"Al principio fue sólo bailar/todos alrededor de un reloj/nadie supo adivinar/que sería el idioma mejor./Por la imagen que nos dio/ larga vida al Rock and Roll". "Tormenta de trueno sin luz/eres símbolo de libertad./Yo nunca podría vivir /sin tus cuerdas de acero tocar"(Letras del mítico grupo rock heavy español Barón Rojo)
Juan Pablo Rodríguez Tavárez/Especial para Acento.com.do
Madrid, España.- El del Rock and Roll dominicano es el mismo caso del cine dominicano. Ha sido una actividad artística con pinceladas sueltas, sin una continuidad y cohesión que conformaran un cuadro. Lo más antiguo que percibo como inicios del Rock lo hizo el fallecido Milton Peláez en la década de 1960, un personaje de la pequeña burguesía del centro de la capital. El nivel educativo y académico de esa pequeña burguesía le permitía hurgar un poco más allá, por lo que tenía la posibilidad de enterarse de los movimientos de la juventud de Estados Unidos, suscitados desde principio de 1950.
Los de mi generación recordamos ese superéxito de la época, Carmencita (o Más Feo que Yo), que cantamos hasta el cansancio y considerarlo "quemado ya". Sin embargo Milton Peláez sólo fue una brizna que llevó la moda del momento, el Twist, ni siquiera continuada ya que predominaron otros ritmos en sus sátiras y parodias. Fue un fenómeno individual y aunque no fue músico ni poseía una voz mínimamente aceptable, siempre será una referencia a tomar en cuenta para escribir la futura historia del Rock and Roll dominicano, por eso no es de extrañar que el popular Tony Almont (Toque Profundo) hiciese una adecuada versión de aquel viejo éxito a manera de homenaje.
Se comienza a tocar y cantar rock en español a finales 1950. Ese periodo es común en todos, incluso en España. La diferencia está en su desarrollo y sistematicidad. Los chicanos de California y los jóvenes de México serán los primeros en emprenderlo por la cercanía con Estados Unidos. España lo hará a principio de los 60 con la influencia de los Beatles. En todos tienen de común que se catapulta tras los éxitos de Chubby Checker y Bill Halley. En España fue más constante a lo largo de la década de 1960. Aunque censurados muchos discos por el régimen franquista, siguió más o menos sistemático en los 70, 80 y 90. El pop rock español también fue un referente para el nuestro por el influjo de Miguel Ríos a través de su versión del Himno a la alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven con extraordinario éxito.
En Dominicana, luego de Milton Peláez, surge el primer bache, lo cual no quiere decir que no hubiesen grupos en algunos barrio entre la pequeña burguesía y clase media, pero se mantenían en el ámbito de sus conocidos o en conciertos exitosos pero cuasi clandestinos a los que asistíamos en el antiguo Auto Cinema Iris de La Feria. Y para ello, el boca a boca de los fans era la promoción más usual o alguna mención de los locutores de los programas radiales de Rock existente en esos momentos. Esta situación convivía con la popularidad y éxito del grupo más conocido, Los Máster y su blues-rock, un nuevo y débil resurgir en la carretera rock a finales de 1960 y principio de los 70. Luego…el segundo bache.
Un criterio que posiblemente haya contribuido a retraer su desarrollo fue que no sólo estuviese denostado y despreciado por la generación de nuestros padres, sino también considerado y combatido como "música imperialista" por la izquierda marxista. Un criterio estrecho, que no carecía de sus razones porque la época no dejaba margen para más; fueron unos años, las décadas de 1960 y 1970, de grandes luchas sociales y políticas en América y el mundo. En nuestro país con el derrocamiento de la Presidencia de Juan Bosch, la guerra de abril y la 2da intervención militar norteamericana; con la contrainsurgencia llevada a práctica por los Gobiernos de Joaquín Balaguer; la lucha y protestas sociales en los barrios y la Universidad Autónoma. En el propio Estados Unidos, con la lucha por los derechos civiles: Kennedy, Martin Luther King, Malcolm X, Muhammad Ali, el Black Power, Los Panteras Negras y hasta en la música con la militancia del admirado jazzista afroamericano John Coltrane. Por su parte Bob Marley con su nuevo ritmo y mensajes de esperanza.
En este contexto ¿Cómo situaríamos el Rock dentro del panorama musical dominicano, cuando nadie lograba quitarle protagonismo a los ritmos populares propios, como el merengue, la bachata…o los de procedencia de otras áreas antillanas como el son, el bolero, el guaguancó…? Admitamos que era una música proveniente del imperio Norteamericano y que en verdad se usó para desmovilizar a cierta juventud; pero obviando eso ¿Era una música de cierta trascendencia y/o calidad como para tenerla en cuenta, tal y como se había consumado con el soul, el jazz, el blues? Su desarrollo histórico da una respuesta afirmativa a esta pregunta. Grupos excelentes, como Deep Purple, Led Zepelin, Metallica, AC DC… así lo atestiguan; o los españoles Barón Rojo, Medina Azahara, Rosendo, Mago de Oz… por citar algunos que son la excelencia, la cumbre del Rock español y mundial.
Si una parte de mi generación fue enajenada por esa música e imbuida en la experiencias de la droga y el aislamiento e inmovilismo hippie, lo cierto que para otra parte en la que me sitúo, también sirvió para reafirmar nuestra separación de las tradiciones de nuestros progenitores que mantenían una mentalidad propia de la era de Trujillo, de la que ya no podían distanciarse.
Esa parte de mi generación logra que cohabiten la nueva ola musical y talante, con la expresión contra el sistema. Entonces mi rebeldía juvenil-adolescente tuvo una canalización sui géneris: entre las escuchas de los Beatles y The Rolling Stones y el interés por la política y la lucha social.
Entre los pantalones ripiaos, las camisetas sicodélicas que teñíamos nosotros mismos, el greñerío del pelo afro y la melenas, con movilizaciones y micro mítines no autorizados; entre la admiración por el mítico Festival de Woodstock y la militancia en la organizaciones social-culturales; escuchando con orgullo a Santana y su Banda por ser nuestro latino en el mundo del Rock, con movilizaciones en víspera de una elecciones cruciales, las de 1974, en la que había una utilización inconmensurables de los recursos del Estado con fines partidarios.
Entre el disfrute del contundente " Smoke on the Water "-todo un himno- de Deep Purple y ser testigo de la represión a la oposición, compra de votos y cuando "los muertos también iban a votar". Entre el alucinar con la guitarra "habladora" de Jimi Hendrix y nuestra asistencia a los centros de votaciones, introduciendo lo inimaginable en las urnas (papeles "ensuciados"); de todo menos nuestro voto, como forma de protesta ante lo que considerábamos fraude inminente.
Entonces ya ven, ese prejuicio de la izquierda dominicana no penetró mucho en mí y disfrutaba igual un merengue, un bolero, la música clásica y el rock en igualdad de condiciones. De ahí mi interés, ahora, por el periplo del rock dominicano.
Parece que la década de los 90 ha de ser considerada en el futuro como un hito en el arranque del desarrollo de dos manifestaciones relegadas, el cine y el Rock. (Sobre el cine ya exprese mi punto de vista en "El cohete de Meliés despega en Dominicana", publicado en esta misma sección del periódico). Al bache de 1970 saltamos a la década de 1980. Fue en ella cuando Luis Días surgió con su Transporte Urbano, haciendo genuino rock y comienza a organizarse Las Olimpiadas Rock, útiles porque preparan el auge de los 90 y de la cual surgen los principales grupos que hasta 2013 continúan activos. Síntoma de que algo se estaba moviendo y sistematizándose fue que ACROARTE Y Los Premios Casandra incluyen la categoría del rock en sus galardones a partir de 1991, aunque en principio no tenían una delimitación clara ya que premiaron a Los Ilegales que nada tenían que ver con el Rock. Y tanto se movía que hasta se formaron muchos bandas de Rock cristiano como Génesis X4 y se organizó un gran concierto-Rockristo- con todos los grupos de esa su categoría.
Luis Días merece un párrafo aparte. Para quien escribe fue uno de los artistas más completo. Un visionario. Sin abandonar su idiosincrasia campesina que imprimía en su lírica y música, incursionó en el rock, el pop, la música popular urbana y decenas de ritmos del folclore. Es el creador de ese merengue moderno y la readaptación de la bachata clásica generando la neo-bachata que dio a conocer, respectivamente, con su grupo Madora y a través de Sonia Silvestre. Ambos luego fueron acaparados y capitalizados por Juan Luis Guerra. En fin, Luis Días tuvo el arrojo de ser él mismo, conservó ese informalismo propio de un artista que actuaba a su aire y libre. Claro las élites político-culturales trataron de, por medios de juicios morales, descalificar al artista durante muchos años, obviando su talento.
La finalidad de este escrito no es hacer una historia del rock criollo ni ser exhaustivo, sino como dice el subtitulo, expresar mi impresión sobre esta modalidad musical. Por lo que para no extenderme puedo decir que me alegra que al día de hoy existan grupos tan buenos como Cahobazul, Poolpo y Toque Profundo. Constato que de esas bandas, unas van de Rock latino, como Transfusión; otros fieles en el pop-rock al estilo de los grupos españoles de hoy, como Bocabatú; unos poseedores de una seña romántica, un pop que semeja la balada ligera como Tribu del Sol y Futuros Divorciados y otros Rock con motivos muy folklóricos como Mañanaladié; unos con el rock duro heavy metal de Leo Susana(ex de Toque profundo) y su grupo JLS y otros como Empifhis con referente de uno de los mejores grupos español del siglo XX, Barón Rojo, del que versiona uno de sus temas . También he escuchado una gran variedad de estilos como Cryosis, Uranio, Tabu Tek y Al Jadaki. En fin, que seguimos sintiendo nuestros ritmos propios, nuestro merengue y bachata; pero también permanecemos siendo, como la juventud dominicana de hoy, rockeros, más cosmopolita y abierto al mundo.
El cine tiene un público más amplio, en todas las clases sociales. El rock todavía como en su génesis es del gusto y disfrute de una pequeña burguesía urbana, clases media y estudiantes universitarios (y no en general) lo que lo sitúa en una posición más inestable que el cine dominicano actual, lo que le puede llevar a caer en otros de los baches y perderlo de vista por otro periodo de años. Lo cual no esperamos. Por eso escogemos ese título homónimo de uno de los álbumes de Barón Rojo para reafirmar la necesidad de que siga ese proceso ascendente, y homenajearlo deseando Larga Vida al Rock and Roll dominicano.
Juan Pablo Rodríguez Tavárez es profesor dominicano residente en Madrid.