Esta historia, del escritor y dramaturgo Reynaldo Disla, cuenta las peripecias que vivió un personaje llamado Molongo durante la tiranía del presidente Rangrubo. Sus incidencias son mostradas a través de dibujos y recortes conservados en un cuaderno de color azul por el abuelo de quien narra.

El protagonista era “un joven robusto, tuerto, de nariz torcida y andar oblicuo, con doce costillas dislocadas y cara de melón”. Aunque no siempre había sido así. Junto a otros jóvenes había sido torturado pero escapado de la muerte por ser parte de un grupo de “apellido”, cuyos padres eran protegidos por el partido “Rangrubocrático”.

El maltrato extremo lo había dejado con “la mente media ida y una sonrisa permanente”, aunque se dedicaba a ciertas labores relacionadas a la agricultura, al cuidado de los cerdos y a hacer mandados, en especial los que requerían de su gran fuerza física.

Todo comienza cuando el narrador descubre una foto en un baúl, y junto a ésta, ese cuaderno “tan peligroso” donde el abuelo daba seguimiento y atacaba al régimen de Rangrubo.

Mas esta historia está lejos de ser silencio. Al contrario, es grito y es llanto. Como llama, muestra el calor de las pasiones humanas

Al avanzar la trama, vemos como Molongo pasa de ser un héroe para el pueblo por pescar “una res tan grande como una casa”, alimentar al gabinete incluyendo al presidente, hasta parar en la cárcel por haber causado una intoxicación a los comensales.

A este personaje no le gustaba estar allí. Prefería “pescar en el río, asar batata, llevarle alimentos a su vieja, o visitar a la novia”. Desde su encierro y con su ingenuidad, solo atinaba a proclamar consignas del himno a la patria.

Por su hazaña le fue impuesto un castigo, que al fin y al cabo llegó a ser su pase de salida.

El autor, de una forma ingeniosa e hilarante, describe realidades que de otra manera pudieran parecer crudas para los jóvenes lectores. Sin embargo, al contarlas valiéndose de imágenes y analogías cual si fuera escrita en “clave” (así como el cuaderno), expone la profundidad de la represión de una dictadura, haciéndolas más digeribles para ellos.

Reynaldo Disla ha desarrollado magistralmente su obra desde un tema que pudiera parecer trillado. No obstante, su propuesta diferente, creativa y asimilable la convierte en una creación singular. La trama fluye de principio a fin, conectando con quien lee y motivándolo a no solo conocer el desenlace sino disfrutar el camino.

Disla emplea un lenguaje desenfadado que aligera la lectura, pero a la vez denuncia con firmeza la cruel realidad, respetando tanto los hechos históricos como al lector.

Describe los personajes y el ambiente creando una atmósfera que permite al espectador a dejar de serlo y convertirse en parte de ella. A su vez, una voz poética trasciende, en los ricos detalles que ofrece, como éste, refiriéndose a Molongo: Le gustaba “caminar bajo el sol, entre la brisa o el silencio”.

Mas esta historia está lejos de ser silencio. Al contrario, es grito y es llanto. Como llama, muestra el calor de las pasiones humanas. Pero también el amor por la vida, por lo honesto, lo íntegro, el carácter firme de hacer las cosas, no porque se puede, sino porque es lo correcto. De igual manera, vemos el valor de la resiliencia en nuestro protagonista quien, a pesar de todos “sus avatares”, siguió “luchando por la justicia, desde la lumbre de su alma inflamada por la patria”.