BRUSELAS, Bélgica.-Stephany Ortega ha recibido muchos talentos. De su padre, Tancredo Ortega, amante del son cubano y la música clásica, guitarrista y compositor en sus ratos libres, recibió el impulso inicial en su carrera musical; de su madre María Marte, profesora, al igual que su esposo, en el Hotel-Escuela Metur, que ambos habían fundado en la capital en los años noventa, la voz, cálida y hermosa con la que ha conquistado al público en muchos países del mundo.

De ambos, la facilidad para la enseñanza, el amor por la música y el apoyo incondicional en la consecución de sus metas; sobre todo, de Dios o de la vida o des sus padres o, lo que es lo mismo, de sus genes la certeza de que las metas se alcanzan solo a fuerza de trabajo, a fuerza de sacrificios.

Stephany fue una apasionada de la música y pianista desde pequeña. A medida que crecía se iba dando cuenta de que quería que lo que entonces no era más un pasatiempos se convirtiera en su profesión.

Y para alcanzar su meta no dudó en someterse a una serie de duras renuncias: Abandonar a los cinco años las brisas frescas de la Novia del Atlántico y cambiarlo por el calor húmedo de la Capital, donde  estudió música en el Estudio Diná y completó, a los 23 años, la licenciatura en Educación Musical en la Universidad Autónoma de Santo Domingo; desoír las voces agoreras que le advertían que de la música no se come, que iba a pasar hambre; con la ayuda de la señora Farida Diná, tocar muchas puertas para conseguir una beca que finalmente le otorgaría la empresa Baskin Robbins, la cual también la premió con su primer piano; vender este para afrontar su más grande sacrificio.

Stephany sueña con volver algún día a República Dominicana. Quizás su novio italiano Michele, chef de cocina gourmet, se anime a montar un restaurant de gran clase. Mientras tanto, Stephany continúa con su fulgurante carrera

Porque los anteriores no fueron más que preludios de otro sacrificio mucho más duro: Abandonar su terruño y viajar a Luxemburgo, donde habiendo conseguido una beca, a los 23 años, estudiaría con profesores de renombre internacional como Marie-Reine Nimax, Benjamin Erlich, Martin Folz, Laurence Scassellati, Henri Foehr, Alexander Müllenbach y Dinah Bryant.

Este sacrificio conllevó muchos más: Soportar el duro invierno europeo, al cual dice, nunca se acostumbrará; cambiar un buen sancocho por la bouchée de la reine que, a pesar de ser muy bueno, no le da por los tobillos a nuestro plato nacional; cambiar la calidez de su familia, de sus amigos, de los dominicanos en general por el carácter más frío y cerrado de los luxemburgueses (a pesar de ser buenos en general, no es lo mismo ni es igual…); y quizás el más duro, vivir lejos del mar.

El amor de Stephany por la música es tan grande que entonces no sabía por que rama definirse: Adoraba el piano, ya lo hemos dicho, pero también la danza, el canto coral y el canto lírico como solista. “Pureza de corazón es querer solo una cosa”, dijo el filósofo: Stephany finalmente se decidió por el canto. Profesionalmente, porque por los otros instrumentos sigue sintiendo una gran pasión.

Pero aún concentrándose en el canto, es muy creativa. Su amplio repertorio incluye tanto ópera, Lieder, oratorio, música contemporánea como música pop, musicales e improvisación…

Su curiosidad no se limita a la música: Además del español, domina el francés, el inglés, el italiano, el alemán y, claro, el luxemburgués. Su curiosidad la motiva también a adorar los viajes.

¿Cuáles han sido los resultados de tantos sacrificios?

Stephany Ortega
Stephany Ortega

La lista es larga: Magna Cum Laude y mejor índice de su promoción en la UASD; honores en su Licenciatura en Canto Lírico en el Conservatorio Real de Bruselas; premio superior en  canto lírico y primer premio en piano y en análisis musical en el Conservatorio de Luxemburgo.

Stephany ganó además una medalla de bronce en el Concurso Europeo “Jóvenes solistas”; los premios "Lerminieux" y "Vindelinck" por su excelencia en el canto clásico en el Conservatorio Real de Bruselas así como el premio "Servais" otorgado por el Ministerio de Cultura de Bélgica.

Como solista ha cantado en Francia, Alemania, Canadá, República Dominicana, Bélgica y Luxemburgo, especialmente con la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo.

Por otro lado, ha cantado en el festival Ruhrfestspiele Recklinghausen y en el Gran Teatro de Luxemburgo, junto al austríaco-suizo Maximilian Schell, quien, además de ser un excelente actor, ganador de numerosos premios (entre ellos el Óscar en 1961, por su actuación en Los Juicios de Nuremberg) era, en palabras del gran director de orquesta Leonard Bernstein, un pianista extraordinariamente bueno.

Debo confesar que terminé de escribir esta larga lista de logros con los ojos llenos de  lágrimas.

Stephany sabe que el tiempo es oro y no desperdicia un segundo. Actualmente trabaja, además de cantar, como profesora de canto moderno en el Conservatorio del Norte en Luxemburgo; como directora coral en el Instituto Europeo de Canto Coral y en la Unión Gran Duque Adolfo.

Stephany ha sido además cofundadora de los grupos de cámara: "Voz y Marimba", "Duo Rosa", "Niù Trio" y "Wedding Duo".

Como si fuera poco, ha tomado cursos de danza jazz (“Me hacía falta la música de mi país”, confiesa).

Tantos premios no han hecho que olvide su país, adonde viaja cada año. A pesar de que Stephany admira de su país anfitrión (su otro país, en realidad, porque tiene, además de la nacionalidad dominicana, la luxemburguesa) el orden, el respeto por el medio ambiente, la búsqueda de vivir “sanamente”, el apoyo a las artes, el cuidado hacia las infraestructuras, el castigo a los actos de corrupción…quiere un mejor futuro para nuestro país. Nos dice: “Me duele que ante nuestros problemas, los dominicanos piensen que no se puede hacer nada en lugar de afrontarlos”.

Además, entre tantos premios, la medalla que ganó en el Estudio Diná es uno de los que se siente más orgullosa.

Tampoco han hecho tantos premios que Stephany desista de su compromiso con su perfeccionamiento: Actualmente está terminando un Máster en Canto Lírico en el Conservatorio Real de Bruselas.

¿Sacrificio? Levantarse a las cuatro y media de la mañana, viajar durante seis u ocho horas para recorrer en tren, ida y vuelta, los doscientos kilómetros que separan a Luxemburgo de Bruselas, todo esto para tomar un par de horas de clase y regresar muy tarde a Luxemburgo para seguir trabajando.

Stephany sueña con volver algún día a República Dominicana. Quizás su novio italiano Michele, chef de cocina gourmet, se anime a montar un restaurant de gran clase. Mientras tanto, Stephany continúa con su fulgurante carrera.

Y a falta de poder volver de forma definitiva, Stephany desearía poder volver cantar en nuestro país. Solo ha cantado una vez en República Dominicana, hace ocho años, en la inauguración de la catedral de la Iglesia Anglicana. Stephany sueña con grabar un álbum allá o participar en el programa del Festival Musical de Santo Domingo o dar un concierto como solista en el Teatro Nacional y en la UASD. Ojalá que alguien que pueda hacer sus sueños realidad lea estas líneas. Por aquello del profeta en su tierra…

¿Qué consejo puede dar Stephany a la juventud dominicana?

“Si eres bueno, si inviertes amor, talento y perseverancia en tus sueños, si te esfuerzas de verdad en ser mejor, es seguro que triunfarás”.

Stephany  sabe de lo que habla.

* (Bélgica, Holanda y Luxemburgo)