Los ensayos que integran este libro contienen abundantes referencias de hitos científicos que han marcado un antes y un después en la anatomía y el funcionamiento del cuerpo humano; esos descubrimientos e inventos que nos han permitido conocernos mejor y alcanzar un diestro manejo de la biología. Cada página de Herrera es una lección magistral en la que el dato propiamente dicho se convierte en base para la indagación de lo que somos y en augurio de lo que podríamos llegar a ser.
Herrera seduce en sus trabajos ensayísticos, y la razón hay que buscarla en la difícil amalgama de estadísticas actualizadas y la interpretación de significados casi siempre ocultos para el ciudadano común. Su estrategia escritural oscila entre la desapasionada exposición del «scholar» –nunca más justo el término−, quien sabe ocultar los andamios teóricos que le han servido para elaborar sus argumentos y entregarnos la provechosa enseñanza que se deriva de sus análisis.
Hay en el fondo de estos escritos un objetivo metodológico que desborda todo didactismo para abocarse a lo que realmente interesa, que no es sino la exploración crítica de la cultura y, en cierto modo, un diagnóstico de nuestro tiempo, lo que nos retrotrae a las decisivas aportaciones de Karl Mannheim, el recordado sociólogo del conocimiento, quien en su obra «Ideología y utopía» estableció las diferencias entre las expresiones del pensamiento que buscan preservar el orden existente y las construcciones que pretenden subvertir dicho orden, y quien confirió un mayor poder a las creencias subjetivas de la colectividad que a los hechos demostrables.
A mi modo de ver, en este libro hay una intención epistemológica similar, en el sentido de ofrecer datos concretos sobre los componentes materiales y espirituales del ser humano, sin limitarse a lo puramente fáctico y, con una mirada más abarcadora, cuestionar las múltiples amenazas a su integridad física y mental. Es decir, si por un lado el autor nos habla de realidades incontrovertibles sobre la condición humana a base de cifras y estadísticas que a veces nos estremecen, por otro procede a desmontar mitos y ficciones alucinantes que han manipulado la conciencia de grandes núcleos poblacionales, conseguido su obediencia y desvirtuado su identidad.
El largo y cautivante periplo de Herrera por el cuerpo, sus componentes y transformaciones en el curso de la evolución abarca los nebulosos comienzos prehistóricos desde el «Hombre de Neanderthal», pasando por los avatares corpóreos en la Edad Antigua, cuando las ideas de Platón y Aristóteles tenían fuerza de ley, y más adelante, el tenebroso milenio de la Edad Media, llegar al Renacimiento, cuando el cuerpo adquirió una relevancia inusitada de primer orden al calor de las ideas en boga, hasta desembocar en el contundente aporte de Charles Darwin, que lo cambió todo con su obra «El origen de las especies».
Fue en el período renacentista cuando Leonardo da Vinci dibujó «El hombre de Vitruvio», a que se refiere varias veces el autor en el curso de su obra; aquel célebre testimonio en el que las proporciones de la anatomía humana sobrepasan los límites físicos para alcanzar los confines del arte. Se trataba de una búsqueda en la que el genio italiano no anduvo solo, como lo demuestran creaciones axiales de una pléyade de grandes artistas, coetáneos y ulteriores, entre las que descuellan «El nacimiento de Venus» de Sandro Botticelli, los retratos de Alberto Durero, los autorretratos de Rembrandt, «La maja desnuda» de Francisco de Goya, entre muchas otras. Herrera, en una palabra, ausculta el cuerpo humano con un apasionado interés en su simbología más entrañable, material y metafísica, y va colocando ante nuestros ojos el imparable proceso de enfoques de que ha sido objeto, desde el «cuerpo explotado» de Marx, hasta el «cuerpo dócil» de Foucault.
Aunque el libro se centra en el corazón como pieza clave, órgano decisivo, capital, del ser humano, sin desmedro del cerebro, su contraparte, como se revela en «Cor bomba», hay otros aspectos que tienen un amplio desarrollo que lo complementa. En «Sentires y decires», por ejemplo, el autor aborda el cuerpo aventurándose en la maravillosa dimensión de las sensaciones a través de los sentidos, para señalar su trascendencia vital y establecer una conexión iluminadora con el arte y la literatura. Asistimos así al desfile de simbolistas como Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, de poetas malditos como Charles Baudelaire, e incluso contemporáneos como Jorge Luis Borges, quienes atribuyen a lo sensorial un peso decisivo como punto de partida de la creación literaria.
Al referirse a «la industria del nuevo cuerpo», el autor pone sobre el tapete la «plastinación» realizada por el alemán Gunther von Hagens, quien se ha hecho famoso al presentar una exhibición itinerante de cadáveres, bajo el título de «Body Worlds», y que ha motivado tanto la admiración como el repudio colectivo. Este espectáculo macabro tiene remotos antecedentes en los procesos de momificación practicados ya en el antiguo Egipto como parte de un elaborado ritual funerario, que en la sociedad contemporánea hallamos todavía transformado en otras expresiones. Lo advertimos en el doloroso caso de Eva Perón, cuyo cadáver, poco después de fallecer a los 33 años, pasó a manos del médico español Pedro Ara, quien procedió a embalsamarla con artes de ilusionista a través de un delicado proceso para mantenerla intacta. Durante tres años estuvo expuesta, inmóvil cual figura de cera en la Central General de Trabajadores argentinos, para asombro y veneración de sus seguidores.
Por desgracia, el cadáver padeció un largo calvario, persecución y vejaciones luego de la caída del general Juan Domingo Perón, depuesto por los militares en 1955. Muchos años después, la grotesca historia del caso sirvió de base al novelista Tomás Eloy Martínez para escribir la impresionante novela «Santa Evita» (2006).
Las diez viñetas finales del libro que nos ocupa contienen material autobiográfico, experiencias del autor cuando hacía la especialidad de medicina interna en la ciudad Detroit, luego la cardiología en Chicago y algunas circunstancias memorables de su práctica médica, muchas de ellas provenientes de observaciones de joven galeno, o conversaciones con pacientes de toda índole. «Pasiones» es, a mi juicio, el término que se ajustaría a este apartado donde los celos, tanto los sexuales como los emocionales, el suicidio, el uso de la viagra como activador de la virilidad, las tentaciones del beso y la cercanía e inevitabilidad de la muerte, ponen siempre a prueba al corazón. Ese órgano noble que parece resistirlo todo a pesar de los excesos que atentan contra su infatigable latido.
Lo que importa en este libro que recomendamos sin reservas, no es el tema de cada capítulo, que puede y casi siempre resulta conmovedor, sino que, desde hace más de quinientos años, el ser humano «mide y construye su mundo a través del cuerpo; es la medida de todo lo existente», de ahí que Andrés Vesalio la llamara «la fábrica del cuerpo»: una industria prodigiosa cuyos mecanismos hemos tratado de descubrir e interpretar a través de la historia.
Estoy convencido de que «Estrictamente corpóreo» marcará un momento estelar por su profunda inmersión en un tema infinito y el brillante tratamiento de que ha sido objeto. Es una obra, en conclusión, que tendrá gran impacto entre nosotros, debido al estilo, la franqueza de Jochy Herrera, su arrojo al tocar puntos escabrosos y la palpitante actualidad de su contenido.