SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los sábados antes del mediodía cumplíamos el divertido y nunca aburrido ritual de visitar las mismas librerías de siempre:Instituto del Libro, Librería América, La Filantrópica, a Blasco de vez en cuando para terminar siempre, sin falta, donde Virtudes en La Trinitaria, Nouel con José Reyes.
Allí, casi siempre si no tenía asuntos importantes que hacer o si los achaques de salud se lo permitían, uno se encontraba explayado en la mecedora con su aire único de Marqués, su sonrisa abierta a la vida y su eterno cigarrillo en mano a Don Pedro Mir, Maestro, Poeta y Petromacorisano.
Nos recibía con saludos señoriales. Su pequeña estatura humana se encogía cada vez más en el universo de la mecedora, sin embargo, desde que pronunciaba sus primeras palabras, sabias y certeras, con esa voz pausada que masticaba cada frase, era como si el hombre alcanzara la cima y entonces ya era imposible superar sus alturas.
Eran las mañanas de La Trinitaria, café incluido y vaso de agua. A mí nunca me tocó alguna de las mecedoras. Virtudes moderaba la sala y el resto solo escuchaba o comentaba con respeto las afirmaciones, cuestionamientos y objeciones de Don Pedro.
A 100 años de su nacimiento, en el lugar donde estés, Poeta, le recordamos con amor.
Ahora, la Patria, Poeta, “es una canasta llena de iras implacables” “una adolescente pateada en las caderas” "sencillamente agreste y despoblado”, poeta y marqués de la mecedora y del cigarrillo eterno!