Colaboración especial de Dra. Luisa Navarro

(Texto de la conferencia magistral dictada en la celebración del "Día de los Neiberos Ausentes"-DNA-21-, organizada por el Voluntariado Sociocultural de Neiba, Bahoruco,VOSNEIBA).
Dra. Luisa Navarro

Y, todo empezó, o tal vez terminó así, ¡quién sabe!: Rafael Trujillo ordena el uso de la fuerza pública si se viola cualquiera de sus disposiciones. Pero una en particular inaugura los treinta y un años de terror. Esa es la amenaza a los campesinos de Neiba de que si se niegan a vender sus tierras, donde se encuentran las minas de sal gema o piedras de sal, sus viudas las venderán.

A continuación con tanta dureza como en la primera disposición que, mediante ley, hace pasar por el Congreso una veda a recolección de sal marina en el país, especialmente en Montecristi y Calderas. Lo que sigue es convertir a Las Salinas en común del Distrito marítimo de Barahona y segregarlo de Neiba. Con todo ello la que es la sal de Neiba se convertirá en la sal de Trujillo.

Por las formas de los modos de vida de los pueblos se fue dando una condición muy particular de propiedad de la tierra en nuestro país. El poeta nacional don Pedro Mir Valentín, en su faceta poco conocida por lo pedestre, de investigador universitario, hizo un magnífico libro que todo dominicano debería leer, titulado Cuando amaban las tierras comuneras.

Y quien suscribe, sin tener la autoridad del mencionado, ha dicho en múltiples oportunidades que cuando se quiera saber a profundidad, con evidencias esto es, a ciencia cierta, el origen de los conflictos de índole internacional, nacional, social, económico, político, familiar, cotidiano y hasta amoroso, se debe escarbar en las variaciones cíclicas que ha tenido la propiedad de la tierra en el país.

La comisión de investigaciones enviada por los gobiernos estadounidenses de Andrew Johnson y Ulysses Grant para estudiar la posibilidad de anexión de la República Dominicana a Estados Unidos, y que recorrió todo el país entre 1866 y 1871, emitió un informe que fue publicado en el país por Emilio Rodríguez Demorizi en 1960.

Ese informe describe lo que en nuestro país existía en lo respectivo a recursos naturales, modos de vida, cultura, educación, entre otros elementos, sin dejar de poner atención fundamental en la propiedad comunal de la tierra.

Y, un estadounidense que llevaba la mitad de su vida viviendo en el país fue uno de los informantes de esa comisión. William Read les dijo a los comisionados que la mayor parte de las tierras de este país era comunera, donde todas las personas de la comunidad tenían el mismo derecho de propiedad, de corte de madera, de herencia a sus descendientes, de habitar y trabajar en las mismas.

Sal de Neiba.

Fred Douglas y William Gabb, dos de los comisionados, y este último geólogo, recomendarían que si los Estados Unidos tenían la intención de anexarse este país, primero se les quitaran las tierras a todos aquellos que no puedan presentar títulos, y agregaban que si esto se hacía así se podría verificar que solo un tercio del territorio tenía propietarios legales y que el resto era del Estado. Pero, aclaraban que muy pocos de esos propietarios se podrían catalogar de grandes terratenientes.

Existe un documento del gobierno de Buenaventura Báez, bajo la firma de quien era el Secretario del Interior de su gobierno, Manuel María Gautier, que trata del registro de tierras comuneras y donde se señala que la posesión de la tierra en grupos comunitarios ocurrió por hábito y costumbre; que con el paso del tiempo, con la muerte de los propietarios originales, los sucesores optaban por no dividir y mantener los fundos como eran antes.

La República Dominicana entraba así, junto al concierto de los países de América Latina donde los Estados Unidos penetraban con acciones de desplazamiento del modelo de judicatura heredada de España. Pero, en 1861 con la Guerra de Secesión, Estados Unidos también empieza a reordenar su sistema jurídico de propiedad de la tierra, sobre todo en el suroeste donde el coloniaje español y francés había sido dominante.

El modelo de las tierras comuneras en nuestro país fue radicalmente anulado por la intervención militar estadounidense de 1916 a 1924; con énfasis en las zonas destinadas para la siembra de la caña, sostén de la producción azucarera. Ese modelo de la propiedad comunal fue sustituido por el llamado Sistema Torrens en 1918, con lo cual la intervención militar mediante ley registraba su sistema de propiedad a la República Dominicana.

Así, Rafael L. Trujillo, de sargento de la Guardia Constabularia de la intervención se destaca en el proceso de expropiación de los campesinos para aplicar el Sistema Torrens y llegaría al poder doce años después de establecido el sistema de registro de la propiedad; lo que le permitió, sin necesidad de tocar lo que ya poseía la oligarquía local y los ingenios extranjeros, continuar la expropiación en el sur y en el Cibao de manera contundente.

Mas Neiba significó ese lugar muy especial para el inicio de la gran empresa capitalista, que fue tan grande que subordinó a la tiranía política y militar. El proyecto trujillista de convertir al país en un cartel financiero y comercial, en una empresa monopolista despiadada fue previsto en el mismo informe de la comisión, el que quizás fuera el libro sagrado de Trujillo.

Pero antes debo contextualizar a Neiba en los años inmediatamente posteriores a la Guerra de la Restauración de la República, porque el gobierno de José María Cabral y el subsecuente de Buenaventura Báez no dieron tregua a las luchas intestinas en el sur. Azua, Barahona, El Alpargatar, Las Damas, Neiba y San Juan fueron escenarios donde no se apagó la tea. Por ejemplo, es poco trabajada en la historia dominicana la represión del gobierno de Buenaventura Báez contra las comunidades de Neiba, El Alpargatar y Las Damas, al tratar de sofocar la guerrilla de Cabral en 1871 en que envió a los generales Manuel Méndez y Valentín Pérez a atacar a sus opositores, logrando mermar la resistencia con la muerte de Polo.

Cuando uno coloca sus ojos sobre un libro de historia dominicana le queda la impresión de que después de la Restauración todos los habitantes de la república fueron felices y vivieron en un nido de tranquilidad y progreso. Algunos hacen mención de levantamientos y revoluciones como focos de caudillismo en el Cibao, pero el sur se reduce a breves líneas y hasta con cierto dejo.