La laguna de las lilas, historia para jóvenes lectores escrita por Juan Carlos Mieses, inicia cuando “los últimos rayos del sol teñían las copas de los grandes árboles”. Los personajes, animales voladores, anfibios y peces, se reunían en el remanso de un riachuelo, donde abundaban las flores de loto, para participar en una especie de ritual nocturno.

Consiste en un cuento dentro de otro cuento, narrado mayormente en primera persona por la rana Chusa, “el más viejo habitante del jardín”. Antes de iniciar su relato diario, llamaba la atención de la audiencia tosiendo un par de veces (porque eso la hacía sentir importante), para luego contar sus peripecias con “voz grave y musical”. Esa noche en particular, habló de la aventura que tuvo con su amigo Pepe, el pelícano, cuando emprendieron un viaje a la laguna de las lilas, para visitar a sus abuelos.

Al escribir, el autor se vale de detalles que despiertan los cinco sentidos, lo que permite al lector sentirse en el ánimo y ambiente de la historia. Es así como nos habla del vuelo que tuvo la protagonista por los cielos, “del aire que zumbaba en sus oídos”, el frío que sentía al pasar por las nubes y la “mancha azul con tachones verdes y morados”, que representaba la laguna desde arriba.

Sin embargo, después del aparatoso aterrizaje (o más bien acuatizaje) que tuvieron la rana y el pelícano, todo era silencio en aquel lugar. Los abuelos de Chusa no respondían a su llamado. Solo Glup, un pez dorado, les habló luego del susto y advirtió que casi todos los habitantes de la laguna, ranas y culebras habían sido secuestrados por los hurones y estaban en la Cueva de los Vientos, de la que salía “un sonido como de tormenta”. Chusa, decidida, pidió a su amigo Pepe que se fuera, pero éste insistió en quedarse y ayudar a su compañera de vuelo a rescatar a los prisioneros, por lo que idearon un plan.

El autor mantiene el interés y hace más amena la lectura usando diversas estrategias. Se vale de la creación de “nuevas palabras”, como por ejemplo la “pelitorpeza” de Pepe en sus movimientos. Además, comunica detalles que podrían pasar desapercibidos, a través de los diálogos y “pensamientos” de Chusa. Reflexiones como: “Pepe sabe que las ranas siempre nos acostamos para pensar” o, refiriéndose a Glup y el hablar con desconocidos: “los peces dorados son muy apegados al protocolo”.

Es en uno de esos “razonamientos” que nos enteramos de que la rana “sabía dos cosas realmente importantes sobre los hurones”: una canción que los enfurecía y una palabra mágica que los dejaba débiles y ciegos. Y fue con estas herramientas que los dos fieles amigos lograron distraer y ahuyentar a los roedores, y entonces rescatar a los animales de la cueva, incluyendo los abuelos de Chusa, que salieron volando, dentro del pico y sobre la espalda del héroe alado.

La narración de Juan Carlos Mieses, es rica en imágenes, sonidos, estados de ánimo y pensamientos en voz alta. Sutilmente, presenta cualidades del carácter humano y valores como la lealtad, solidaridad y perseverancia, así como la importancia de la aceptación y valoración de la diversidad. Pero, sobre todo, nos muestra magistralmente el arte de contar historias de una manera hermosa y entretenida, provocando en sus lectores la misma sensación que Chusa dejaba en sus oyentes: cerrando los ojos, esperaban a que mañana les contara “otra de sus muchas aventuras”.