SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Cuando la vida tiene garras, cuando el deseo de hacer las cosas bien asalta, cuando las soluciones son necesarias, ahí están los mosqueteros del jazz.
Omar, Sandy, Cuchi, Fernando, Renaud, Wellington, todos juntos en la angustia y la espera de una memoria. Así comenzamos.
Eran las 7 de la noche, la memoria no parecía.
Paseítos por aquí y por allá. Un ridículo oficial de la policía que había olvidado que Trujillo había muerto, quiso averiguar qué acto se hacía allí. El “lambón” uniformado fue mandado a paseo, lo entendió y pidió disculpas ante el mutis necesario..
Desesperados en la puerta, los nervios no estaban de punta, parecían de acero tirando a metileno.
Mientras tanto, dentro entre luces tenues: Un público educado y selecto, como siempre es nuestro público.
Impecable, público ameno y dispuesto a gozar del mejor jazz, como sólo Jazzomanía en la historia de este país puede ofrecerlo, porque lo de ellos es la calidad del jazz, esa es su cosa, su gran cosa jazzística.
El Jazz Mosquetero Carlos Leal estaba bailando en el Gallego, lloraba a cántaro, se había olvidado de que la noche de anoche era todo Brubeck.
Al jazz Mosquetero Fernando Félix se le ocurre una idea acertada, mientras llegaba la memoria que tenía Brubeck concentrado, ¿por qué no recordar en mientras tanto a Brubeck?
Así se hizo, mientras el Jazz Mosquertero Sandy Saviñón hablaba por teléfono con CFE.
Frenéticos, coléricos, agitados, finalmente comprendimos que la noche de anoche, era para que Louis Armstrong salvara a Dave Brubeck, y lo salvó.
Desde que Louis arrancó minutos después la memoria de Brubeck llegó, y acto seguido Joe Morello inicia con un fuerte solo de batería.
La noche de anoche, Encuentro con Dave Brubeck, estaba salvada y éramos todos felices. Dije todos y todas.
Un mar de ilusiones en blanco y negro iluminaba la pantalla, en el suspiro y en cada reflejo, veíamos la cuna que Catana Pérez, su silla vacía, mecería para su nieto, con aires de nana y noche cayendo… porque las estrellas también tienen que dormir.
La Noche avanzaba, y la Ciudad Colonial -entre luces- era más bella que nunca.
Un coro en el Convento sobre chillaba, porque a pesar de las bellas voces, alguien le sobremoduló el sonido, el eco llegaba al lado, a la Quinta Dominica, donde Dave Brubeck y su cuarteto hacían de las suyas.
Respirábamos, todo en su lugar, las sonrisas también, todo iba a su destino final, y un aire de fraternidad nos invadía.
Una señora italiana, elegante y altiva, estaba maravillada, alababa a Jazzomanía. Era un elogio en la lengua de Petrarca y Dante, era una señal final de que la anoche de anoche, a lo Rondó a la Turca, a lo Dave Brubeck, había llegado a su fin.
Los de Jazzomania, que son Mosqueteros pero no pendejos, habían cumplido una vez más su palabra.
Tranquilos y alegres, nos dimos cuenta, comprendimos, que un misterio fabuloso había ocurrido: Louis Armstrong, había salvado a Dave Brubeck… y con su espíritu.