Por: Rei del Orbe

El dibujo es la caja que encierra los secretos de la pintura. El mundo y la vida como tal, son misterios a los cuales no tenemos acceso más que a través de las conjeturas, ya lo decretaron hace mucho tiempo los simbolistas. Luis Hidalgo a través de una colección de dibujos trajo al mundo contemporáneo el animal que todos llevamos dentro, el cual siempre es visto caótico, histérico, y violento, como si el animal fuese la parte salvaje de la vida y el humano la parte que muere en los brazos de Dios.

Las manos del artista concibieron mediante dibujos armónicos personajes que sobreviven gracias a la degradación humana que necesita el estercolero de la sociedad para subsistir: las dominatrices. Ellas son guerreras de la vida, cuyo único propósito es alimentar el morbo de llevar a cabo los más oscuros deseos de los hombres, saciarlos de placer más allá de la locura, y hacerlos comulgar con el punto más álgido del éxtasis, un frenesí indescifrable, ellas son las dueñas del paroxismo de la vida. No cualquier hombre va en búsqueda de sus servicios, ya que su oficio está reservado sólo para aquellos que están dispuesto a ir más allá de donde dice peligro, de los que desean alcanzar el nirvana sin ser iluminados, de los que quieren ganarse un pedazo de cielo probando la ambrosía del sexo sin complejos tontos que le llamen pecado. Sus clientes suelen esconder sus maniatados deseos concupiscentes en algún lugar de su psiquis, atrofiándolos más allá de cualquier reparo. Pero sólo ellas, las diosas del placer, las guerreras indomables, tienen el poder de hurgar en el lugar más recóndito de la conciencia del postulador, encontrar ese deseo y desatar la vorágine de pasión con todos los vicios que eso conlleva, ellas son las diosas del sexo. Sus peticiones van de lo simple a lo complejo, desde cantar ópera dando bofetadas, hasta hacer que sus clientes se sienten en una silla llena de clavos mientras ellas los insultan y los maldicen haciéndoles recordar lo miserable de su existencia. Las dominatrices son la felicidad de aquel que ama el sexo y los extremos.

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Los dibujos en grafito sobre papel del artista muestran cargados de sátira, humor, y con carácter caricaturesco ese inframundo de la sexualidad humana, ese escape de los desesperados, esa adulación a los sentidos, esa cuna de oro de la aristocracia, que es visitada por el hombre, por los verdaderos animales.

La felicidad es variable y puede manifestar en múltiples formas, siempre ha dependido del diseño creado por quien la busca. Hay madres que son felices pariendo hijos para mandarnos a morir a la guerra, e hijos que son felices viendo a su madre mendigar para alimentarlos, ya no los enseñó la literatura. A raíz de esto aparecen las máscaras de aquellas víctimas de la sociedad, una máscara de felicidad con la cual esconden su parte humana para que la animal sea la única que sufra o que se muestre al cliente, siempre en protección de la anterior. Algunas de las dominatrices de Luis Hidalgo han renunciado a su humanidad, exponen su rostro a merced de los aduladores y detractores, abandonadas para siempre a merced de su lado animal. Ellas no buscan el lado animal que llevan dentro, ellas son sus propios animales, y orgullosas se muestran felices en esa vorágine macabra, se ayudan unas a otras a armarse de la indumentaria correspondiente para el trabajo sucio, desde ponerse la ropa e intercambiar armas largas. Otras sin embargo, se muestran tímidas, y esconden su rostro tras una máscara pretendiendo ser otra persona, o quizás no ser identificadas.

Como dibujante, la versatilidad de Luis Hidalgo es sorprendente. Abarca desde la majestuosidad y la ostentosidad de la moda, a lo más pueril e hirsuto de la vida a través del dibujo, estas fotos de los mismos son una muestra. Sus dibujos están vivos, inequívocamente transmiten la violencia, la sangre, el sexo, la falta de amor de este punto que solemos mirar con el ojo de la moral.

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A primera impresión los dibujos tienen la parte emocional y si se quiere decir “virgen” del observador ganada, cuando se intenta apreciar lo técnico a simple vista pueden parecer dibujos realizados a mano alzada, pero luego se percibe que el talento y la maestría en Luis Hidalgo es evidente, cuando se aprecia el manejo de la técnica por así decirlo fragmentada en cada dibujo. Intencionalmente o no, le da vida a toda la colección. Es decir, en sus dibujos se aprecia la simetría de una forma muy sui-generis, los acabados de las proporciones con gran armonía, y utiliza el contraste con tanta buen dominio ya que aún cuando un dibujo tiene varios modelos humanos hay una similitud perfecta para los mismos, pero donde el detalle es asombroso escasean las zonas de luz para dar volumen,  y donde las líneas están bien hechas y el volumen es asombroso, el relleno es muy ligero. Luis Hidalgo hizo una selección fragmentada de la técnica que se aprecia según el dibujo, donde se manifiesta una, escasea la otra. Al observar la colección completa se nota el alto grado de intencionalidad, dándole a toda la colección unas dimensiones sensoriales que obligan al espectador a querer llevarse a su casa todos los dibujos, para poseer las piezas del rompecabezas, desde el nivel sensorial y el técnico.

Las manos del artista no sólo deberían dedicarse al dibujo, sino que deben experimentar en otras ramas como la caricatura asimilada al periodismo, a los comics, y a los bocetos de rostros famosos para ser usados en la prensa diaria. La sátira, el tono burlesco, y el sarcasmo gráfico del artista, le abrirán las puertas a otras áreas, siempre y cuando así lo desee él mismo, y sobreviva en él un empoderamiento del dibujo.