SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La vigésimo sexta entrega de la Bienal Nacional de Artes Visuales ha contado con poco público, pese a que en ella abundan las propuestas interesantes.

Apenas media docena de personas recorrían los salones del Museo de Arte Moderno, donde se han colocado las más altas expresiones de artistas visuales dominicanos y nacionalizados.

Un tema predominante y que cuenta con varias manifestaciones dentro de la Bienal es la orientación sexual. En el sótano, un díptico de óleo sobre tela de Marie Jiménez muestra a dos chicas besándose.

Mientras, en el segundo piso, una obra de Moisés Pellerano, titulada “Rape?” (¿Violado?) atrae por su realismo, por el nivel de detalles, y en ella se ve un hombre de torso desnudo y con las venas de la cara alterada mientras otro, pegado a su espalda, le hala el pelo.

En ese orden, en fotografía, una pieza de Ileana Centeno, es un montaje en el que se expone una pierna velluda de un hombre afeitándose y a su lado hay muchas zapatillas coloridas de mujer. El nombre de la obra es “Recónditos deseos”.

Érika Santelices nos muestra, mientras tanto, otra interesante propuesta “Mutación, transgresión, identificación”. Podría decirse que es un díptico en el que aparece un hombre que, dependiendo del punto de vista de que se miren las fotografías, se transforma en mujer.

Lo social y lo medioambiental

Una fotografía de Mayra Jonson y Guadalupe Casanovas, en el primer nivel del museo, tiene ese tinte social del que sabe impregnarse el arte. La pieza “Disolución al 4%” exhibe en tercera dimensión a una niña que aparece descalza y sentada en un block y, cuando se cambia de posición, se puede ver la misma niña con uniforme, con zapatos, sentada en una butaca y con útiles y desayuno escolar.

Igual retrata la realidad y protesta Orlando Barría, quien ganó premio, con su obra “Muñecas sin rostro”, en la cual aparecen Miriam y Ana Rubí, dos víctimas del ácido del diablo. Esta pieza está en el segundo piso.

En el primer nivel, una de las obras más notorias es “Manos”, de Raquel Paiewonsky. Manos que rezan, manos que descansan, manos que se exhiben, manos que comercian, todo en una propuesta antropológica.

La obra que ganó el Gran Premio de la Bienal se titula “En un abrir y cerrar de ojos”, sobre el terremoto en Haití. Es de Charo Oquet. Esta instalación con video es una protesta y al tiempo un llamado a concienciarnos sobre el daño que se le hace al medioambiente.

Para no perdérsela está “M= Muro”, de Pancho Rodríguez, una instalación con audio y video que ganó premio. En ella se muestra a un obrero levantando una pared de bloques grises, mientras se escuchan a un tiempo el Himno Nacional y el himno de Haití. Es una metáfora de los intereses comunes y de las divisiones.

Otra obra con el tema domínico-haitiano implícito es “Mis parientes más cercanos”, de Persio Checo que, en un estilo naïf, similiar al de la pintura popular haitiana, expone multicolores rostros de afrodescendientes.

El tema del papel de la mujer en la sociedad aparece en “Cabeza de familia”, de Ani Mederos, una pieza en técnica mixta donde aparecen unos rolos verdes con los huecos cubiertos por diamantes.

Una de las obras más impresionantes es la instalación, hecha con caracoles, que simula el mapa de la República Dominicana. Se titula Depredación Nacional, y para ser apreciada en su justa dimensión debe ser vista desde el segundo piso, porque está en el sótano.

Los artistas invitados especiales a esta bienal, son Cándido Bidó (fallecido recientemente), Domingo Batista, Rosa Tavárez, Elsa Núñez y Fernando Defilló. Varias de sus obras están en una exposición en el segundo piso.

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