de la Bahía y Muelle de Manzanillo en el extremo noroccidental del país.

De manera exitosa concluyó su reunión en una hora, y en el ámbito del mismo tiempo, logró estar al mediodía en la oficina de exportaciones en Santo Domingo, trayendo su reporte correspondiente.

De igual manera y no menos interesante, José se dispuso a asistir a la reunión que tenía con autoridades agrícolas en Barahona y Pedernales. La experiencia le permitió percibir una variedad de paisajes que van  desde tierras áridas ataviadas de cactus y guazábaras, hasta densa vegetación de alta productividad, por su clima entre otras cosas, de las montañas de Ocoa, y la imponente y deslumbrante Punta Martín García, la que se sumerge de manera serena y señorial en las intensas, bravías y azules aguas del tempestuoso Mar Caribe.

Su trayecto duró 56 minutos a Barahona, y otros 19 minutos a Pedernales. En lo relativo a sus gestiones pudo contactar a varias autoridades, dejando solucionado su problema, y regresando en el tren de las 4 pm a Santo Domingo, en tan solo 1 hora y 15 minutos, desde el mismo corazón de Pedernales.

En sus recuerdos de ese periplo, solo se le recrea en su mente la belleza intrínseca  de la majestuosa Sierra de Bahoruco, La Olla del Lago Enriquillo, El Hoyo de Pelempito, y la bravura con elegancia cadenciosa del Río Yaque del Sur, cual rugiente bestia, de manera consistente, respetando el entorno de la zona, y llevando líquido vital a todos los puntos del sur profundo, a través del Canal Marcos A. Cabral  y de otros afluentes acuíferos.

El trayecto de María hacia Punta Cana estuvo matizado de momentos muy agradables, pues conoció una familia con la que hizo amistad, y que harían una transferencia o cambio de tren en la Estación del Aeropuerto Internacional de Las Américas, luego de ellos recoger unos amigos que venían de fuera y que se dirijían directamente a Las Terrenas.

Ella había tomado el tren express , luego de someterse en la Estación Central a un riguroso exámen de temperatura corporal y túnel de desinfección, solo haría dos paradas, una en el Aeropuerto Internacional de Las Américas, luego el Aeropuerto Internacional de La Romana, para dirigirse directamente a Punta Cana.

Todo en un trayecto de tan solo 52 minutos. Pudo realizar la reunión pautada, logró la contratación por un período de cinco años con excepcionales condiciones laborales , que incluían diversas concesiones y tickets ilimitados para transporte Punta Cana-Santo Domingo y viceversa. Así no tenía que mudarse con la familia al interior y podría seguir viviendo en la capital.

La conectividad ferroviaria había sido una de las mayores demandas de los sectores productivos del país, y su operabilidad estaría a cargo de empresas multinacionales, que no solo la construirían y darían financiamiento, sino que la operarían por un período de 15 años, para transferírselas a un Patronato Rector en el que el Estado tendría el 51% de las acciones y el resto el Sector Privado.

No solo serían trenes de pasajeros, sino que dispondrían de vagones para cargas de mercancías, diluyendo el monopolio que hasta ese tiempo existía y aumentando considerablemente el ingreso de divisas.

Y es que solo de esta manera el impacto ambiental se reservaba para el disfrute de los maravillosos paisajes que nos ofrece la isla, tanto en la conformación de cinco tipo de microclimas, pasando desde los llanos playeros hasta los bosques húmedos de las cordilleras ,como a través de las grandes reservas acuíferas , las grandes extensiones de sembradío de caña de azúcar en la sabana, las reservas de manglares con Los Haitises, y la rica orografía imperante con el Pico Duarte.

Finalmente acuñamos los tesoros que la naturaleza nos regaló en la Tierra cuyos habitantes aborígenes le llamaron Quisqueya o Madre de Todas Las Aguas y que los primeros visitantes europeos que conocieron por primera vez estos predios la llegaron a llamar La Tierra más Bella que Ojos Humanos hayan Visto.

***El autor es Arquitecto, egresado de la Facultad de Arquitectura y Artes, Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña, Santo Domingo, Rep. Dominicana. Miembro del CODIA y de la Sociedad de Arquitectos de la República Dominicana (SARD).