SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Lo que ha logrado el maestro Sánchez con su concierto temático La Fiebre del Disco, repuesto en Bellas Artes el fin de semana, es un digno homenaje orientado a la generación que vivió la música disco, la década entre 1973 y 1983-
De lo que cuenta con solistas y músicos excelentes, lo que salta desde el pasado es ese universo de hipnotizantes imágenes del cerrado espacio de las discotecas, los bailes y el pelo engomado y brillante, zapatacones, poliéster, vestidos entallados y cuellos puntiagudos en las camisas del varón de discotecas.
El espectáculo fue un consuelo estético de infinito valor lúdico, de gran poder para el recuerdo y la emotividad musical de tiempos idos y añorados y, al mismo tiempo, la verificación de una verdad escamoteada: República Dominicana tiene talento vocal y musical de condiciones internacionales y en disposición de arrobar el aliento a cualquier público de cualquier parte de mundo.
Era tremenda la labor de recrear un universo iniciado en 1974 con la grabación del primer tema “disco”, Honey Bee!, por encargo de productor visionario: Meco Monardo, quien procuró los talentos de una cantante desconocida, Gloria Gaynor.
Ese fue el inicio.
De ahí en más, diez años marcarían el rostro de la juventud de unos Estados Unidos ciertamente más inocentes que el definido ahora por el capital salvaje, el intervencionismo y las agresiones del terror propio y llegado desde fuera.
La Fiebre del Sábado fue plataforma escénica en Bellas Artes, para darse el gusto de comprobar cuan buenas son de las voces de nueva generación: las hermanas Fatule (Tenchy y Karla) – dueñas de si y de altas voces estremecientes; Javier Grullón- simplemente extraordinario-; Nathalie Hazim, mucho más que hermosa, penetrante con su voz de soprano; Luis Armando Ribera y Manny Cruz, cruzando firmes las fronteras de la vocalización profesional y Diana Ramos, formada en la Academia de Formación Artística AFA, llevada de la mano por Sánchez.
Entre los de mayor veteranía, José Guillermo Cortinez, y Frank Ceara, dos estrellas dignas de la mejor proyección internacional y con condiciones para dominar cualquier escenario del mundo.
El caso de Máximo Martínez es fuera de rango, por la altura que alcanza armado de condiciones de excepción.
Máximo Martínez es un artista que se adueña de la escena con un repertorio de recursos que incluye una apariencia (look) de estilo internacional; una voz de multi-matices, su dominio corporal del ritmo y el vínculo con que seduce al público.
Diomaris, un espectáculo en si misma: voz profunda, sentimiento expresado al límite y penetración al gusto del público, al que transforma en cómplice.
A lo largo de sus 27 piezas ejecuciones, fueron desfilando en el recuerdo y la impronta, los puntos más altos de este fenómeno: Donna Summer, The Jackson 5, Gloria Gaynor, Barry White, The Bee Gees, KC and The Sunshine Band, Village People, Boney y el Grupo ABBA.
Ese mundo de imagen y sonido generó un universo hipnótico y bendecido por la discografía y el cine, que con tan solo dos películas, Saturday Nithg Fever y– “Studio 54, resultaron suficientes para establecer el sello musical que marcó una generación.
Sánchez tuvo el cuidado de orientar sus recursos escénicos con sentido profesional y lograr que sus vocalistas se vieran vestidos de época con autenticidad y cuidado, no disfrazados..
Amaury Sánchez ha establecido lineamientos muy profesionales para la producción de sus espectáculos: vestuario que traslada al público a la época, consistencia de su banda, la calidad de sus coristas, la selectividad de sus solistas, la escenografía precisa que, sin ser ostentosa, refiere espacialmente, con dulce amabilidad visual, la discotecas de los 70´s.