Los panitas progres y solidarios con las masas explotadas por el sistema como tú bebían y fumaban contigo en el murito del Drake´s Pub. Esa junta con un desclasado de Villa Francisca   no era de gratis. ¿Con el hijo de Fajardo, el zapatero más conocido de Villa Francisca? No, no, claro que no era de gratis. Lo sabías, pero te hacías el pendejo.

No eras parte de esa cofradía de niños   fumanchuse del Viejo Gazcue. Niños Gerber jugando a la revolución.  Lo importante para ellos   era que representabas al real pusher en casos de emergencia. El mensajero de la felicidad cannábica.  El vendedor de escapes. Los humos para escuchar mejor a Pat Metheny, Gong, Weather Report. La sustancia conectada entre ellos. Tú quedabas fuera del círculo interior, de cualquier sustancia conectada entre ellos y sus predilecciones musicales.

Tus panitas amigos de los pobres te presentaban a sus gebas rocapiedra, te pagaban los tragos y te metían en sus conversaciones sobre Trotsky, Lenin, Stalin…nombres raros para tus oídos. La URSS.  Cuba y Estados Unidos y su eterno vacilón de perros jadeantes. No entendías ni un coño de lo que hablaban. Ná de esa vaina tampoco te importaba.   Lo tuyo era ganarte lo de mañana y que a tu niña nunca le faltara pampers y leche.

Y todo esa melcocha contigo se debía a que eras el pusher suplente cuando el real pusher traqueteaba lejos de la Zona y no podía suplir la demanda. El delivery menor, como en las antiguas cortes reales, el bufón mayor delegaba a los bufones más payasos la velada ante el rey cuando el rey no estaba de buenos humores.

… y solo eras un pushersito auxiliar,  charlie, parte alta de cuartería y toalla hedionda a jabón kínder y pobreza.

Después de los conciertos del Terror en las Ruinas, los gebitos fumanchuse nunca te dieron una bola en la “fragata” del Alberto, el líder de los Gerber Progres Revolucionarios.  Un Impala Chevrolet 69 super recauchado. Nunca te dejaron ni cerca de tu casa.   Cabían todos, menos tú.

A ti te tocaba cruzar   solito el Conde de madrugada acompañado de perros pardos blancos negros ojerosos.  Ojos de cristales rojos. Algún borracho te saludaba desde el banco de madera frente a Pollo Rey. Un italiano prostanini te invitaba a que se lo mamaras por par de dólares. Pero los perros, sí, los perros ojerosos pardos blancos negros siempre fueron tus escuderos – hasta la Puerta del Conde- Guardianes del hijo de Fajardo, el zapatero de Villa Francisca.

Cada vez más, la madrugada se hace más profunda al llegar a tu casa en la Ravelo. Hambre de monchis y el estómago jugando ping pong con tu cerebro.

La tarde noche del próximo encuentro con tus panitas progres en el Drake´s,   la nota te paseó muy mal por tus venas. Te desmayaste.  Te agarró una pálida agria y pesarosa entre la Cafetera de Glaem Parls y la Ferretería Morey justo en medio de la Duarte Decente. La Duarte de tu pana paletero con aire de monje tibetano te observó caer desmayado al suelo.  Tu amigo paletero que siempre te aconsejaba muchacho deja la droga ponte a etudial .  Nunca le hiciste caso. Te creías la   cheveritud arrebatada y solo eras un pushersito auxiliar,  charlie, parte alta de cuartería y toalla hedionda a jabón kínder y pobreza. Otro jodío más de la vida que solo le importaba que a su niña nunca le falte nada. Ahora, mareado y confundido,  caminas maniatado por la patrulla a pie que para tu mala suerte te recogieron cuando caíste ¡plop! .  Cada minuto los dos policías te empujaban y te extorsionaban al oído. La onza o lo cualto.  Te meterán de cabeza en la celda del destacamento de Villa Francisca. Una celda suapiada de vómitos y cloro de La Sirena del cuartel de la ya desvencijada y no aguerrida barriada de Villa Francisca.

"¡Saca la onza o lo cualto, coño!",  reclamaba airado el de mayor rango.

Ni cualto ni onza. Nada.  En el Drakes te esperan tus panitas bohemios progre revolucionarios salvadores de los pobres,  y tu aquí, coño,  mal preso,  oliendo vómitos ajenos y cloro de La Sirena de La Mella.  ¡Más de una Emoción!