Como resultado del inicio de una economía sustentada en la industria azucarera y en los talleres manufactureros en el último cuarto del siglo XIX, aparecieron en la República Dominicana, principalmente en la ciudad de Santo Domingo, gremios de obreros y artesanos responsables de encabezar jornadas de luchas reivindicativas y de ayuda mutua,  organizar las primeras huelgas que se conocieron en la historia de los trabajadores dominicanos y propiciar el aglutinamiento de los asociados en una estructura gremial, de tendencia socialista, que se constituyó en 1899 bajo el nombre de la Liga de Obreros y Artesanos.

Las ideas socialistas y su incidencia en la clase obrera europea irrumpieron en  el debate político-ideológico a mediados del siglo XIX, especialmente a partir de la publicación del “Manifiesto del Partido Comunista” (1848). En América, la presencia de esa doctrina fue palpable en los países más industrializados, mientras que en la República Dominicana fue necesario esperar la transformación de las relaciones pre capitalistas agrarias hacia unas  que apuntaban al capitalismo industrial, que descansaba principalmente en la producción azucarera,  lo que sucedió a mediados de la década de los años setenta del siglo XIX.

Estos cambios en la economía y por tanto en la tecnología, abrieron un importante espacio a la llegada de capitales, establecimiento de ingenios azucareros, introducción de nuevas técnicas de cultivo, culturas productivas y en especial a la inmigración de braceros y técnicos provenientes de las islas del Caribe, tanto de Cuba y Puerto Rico como de  las Antillas menores de habla inglesa. Los dominicanos somos deudores de los inmigrantes, tanto de prácticas como de ideas políticas y administrativas que se pusieron en boga antes de finalizar el citado siglo.

La utilización de los vocablos “socialista”, “comunista” y “anarquista” guarda relación, en ciertas formas, con la presencia de esos inmigrantes. Las ideas socialistas comenzaron a ser conocidas  en la medida  que regresaban algunas de las personas que habían visitado Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, como fueron los casos de Manuel Rodríguez Objío y Gregorio Luperón.

Si bien los cambios en las relaciones de producción no se produjeron a la velocidad ni con la lógica de  los países capitalistas industrializados, tenemos que aceptar como válido la aparición de un sector obrero y artesanal urbano vinculado a la producción azucarera y al comercio. Algunas prácticas de países industrializados, como por ejemplo las huelgas, se hicieron comunes a partir del ingreso a la producción de cientos de campesinos convertidos en trabajadores y a los inmigrantes de la industria azucarera que recién comenzaban a llegar en aquellos años. En el libro que Rodríguez Objío escribió sobre “Gregorio Luperón y la Guerra de la Restauración” aparece antes de 1871 el vocablo socialista, mientras que el héroe de la Restauración, a mediados de los años ochenta del siglo XIX, acusó al periodista y político Eugenio Deschamps, y a sus relacionados, de ser socialistas y enemigos de la propiedad privada. 

El  11de  enero de 1885 Gregorio Luperón hizo publicar una carta en  el periódico “El Eco del Pueblo”, en la que refiriéndose a Deschamps y sus adeptos, dice: “hoy los socialistas y los visionarios pululan en toda la República, predicando en sus hojas doctrinas desmoralizadoras y la guerra social, que es la mayor calamidad de  los pueblos”. A esta acusación Deschamps contestó con un largo artículo, preguntándose “¿Qué es  el socialismo?”, para observar de inmediato, que para él darse cuenta del significado de esa palabra y poder contestar la pregunta, se vio obligado a tener que “recorrer a  los diccionarios”, debido a que ignoraba “su significación”. 

También en su libro “Notas Autobiográficas”, el General Luperón amplía la opinión expresada anteriormente, de que Santo Domingo era “un país sin trabajo industrial, activo y relativo, que corresponda a todas las necesidades de los pueblos más avanzados, no tiene civilización ni libertad, ni seguridad de vida, ni de propiedad, sino comunismo, anarquía y tiranía en todas sus cosas políticas, sociales y comerciales”.

Lo que acontecía en la República Dominicana de finales del siglo XIX, aun en el período de la dictadura de Ulises Heureaux (Lilis), era advertido con preocupación por algunos publicistas de la época, quienes veían en el surgimiento de los obreros y artesanos, así como en la organización de sus gremios, un peligro para la unidad social, que podía desencadenar perturbadoras acciones reivindicativas consideradas inadecuadas para el bien de los propios sectores reclamantes.

Esta situación se evidenció  al sucederse movimientos huelgarios, que a decir del periódico “El Orden” del 20 de julio de 1900, se iban haciendo “frecuentes en nuestro país”, alertando que estos estaban deviniendo en pretextos que podrían prestarse “para confabularse con otros fines que no sean el salario que ganan con el sudor de su frente”. El periódico iba más lejos y alertaba sobre la posibilidad de que las huelgas se combinarán con intereses políticos y se disfrazaran “un día el elemento perturbador con el traje del obrero para dar riendas a sus pretensiones perniciosas”. El articulista del citado periódico era del criterio de que los patronos debían atender los reclamos de los obreros, como sucedía con los que propiciaban en la capital una huelga de panadero que en esos días resultó exitosa, y exhortaba a los patronos a acceder al reclamo de aumento de salario de los panaderos, diciendo que había “razones para que se atienda al artesano, y no se le perjudique hasta el extremo de que tengan que apelar a las huelgas para obtener lo que es de estricta justicia”. (Véase periódico “El Orden”, del 20 de julio de 1899).

Como hemos visto, los cambios en las estructuras económicas también traían ideas que hasta ese momento eran desconocidas, situaciones de conflictos laborales y nuevos actores en la política dominicana.

Uno de los primeros en estudiar el surgimiento del proletariado dominicano lo fue Juan Isidro Jimenes Grullón, quien en su obra “Sociología política” (1982), aportó interesantes informaciones relativas  a  la aparición de la clase obrera dominicana y a las primeras organizaciones de tendencia socialista, aclarando que fue a raíz del fin de la dictadura de Lilís en 1899, que los obreros urbanos comenzaran a desarrollar sus intereses de clases, y cita como ejemplo la aparición de la Liga de Obreros y Artesanos en 1899 y su llamado a impulsar la lucha contra el capitalismo en la República Dominicana.

Además del libro de Jimenes Grullon, se han escrito varios textos sobre el origen de la clase obrera dominicana en los que se toca su relación con las ideas socialistas; pero  el que con más profundidad ha estudiado el surgimiento del proletariado y la influencia de esas ideas en el movimiento obrero lo ha sido el historiador Roberto Cassá en su libro “Movimiento obrero y luchas socialista en la República Dominicana” (1990), quien explica el proceso histórico que llevó al surgimiento del gremialismo en los años ochenta del siglo XIX, así como la aparición de las primeras organizaciones socialistas vinculadas a ellos, aportando las causas y los procesos económicos que facilitaron el avance del movimiento obrero en el país, desde el último cuarto del siglo XIX hasta la muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo en 1961.

Ambos, tanto el sociólogo Juan Isidro Jimenes Grullón como el historiador Roberto Cassá, se refieren al comienzo del capitalismo industrial, el desarrollo de la clase obrera, la presencia de un importante contingente de trabajadores inmigrantes, principalmente de las Antillas, y la aparición de la Liga de Obreros y Artesanos, organización fundada el domingo 26 de noviembre de 1899 (no en 1900 como erróneamente lo anota J.I. Jimenes Grullón). Como lo informa el periódico “El Nuevo Régimen” tres días después de esa fecha, la Liga quedó creada en un “mitin celebrado en el patio del colegio San Luis Gonzaga”.

En la crónica titulada “El meeting de los obreros” publicada en “El Nuevo Régimen”, se dice: “Allá, en el patio del antiguo colegio “San Luis Gonzaga”,  a la sombra democrática de los naranjos y del secular almendro, tuvo efecto con inusitado entusiasmo, el pasado domingo, la instalación de la “Liga de Obreros”, sociedad económica, nacida del seno mismo del pueblo, de civilizadores y levantados fines para el porvenir social de la patria….Aquel acto fue acaso el más simpático de cuantos permite esta bendecida libertad.

“Allí estábamos los obreros, confundidos todos, en íntima y elocuente comunión de ideas, en trato íntimo, rotos y para siempre los límites con que la insensatez humana separa clases y aísla razas; estábamos allí los obreros armonizados para responder a un alto móvil de salvación y de engrandecimiento popular.

“Tratábase  de una emancipación. Una víctima, el obrero, ha sacudido su marasmo y se alza majestuosa, armada de su inmenso poderío, y se prepara a ocupar y a conservar su avanzado puesto en la lucha por la existencia. Es la era del Derecho. Los despotismos morirán todos; el obrero se alista para combatir con su gran tirano: EL CAPITALISMO”. (Véase “El Nuevo Régimen”, 29 de noviembre 1899).

Un mes después de esa reunión, el 31 de diciembre, se efectuó una manifestación en la que se proclamó el “objetivo de la redención del obrero”. Al día siguiente, el primero de enero de 1900, se puso a circular una proclama con la que los integrantes de la primera organización que aglutinaba a los gremios de obreros y artesanos de la ciudad de Santo Domingo, expresaban su tendencia socialista y reclamaba la unidad y lucha contra el capitalismo y la burguesía. 

En  ese documento de la Liga de Obreros y Artesanos  aparecen los objetivos que sustentaba la organización, así como el listado de  los gremios y sus asociados, entre los que se encontraban  José Dolores Alfonseca, Tulio Cestero, José Ferrer y Matilde Miñoso del gremio de carpinteros, curiosamente la única mujer firmante de la proclama, quienes apoyaban las ideas y los temas contenidos en  el manifiesto, relacionados con: 1) La unidad y llamado a participar en las luchas de clases, 2) Los efectos negativos del sistema capitalista sobre la clase obrera, 3) El proletariado es todavía un instrumento de  la burguesía, 4) El obrero está fatigado y limitado, impedido de adquirir la educación necesaria, 5) La explotación del hombre por el hombre a través del salario, 6) Las sociedades de hoy sólo tienen clases de explotados y explotadores, 7) El obrero para su emancipación no puede esperar apoyo ni del Estado ni de  la sociedad, 8) Apoyar la protesta contra la infame burguesía, 9) La existencia de  los trabajadores dominicanos y los trabajadores inmigrantes, y 10) El mejoramiento gradual y relativo de  la clase obrera, democratizando los medios de producción hasta llegar  en el mañana a una base socialista.

La agrupación obrera aglutinaba varios gremios de trabajadores, entre ellos el de carpinteros, albañiles, zapateros, talabarteros, tabaqueros y cigarrilleros, panaderos, sastres, tipógrafos, carreteros, barberos, pintores, cocheros, camiseros, planchadores y sombrereros, armeros, herreros y hojalateros, chocolateros, toneleros, plateros y oficios varios.

El documento puesto a circular por la Liga de Obreros y Artesanos estaba firmado por un “Centro Propagador” integrado por Manuel M. Velez, J. D. Alfonseca hijo, G. G. Concha, J. R. Vicioso Reyes, Teodoro Martínez, Miguel Veloz Eugenio, M. Llaverías, Clemente Jones, Adolfo C. Obregón, Alejandro Lendesbol, Rafael Amiama, José A. Saldaña, Marcelino Guerrero,  Adán Reyes, Martín Tejeda,  Ernesto Burgos, Florencio Santiago, Eliseo Mirabel, Manuel M. Mirabent, Polidor Bos Henríquez, Pedro Costo,  y Ángel Perdomo.

A continuación el documento puesto a circular por la organización gremial-socialista el 1 de enero de 1900:

Llamamiento que hace el “Centro Propagador”  de la Liga de Obreros y Artesanos a la clase obrera de la República”.

Obreros y Artesanos:

“Es tiempo ya de renunciar a los nefandos perjuicios de la tradición y a la criminal indiferencia cívica en que vivimos; ha llegado ya el momento de unirnos en legión de convencidos y tomar con abnegación de mártires y resolución de salvadores la indispensable parte defensiva que nos toca en la formidable aunque sorda lucha de clases que tanto nos abate y tanto obstaculiza la emancipación humana!

“El sistema de producción económico actual, el acaparamiento individual y fortuito de las fuentes de producción y la industria mayor que originan millares de jornaleros, degradan y aniquilan al obrero en vez de emanciparlo; y en vez de moralizar las instituciones falaxinente llamadas democráticas, vician perniciosamente con repugnantes convencionalismos la educación de nuestras generaciones desgraciadas.

“El proletariado ha sido y es todavía un instrumento que manejan los protegidos de la suerte para acumular riquezas y conseguir capital; el jornalero es una maquina viviente comprada al más bajo precio para producir fabulosas riquezas: el obrero un desheredado de la tierra, un infortunado de la instrucción, un degradado social, un sustituto miserable del siervo y del esclavo de ayer….

“Es un desgraciado a quien obliga la infame coordinación social imperante a cambiar el capital precioso de su actividad y de su vida, por las migajas de pan que le racione el potentado burgués.

“El preeminente influjo que en el desarrollo de la perfectibilidad humana tenemos los obreros y artesanos resulta inexplicable ante los espíritus mediocres que son los más, y muy por el contrario se nos conceptúa por mero capricho de los demócratas demofobos, como a seres de inferioridad social y moral, incapaces de asimilar doctrinas refractarias a la educación y a la instrucción y reacios hasta para la libertad misma. 

“Todo, en el actual mecanismo de las sociedades contemporáneas, se urde sentenciosamente contra los obreros, contra nosotros. Para nosotros, las fatigas, los perennes martirios, la obscuridad intelectual, el desprecio de la Sociedad, el látigo de los políticos y los infortunios del Estado.

“Por un cúmulo de deberes que se nos exige, como impuestos morales, sólo nos garantiza la Sociedad, como al antiguo esclavo un día de libertad, un solo y único derecho de vida, el Salario, ese estupendo sarcasmo que la explotación del hombre por el hombre lanza a la faz de la civilización como anatema fulminante contra la democracia criminal.

“Toda esa democracia, todo ese régimen político y toda esa libertad mentira, que ostenta la humanidad ciega, es únicamente el bello ropaje de un feudalismo nuevo y de una barbarie moderna estremecida sobriamente cuando de la regeneración de los obreros se trate.

“Y puesto que el corazón y la inteligencia está aún al servicio del capital; puesto que hablar de la redención del obrero es locura cuando no crimen; puesto que los liberales de hoy sostienen clases explotadas y explotantes; clases oprimidas y dominantes, capitalistas y jornaleros; puesto que nuestra organización moral exige a un hombre que le regale su salud, su vida y el porvenir de su familia a otro hombre que debe gozar mucho y trabajar poco; puesto que unos deben vegetar y gemir en la miseria, y otros ostentar lujo y malgastar alimentos, justo es que la iniciativa individual arme al obrero y clave la bandera roja del radicalismo honrado imponiendo con la energía de una discreción infalible el ideal económico por encima de todos los ideales políticos.

“El obrero y sólo el obrero es el llamado a este combate, pues nada, absolutamente nada harán por su redención ni el Estado, ni la sociedad, ni nadie!

“Y es por eso que hoy alzamos nuestra voz de redención, nuestro juramento de concordia obrera y nuestra protesta contra la infame burguesía que nos oprime; y es por esto por qué paseamos por toda la República nuestro redentor saludo, y nuestra desinteresada demanda de apoyo y de ayuda.

“¡Obreros y artesanos de toda la República, nacionales y extranjeros! Arriba! Hacia el triunfo de la igualdad; hacia la fraternidad social! Hacia el triunfo del obrero! Unámonos y hagamos de nuestros dolores y de nuestra desesperación un solo dolor y una sola protesta. Unámonos todos y en todo el territorio bajo una sola promesa, bajo el solemne JURAMENTO DE REDIMIR EL OBRERO.

“¡Que nuestra única política sea la sustentación de nuestro ideal económico, y nuestra única ambición, el mejoramiento colectivo del obrero!… Dediquemos nuestra poderosa actividad al mejoramiento gradual y relativo de la clase obrera, democratizando los medios de producción, hasta llegar en el mañana a una base Socialista.

“¡Nuestra misión como entidad social, en las luchas de la sociedad, será el enérgico combate de las tradiciones y de las convenciones de la BURGUESÍA dominante. A combatir ese enemigo común nos entregaremos, y solo nos distraerán las catástrofes políticas de la sociedad para provecho y sustentación de nuestro ideal económico.

“Obreros y Artesanos:

“Unión y solo unión necesitamos para el triunfo: en la unión nos moralizaremos, nos instruiremos y nos educaremos mal que le pese a ese elemento diligente cuellierguido que nos desprecia en el triunfo y nos implora en las crisis…Moralizados y realmente unidos los obreros y artesanos, los de aquí, los de allá y los de más allá, levantaremos el mundo, suprimiremos fronteras y emanciparemos la humanidad!

“A la obra pues obreros y artesanos! A fraternizar nuestros deseos en una aspiración común! Que el mañana nos sonríe y que a la solidaridad interfederal de las Ligas obreras provinciales o comunales, suceda, una advenimiento de altruismo social de salvación económica y de redención obrera!…Por ella y para ella Obreros y Artesanos arriba! Siempre arriba!

“Santo Domingo, Enero 1 de 1900”.

(A continuación sigue una larga lista en la que aparecen los integrantes de cada uno de los gremios. El documento original se encuentra en la hemeroteca del Archivo General de la Nación, apr).

Los primeros años de la Liga de Obreros y Artesanos.

Posteriormente, el citado periódico trajo el 31 de enero de 1900 la información de la lucha encabezada por la Liga de Obreros y Artesanos, y el triunfo logrado por el gremio de los “aplanchadores”, cuando los patronos se vieron obligados a ceder ante el reclamo de aumento salarial. En esa ocasión, dice el periódico, “los patronos reconocieron el derecho exigido y cedieron satisfechos y risueños ante sus operarios (…): Este hecho aislado y hasta prematuro en la naciente vida de la Liga Obrera, a la vez que un triunfo, es una luminosa esperanza, un sublime vaticinio. Prueba todo esto la honradez y la moralidad de todos nuestros obreros en la sustentación de sus ideales jurados.  (…); el obrero dominicano se encamina por la nueva vía, alumbrando el camino por emancipadora luz”.  El triunfo del gremio se convirtió, dice la Liga, en un mentís para quienes les niegan a los trabajadores sus derechos, “sin tener que recurrir así a los perturbadores motines y a las dolorosas catástrofes de la sociedad”. (Véase “Triunfo de la huelga obrera”, El Nuevo Régimen, 31 de noviembre 1900). 

Casi a un año después, el primero de septiembre de 1901, cuando todavía la Liga de Obreros y Artesanos mantenía sus gestiones reivindicativas, apareció en el mismo periódico un artículos titulado “La clase obrera”, con el que se criticaba la organización gremial que había nacido en la ciudad de Santo Domingo a finales del siglo XIX, rechazando la organización de la clase obrera dominicana, porque, de acuerdo al articulista, no “ha habido nunca, ni hay hoy ni debe haber, en nuestro país una “clase obrera”, e insinuando que la organización que se dio a finales de la dictadura de Lilis  estaba manipulada por intereses de funcionarios que ejercían influencia sobre los individuos organizados en los gremios.

Además, el articulista criticó a los que incitaban a los obreros a organizarse para luchar “para reivindicar derechos de que nadie pretende despojarla”. Y porque consideraba peligrosa para los artesanos la “tendencia que se está manifestando en algunos ciudadanos que ejercen oficio manual,–y que no falta quien fomente, para explotarla en beneficio propio—de constituir una “clase obrera”, opuesta en intereses, propósitos, anhelos y derechos al resto de los asociados” y destruye la armonía existente entre los patronos y los trabajadores “para sustituirla con luchas permanentes de intereses”. (Véase “El Nuevo régimen”, 1 de septiembre 1901).

Es muy probable que los esfuerzos puestos en la organización de la Liga de Obreros y Artesanos hayan trascendidos más allá de 1902, pero a partir de ese año el país entró en un largo periodo de convulsiones políticas llamadas “revoluciones”, relegando a un segundo plano las luchas reivindicativas de los gremios y de la organización que los agrupabas, la Liga de Obreros y Artesanos, la que al parecer desapareció para siempre.