En La caja de la esperanza, la escritora Farah Hallal nos muestra una hermosa analogía de la mente de un niño, la cual debe ser tratada como un regalo valioso, que se acepta tal y como es. Éste puede ser “como un pájaro que olvidó su canción”, pero que quiere ser escuchado; y “otras veces es un silencio interesante y misterioso”, que aún así puede oír.

Sus líneas deben ser leídas con cuidado y atención. A través de ellas, su autora nos lleva a comprender que para conocer lo que hay dentro de la caja, hay que ir más allá de la cubierta, hay que “mirar al fondo”.

Esta historia-poema, está llena de preguntas que esperan por una respuesta:

¿Quién vive dentro de los sueños?

¿Quién teme a la luz y ama el silencio?

¿Quién eres?

¿Quién soy?

Sin embargo, Farah Hallal nos dice que esa caja  puede estar callada, aunque en su interior “haya un montón de palabras”. Si miramos bien, dentro de ella podríamos encontrar “una adivinanza, con dedos y corazón, que no comprende lo que le rodea”; o una mente que “nació con miedo al mundo”, pero tiene que vivir en él.

Farah Hallal
Farah Hallal

Ella nos advierte que “no todas las cajas son iguales”. Hay algunas abiertas y predecibles; otras que no resisten ser tocadas, ni abrazadas, ni tampoco el sonido de las palabras, aunque esto no significa que no lo necesiten.

La autora, con su estilo profundo y delicado, nos ofrece este regalo, para ser descubierto y compartido.

¿Quién se atreve a acercarse en valentía, respeto y aceptación, a ver y escuchar con detenimiento, y reconocer que la mente de cada niño “está llena de esperanza, aun cuando no sepa, o no pueda, expresarlo”?