Texto leído durante el coloquio organizado por la escuela de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Antes de iniciar mi recorrido por los laberintos poéticos del libro "Labrador de palabras" -Prosas poéticas escogidas-, de Juan Matos (Editorial Santuario. Editora Búho, 2021. Santo Domingo, R.D), me debo a mí mismo y al país, una disculpa, porque creo que los lectores y los creadores de la zona Sur de esta nación , hemos silenciado ante las obras de este autor, quien forma parte de la diaspora dominicana, residente en los Estados Unidos de Norteamérica.
Hace mucho tiempo que su nombre me llegaba por diferentes vías, ya sea por el poeta Tomás Modesto Galán o por amigos y amigas comunes, dentro de este difícil mundo de la creatividad literaria, la más reciente ocasión fue a través de una conversación entre el maestro y poeta Rsfael-Nino Feliz y yo-, en la Biblioteca Nacional "Pedro Henriquez Ureña" (BNPHU).
Labrador de palabras-Prosas poéticas escogidas-, es una obra poética dividida en 6 partes: La primera parte (p.1/14), abarca las dedicatorias y algunos trabajos que diferentes autores han escrito sobre este libro.
La segunda parte (p. 37/71), está marcada con el título "De soles abiertos". La tercera parte (p. 75/114), se titula "Hacia la edad del verbo íntimo". La cuarta parte, se titula "Un recuerdo que late" (p.115/128). La quinta parte (p.131/161), aparece bajo el título de "Más que una vida, las vidas". Y la sexta y última parte (p.162/164), recoge los "Créditos a los recursos intertextuales". Y finalmente el índice del libro (p.165/168).
Trato de ser lo más minucioso posible, alertando la posibilidad de que en este estudio, pocos detalles se me puedan quedar, como quien asume una deuda académica o personal. Era necesaria esta perorata discursiva, para rellenar vacíos y hacer que mis planteamientos sean mejor entendidos, con claridad y precisión.
La idea aquí no es fijar un canon, no. La idea aquí es posibilitar que el lector entienda la arquitectura formal de la obra, se interese por ella, la busque y la lea y conozca la poética de un autor que no anda reclamando espacios, ni méritos, ni reconocimientos, sino que lo dejen acompañarse de la palabra, para seguir labrándola, hasta convertirla en enunciación poética, desde la rítmicidad de su prosa y/o de sus versos.
"Labrador de palabras" es una obra que representa lo que he llamado una poética de la memoria, no para reivindicar lo individual, sino lo colectivo. Memoria del espacio del grupo donde vivo, viví o escuché la referencia aproximativa de su latir, como testimonio de lo cotidiano.
Es un recurrir al tratamiento del presente y del pasado, como temporalidad fundida en una misma dimensión de lo existente, ya sea desde la realidad de lo tangible o desde los bordes de lo intangible.
Se trata de una mirada centrada en la antropología de todo aquello que circunda la habitable utopía del poeta, en su vuelo hacia la otredad. Veamos:
"El otoño del carbón que ahora me mira resbala en la memoria"//. Lo alimento con trozos de mi vida disuelta que estallan como trigal sesgado por tormentas de pecho//. Danza el amor encendido espejando la noche de mi interior que no descubre sino cicatrices camino hacia la luz//" (p.41).
Aquí el amor no es consuelo, ni esperanza, ni apego a la carne, sino luz que irradia cicatrices. Esta es la voz del poeta construyendo su lírica personal, descubriendo la poesía, su poesía del recuerdo, al sentirse asaltado por el poeta y, al verse sitiado por el café, por la zafra y las minas, su memoria se convierte en espejo de una cotidianidad irrebatible, donde "La muerte es muerte", por encima de la palabra que pulsa el corazón del poeta.
En esta poética de la memoria, la infancia se levanta sobre las cenizas de los recuerdos, para ser narrada, dicha y/o confesada.
En esta poética del nosotros, lo individual no encuentra ladera, ni algún rincón donde tender sus siluetas. Desde esta prosa se proyecta el sentido de aquel autor que narra el vivir de los otros, desde su vivir. Y procura que su ayer quede plasmado en su presente, ya como historia o como voz denunciante de las fechorías de los "patriotas de la alcurnia".
He aquí una voz que se sacude en reclamo del espíritu arrebatado del cuerpo. El poeta se apega a la lengua para cincelar su aliento, su dolido aliento de sureñidad colmada de olvidos.
El poeta sabe de aquella "sed de oro" que engendra el terror y la muerte. Y asume su repudio al ímpetu colonial y a la sotana clerical que santigüó la espada que arrazó con nuestros arcos, y flechas y areitos y no pudo sepultar los genes mulatos que hoy florecen sobre tribunas libertarias, desde esta prosa, se extiende sobre el discurso hecho música, pausa rebelde y poesía.
Hay aquí una expresión de la pluralidad. Lo singular queda alejado del decir poético en esta prosa. La historia entra a formar parte de la memoria del poeta, para conformar el registro del tiempo y sus huellas. La vida del "nosotros", como marca identitaria caribeña, sureña…tropical, sin temor a ser parte de aquella totalidad que nos mira, desde otras periferias de esta atmósfera global que no escapa a esta poesía del cimarronaje.
Aquí quedan colgando "las hienas del poder" o el "José Mesón, memoria histórica", trillando los viejos abrazos, "en la espinosa pendiente del decoro". Es como si se tratara de un cronista anotador de sus propias porfias, convertidas en enunciaciones estéticas… hacia lo humano.
La memoria es el centro de esta poética de la remembranza. Ya no es lo geográfico, ni la comarca de Fundación, ni Barahona, como punto de entrada y final de la palabra, quienes se extienden en estos versos, sino aquella sureñidad total en sus ancestros, en el cañaveral y las guazábaras o en la uva y los cafetales , bajo el guatapanal que aguardó el "pisacolá" de la infancia de nuestros tiempos.
Esta es la voz de un nosotros que se abre sobre el testimonio de las bayahondas o la mirada encendida de la "flor de Cristo", en las montañas de sol y tabardillos silvestres, sobre los guayacanes, convertidos aquí en ejes de una poética del nosotros, para una geografía trascendente, por encima del discurso de lo insular.
En "Labrador de palabras" el "Yo" del poeta no asume existencia, se omite en cada organización sintáctica de su decir, porque hay una manifestación poética referencial, perfilando una antropología literaria del nosotros, de eso que somos y que no nos dejan ser. De ahí esta poética insatisfecha, arremolinada, acusatoria, a veces tierna, "inocebte", pero siempre apegada a la imbatible defensa del sujeto y su vivir, perdón, quise decir, del sujeto y nuestro existir.