La vida sencilla de la gente citadina, una población que se desenvolvía en lo meramente rutinario, más aún la que pertenecía a los límites intramuros. La tímida actividad de comercio, tertulias entre vecinos, escueta vigilancia en puntos claves, los ordinarios cambios de guardia por parte de la gendarmería; personas que acudían a pie o en montura a sus obligaciones en el día a día, o en los escasos coches y carruajes de la época. Y al amparo de noches de luna llena, hasta había lugar para flirteos entre parejas.
En pocas palabras, así se podría describir el día a día de la ciudad de Santo Domingo de finales de la década del ‘30 del siglo XIX, cuando el número de sus residentes no llegaba a 15 mil (incluidos los alrededores), y que muchas de las decisiones a poner en práctica eran tomadas desde Puerto Príncipe, capital de Haití, y en ese entonces centro de poder político para toda la isla.
El litoral al sur, con sus hermosos atractivos naturales; San Carlos, ahora tan próximo, distaba un buen trecho de la ciudad intramuros, lo mismo que Pajarito (hoy Villa Duarte) al otro lado del río, y lo que hoy es Villa Francisca, que para entonces eran predios de cultivos agrícolas, y Gascue aún no pasaba de ser rural.
La dominación haitiana se extendió por espacio de 22 años, período suficiente para el surgir de toda una generación. De esa etapa de nuestra historia se aporta muy poco en las enseñanzas de instrucción básica, incluso la universitaria.
Siempre ocuparán un sitial especial los roles que jugó a partir del 16 de julio de 1838 -cuando se fundó- la Sociedad Secreta La Trinitaria, el génesis para la proclamación de la independencia.
La Trinitaria, nombre dado porque estuvo conformada inicialmente por nueve personas, divididas en grupos de tres. Sus miembros fundadores fueron Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Jacinto de la Concha, Félix María Ruiz, José María Serra, Benito González, Felipe Alfau y Juan Nepomuceno Ravelo.
En su manifiesto inicial de la primera reunión de La Trinitaria, realizada en casa de Doña Josefa Pérez de la Paz (Chepita), madre de Juan Isidro Pérez, sito en la calle Arquillo (hoy Arzobispo Nouel), el joven Duarte, su ideólogo, lo dejó establecido: “Estamos convencidos de que entre dominicanos y haitianos no hay fusión posible. Somos y seremos dos pueblos diferentes”.
¿Porqué los haitianos decidieron invadir la parte Este de la isla? La historiografía tradicional aporta varios factores: El poco interés de España por conservar su colonia del Santo Domingo Español, la tesis contenida en la constitución haitiana de 1801, de que la isla era una e indivisible (idea de Toussaint Louverture).
También, que hubo descontento de las poblaciones mulata y esclava con relación a que el acta de constitución de la independencia efímera de José Núñez de Cáceres, en 1821, no establecía abolir la esclavitud, entre otras consideraciones.
Apenas dos años después de iniciarse la ocupación haitiana, el 9 de febrero de 1822, se registraron manifestaciones de protesta y descontento, como la conspiración de Los Alcarrizos, en febrero de 1824, movimiento insurreccional y que estuvo liderado por simpatizantes con la corona española.
El historiador José Gabriel García destaca que “la cantidad de involucrados llegó a ser tan grande, que de haberse declarado la revolución habría sido difícil sofocarla”. Cuatro de sus cabecillas fueron pasados por las armas, por decisión de un tribunal civil (que tuvo a Tomás Bobadilla como fiscal del gobierno haitiano, que recomendó pena de muerte para ellos, y que 20 años después sería un clavo en el zapato para los propósitos de los trinitarios).
No valieron los ruegos ante el gobernador militar Jerome Maxime Borgellá para que dejara sin efecto el veredicto. Lázaro Núñez, Facundo de Medina, José María de Altagracia, y Juan Jimenes (padre del que luego fuera el segundo presidente que tuvo el país, fueron ejecutados.
Transcurrieron 16 años de dominación desde la ocupación de Haití hasta la fundación de La Trinitaria. A partir de 1822, numerosas familias en Santol Domingo y otros puntos del país tomaron la decisión de emigrar a Puerto Rico, Venezuela, Cuba y otros territorios.
¿Qué pasó en el interregno?
Muchas cosas suceden, y muchos datos se aportan en cuestión de cinco años y siete meses, tiempo transcurrido desde que La Trinitaria fue fundada hasta la revuelta en la Puerta de La Misericordia, la noche del 27 de febrero de 1844. El peligro siempre acecha en una empresa de esa envergadura.
En medio de la clandestinidad o semi clandestinidad en que los trinitarios se desenvolvían como tales, había que advertir los riesgos a que se sometían quienes participaban de las acciones emprendidas. Entre ellos hubo quienes lo sacrificaron todo, incluso sus escasos bienes, por ver su terruño libre y soberano, al menos de los haitianos.
A medida que se daba a conocer el proyecto de La Trinitaria, con el discurrir del tiempo fue aumentando el número de involucrados. Es de suponer que, debido a la envergadura de lo que se perseguía, el adiestramiento militar estuvo incluido, lo mismo que conseguir municiones. al costo que fuese, para cuando llegara el momento propicio.
El proyecto de La Trinitaria tuvo como fin esencial la enorme tarea de que había que proclamar la independencia de la parte Este de la isla y expulsar a los haitianos. Eso no se podía conseguir “a mano pelá”, para usar un término muy a lo dominicano.
Son muchos los riesgos que se corren cuando se conspira contra la autoridad, teniendo en cuenta que en lo estrecho del círculo social de entonces prácticamente se sabía hasta dónde llegaba o podía llegar cada cual. Y había que estar muy atento con todo lo que sucedía al oeste de la isla.
Además, y como lo reclamaba un proyecto de esa envergadura, los responsables de ese movimiento debieron ubicar contactos en las distintas poblaciones del interior, y tener lugares de encuentros a la sombra de la clandestinidad, con el temor de ser traicionados.
Debieron tener presente los peligros que había que sortear en los desplazamientos en los trayectos a recorrer, que para la época se circunscribían a ir en montura, o simplemente a pie, o por vía marítima, medio de transporte que -debemos suponer- estaba estrechamente controlado por las autoridades haitianas de ocupación.
Una pregunta que nunca estará demás: ¿pudieron los trinitarios filtrar algún o algunos contactos a las filas del enemigo con el fin de detectar o pasar mensajes, sin siquiera despertar sospechas? Si así fue el caso, constituyó tremendo éxito a favor de la causa. De lo contrario, el enemigo estuvo más protegido frente a la conjura. ¿Y si ocurría todo lo contrario, que el enemigo llegase a penetrar el movimiento conspirador?
Otra interrogante obligada en esto es: ¿cuántas veces estuvieron presos los trinitarios? Quizás sea un dato en que los historiadores no hayan hurgado lo suficiente.
Por demás, una empresa como la emprendida por los trinitarios, que en su vida cotidiana lo más probable es que se comportaran como si no tuvieran capacidad ni para tirar una piedra, es de rigor suponer que debían estar atentos a la capacidad de movilización de los servicios de inteligencia o informantes de las fuerzas de ocupación. Duarte fue forzado irse al exilio en 1843.
También, el control que se ejercía en las escuelas (la única universidad estaba cerrada desde hacía años), de los escasos centros de diversión que había para entonces, y desde los púlpitos de las iglesias diseminadas en las principales comunidades. Otro proyecto de los conjurados, la sociedad La Filantrópica, fue una estrategia de estos para presentar obras para consumo del público, y una forma de encubrir lo que se tramaba.
Esas presentaciones tenían por propósito generar conciencia en el público sobre la causa independentista. Y con ello se obtenían recursos económicos para financiar la compra de municiones y cubrir gastos de actividades a favor de la causa.
Los conjurados sabían que había que tener en cuenta las fortalezas y debilidades de los contactos con que ellos contaban en cada localidad, muy en especial las ubicadas próximo a la zona fronteriza, casos de Montecristi al norte; Neiba y San Juan de la Maguana en el centro sur, y Azua en el sur.
Para 1840, Montecristi tenía 1,421 habitantes, mientras que los datos obtenidos de Neiba y San Juan de la Maguana indican que 15 años antes, para 1825 (ya consumada la ocupación haitiana) sus poblaciones respectivas eran de 3,516 y 3,386, mientras que en Azua eran 3,208 habitantes.
También, los envíos de mensajes a contactos específicos era asunto de alto riesgo; las contraseñas o códigos para saberse entender, contrariedades entre los propios trinitarios cuando discutían determinadas situaciones.
En el crisol de la juventud
Los tres adalides de nuestra independencia, Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella, comenzaron su lucha por la libertad y soberanía del pueblo dominicano siendo aún muy jóvenes. Para el 16 de julio de 1838, cuando se fundó la Sociedad Secreta La Trinitaria, Duarte apenas tenía 25 años, Mella 22, y Sánchez menos aún, 21.
Para el momento en que se disparó el trabucazo en la Puerta de La Misericordia, la noche del 27 de febrero de 1844, Mella recién había cumplido 28 años.
Sánchez, que también estuvo ocupado en ese magno acontecimiento, y fue a quien le tocó enhestar la bandera nacional, tenía 26 años, 9 meses y 8 días. Duarte, que por haber sido desterrado meses antes no pudo estar en ese escenario, para entonces tenía 31 años, un mes y un día.
Como se podrá ver, eran tres hombres con edades relativamente jóvenes para emprender la titánica tarea que representaba proclamar a los cuatro vientos un movimiento emancipador por la libertad y soberanía del pueblo dominicano, levantado en armas contra la ocupación haitiana.
Todos los que conformaron en sus inicios la Sociedad Secreta La Trinitaria eran hombres con edades que se puede decir en pleno apogeo de su juventud.
Pedro Alejandrino Pina tenía 24 años, Jacinto de la Concha 25; José María Serra 25, Juan Isidro Pérez 27, Félix María Ruiz 29, Juan Nepomuceno Ravelo 28, y Felipe Alfau 25 años. Originalmente, Mella y Sánchez no pertenecían a La Trinitaria. Junto a Vicente Celestino Duarte se unieron a esta en una fecha posterior.
Se podrá afirmar que para la época que a ellos les tocó vivir, cuando los avances científicos se distanciaban diametralmente a lo que conocemos hoy día, una persona con 30 años ya era adulto con edad de media vida.
Entre los nueve trinitarios iniciales hubo hombres de distintos tipos de arrojo y valentía, casos de Duarte, Pérez, Pina y Serra. Es tan así que los tres primeros fueron enviados al exilio por las autoridades haitianas en el año 1843, meses antes de consumarse la independencia, debido a que se sospechaba y se tuvieron informes de sus planes conspirativos.
Pero entre 1843 y 1849 el exilio acompañó a los primeros trinitarios. Ruiz fue expulsado en 1844, Serra y De la Concha en 1849. En cambio, Benito González participó en los inicios del movimiento y en el trabucazo del 27 de febrero, pero luego se retiró de toda actividad política.
De entre el grupo inicial de los nueve, hubo quienes demostraron luego de su participación en ese proyecto sólo obedecía al clamor de conspirar contra los haitianos y expulsarlos del territorio nacional, nada más. Alfau, De la Concha y Ravelo se cuentan entre ellos, ya que apoyaron el proyecto de anexión a España, y luego se las cobraron con creces.
Estos tres últimos luego participaron de manera activa como funcionarios en los gobiernos de Pedro Santana y Manuel Jimenes. Alfau llegó a ser enviado a España en misión oficial, y fue premiado con títulos por la monarquía de ese país, y luego allá ocupó cargos públicos.
Todo el magno esfuerzo de los trinitarios, muy en especial de Duarte, Sánchez y Mella, que sufrieron persecución y hasta peligros de muerte por parte de los haitianos, luego de que se vieran los resultados favorables para que fuésemos un país libre y soberano, vinieron las diatribas con gente que se creyó con suficiente poder para tomar decisiones contrarias a los planteamientos iniciales del proyecto de La Trinitaria.
Pedro Santana, Buenaventura Báez, Tomás Bobadilla, e incluso entre los propios trinitarios (casos Alfau y De la Concha), entre otros, desde un primer momento comenzaron a tramar para que el naciente proyecto de nación pasara a ser dominado por una potencia extranjera.
Los sanos propósitos de la Junta Central Gubernativa, creada el 1 de marzo de 1844, para organizar el país en lo político, jurídico, militar y administrativo después de proclamada la independencia, sucumbieron a los pocos meses debido a las ansias de poder y la capacidad de entreguista que tenía Santana. Incluso, la primera constitución que tuvo el país fue un traje a su medida, con el famoso artículo 210, que le daba poderes ilimitados.
A partir de aquellos eventos, y durante 11 años, Haití tendrá la mira puesta en recuperar lo perdido. Pero ese será tema para otra entrega.