SANTO DOMINGO, RD.- El desarrollo turístico dominicano impulsado inicialmente por el pionero Angel Milán, no se basó en los atractivos naturales ni en la oferta de sol y playa que en la actualidad identifica el producto turístico del Caribe y República Dominicana.
La afirmación corresponde al destacado director de orquesta, cantante y compositor, Johnny Ventura, fallecido el pasado 28 de julio, en un artículo publicado en la edición especial de la revista Turismo Dominicano, de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR).
Esta publicación fue puesta a circular el pasado 18 de junio en un acto especial celebrado en el hotel Barceló Santo Domingo con la presencia de una notable representación del liderazgo turístico dominicano, encabezado por el ministro David Collado; el presidente de la Asociación de Hoteles y Turismo de la República Dominicana, Rafael Blanco Tejada; el presidente de ADOMPRETUR, José María Reyes; el vicepresidente de turismo del Banco Popular, Juan Martín De Oliva; y el propio Johnny Ventura.
En su artículo, Ventura asegura que el merengue fue el primer gran embajador del turismo dominicano, cuando todavía la industria de la hospitalidad del país se reputaba como el secreto mejor guardado del Caribe.
“No comenzamos vendiendo nuestras playas ni nuestro sol, pilares importantes para el desarrollo turístico de Quisqueya, lo hicimos con el merengue, hecho, al que, tiempo después, se sumó la bachata, que como género musical, expandió su radio de influencia a lugares inimaginables”, expone Ventura en su colaboración especial para la revista de Adompretur.
El también abogado y ex alcalde de la ciudad de Santo Domingo relata los pasos iniciales de Don Ángel Miolán para promover el turismo dominicano y explica cómo se trazó y se puso en marcha la estrategia para utilizar el merengue y las orquestas dominicanas como señuelo para atraer turistas de Puerto Rico, Venezuela, Curazao, Aruba, Nueva York y posteriormente de Europa, a pesar de que el país ni siquiera contaba con una infraestructura hotelera para recibir a sus visitantes. A continuación, el texto completo del artículo de Johnny Ventura.
El merengue y el turismo (Johnny Ventura)
En el año 1968, el doctor Joaquín Balaguer, quien presidia el gobierno de nuestro país, nombró al señor Ángel Miolán en el cargo de Director General de Turismo. Don Ángel había pasado muchos años residiendo en el exilio durante el gobierno de Rafael Leónidas Trujillo Molina y regresó al país, junto a los señores Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, formando parte del trío de dirigentes que encabezó la avanzada del Partido Revolucionario Dominicano, organización política que había nacido en la Habana, Cuba.
Miolán aceptó el cargo con un entusiasmo inusitado, imbuido quizás, en el éxito turístico, del que disfrutaba la isla de Cuba, que para aquel tiempo, era uno de los países de América con mayor tradición turística. Lo escuchamos decir, con marcado apasionamiento, que muy pronto tendríamos a la República Dominicana abarrotada de turistas porque las condiciones de nuestro territorio eran mucho más propicias para el desarrollo de la industria sin chimenea, que las de cualquier otro país del continente.
Tan desbordante era la pasión por alcanzar el éxito en las tareas que le había encomendado el presidente Balaguer, que luego de los primeros meses en el cargo sin que asomaran los turístas esperados, algunos dominicanos, poco dados a creer en lo nuestro y dados a la práctica del “bulling”, comenzaron a mofarse de Don Ángel. Aún, muchos de nosotros recordamos una de las frases, que a título de mofas se escucharon de modo más socorrido en aquellos días: “y los turístas dónde están?… en la cabeza de Miolán”.
Don Angel, convencido de que su entusiasmo no era infundado y de que, por el contrario, el turismo habría de convertirse en una de las piezas angulares para el desarrollo del país, continuaba impertérrito hacia la consecución de su sueño. Un día cualquiera, recibí una invitación de su parte, a la que también fue convidado Freddy Beras Goico y varias personas más, a una reunión en sus oficinas de la calle César Nicolás Penzon a esquina calle Rosa Duarte.
Aquello fue un especie de tertulia, en la que se desarrolló una lluvia de ideas que tenía como finalidad, contribuir con acciones encaminadas a procurar despertar el interés de los nacionales de otros países, para vinieran a conocer y a disfrutar de las condiciones naturales que posee y ofrece nuestro querido país, tanto a criollos como a extraños.
Cada uno de los presentes hizo su respectiva recomendación y debo aceptar que, casi todas, fueron ideas muy atinadas. Para aquellos días, los boricuas aprovechaban los fines de semanas largos para irse de vacaciones a las pequeñas islas del Caribe que circundan a Puerto Rico y la empresa de los señores Pedro y Fernando López, quienes son hermanos de Johnny López, mejor conocido como Johnny El Bravo, me contrataba cada año para llevar turistas desde la Isla del Encanto, hacia los carnavales de St Croix y Saint Thomas. Los boricuas, cada año, se iban a ritmo de tambora y güira, a disfrutar de la música de Johnny Ventura en aquellas islas.
En mi turno comenté lo que acabo de narrar, haciendo hincapié en que si nos aguzábamos, podríamos aprovechar otro de aquellos fines de semana largos, que eran muy frecuentes en Borinquen y propiciar traer a los boricuas hacia nuestro terruño.
La idea prendió. Fue acogida y de inmediato se pensó en revisar el calendario de nuestra vecina isla. Se encontró que allí se celebraba cada año, un fin de semana largo en la última semana del mes de Julio, entre el 25, que era el día de la Constitución del Estado Libre Asociado, categoría de la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos, al que se le sumaba el día 27 que es el aniversario del nacimiento de Don José Celso Barbosa, propulsor de la estadidad puertorriqueña. Fue por ello, por lo que se promovió en Puerto Rico la denominada Semana Domínico Boricua, que se comenzó a desarrollar con mucho éxito, tanto, que se extendió hasta los curazoleños, arubianos y venezolanos y que en los siguientes años se conoció como el Festival del Merengue.
El éxito de esta idea, que creció exponencialmente, tropezó con un gran problema: no teníamos la capacidad habitacional suficiente como para albergar la cantidad de turístas que comenzó a llegar. Se solucionó en parte, porque alguien sugirió que a los turistas se les hospedara en casas de familias que contaran con habitaciones disponibles.
La tierra del merengue
Lo narro en esta entrega para que se recuerde que fue la música de República Dominicana, de modo fundamental, el merengue, lo que fungió como carnada para atraer a los primeros turistas que llenaron nuestros hoteles.
A pesar de que desde hacía mucho tiempo grandes artistas, tales como Angel Viloria con su cantante Dioris Valladares, Los Alegres Tres, trio compuesto por Simó Damirón, Negrito Chapuseaux y la panameña Silvia de Grasse y algunos otros, como Napoleón Zayas y su Orquesta, Alberto Beltrán, El Trío Alegre Dominicano, Yoyito Cabrera y Joseito Mateo, ya vendían el merengue por diferentes lugares del mundo, no fue sino hasta la apertura de nuestro territorio como destino turístico, que nuestro país comenzó a venderse como la Tierra del Merengue.
No comenzamos vendiendo nuestras playas ni nuestro sol, pilares importantes para el desarrollo turístico de Quisqueya, lo hicimos con nuestra música, hecho, al que, tiempo después, se sumó la bachata, que como género musical, expandió su radio de influencia a lugares inimaginables.
Luego de ello y como consecuencia de lo narrado, se comenzaron a abrir de par en par, las puertas de los países de donde procedían aquellos turístas y como consecuencia de ello, nacieron las grandes plazas que el merengue y los merengueros fueron conquistando. No fue por casualidad que entre los primeros países de explotación merenguera se encuentren Puerto Rico y Venezuela y otros, a lo que se sumó New York, la más grande ciudad de la República Dominicana, por la enorme cantidad de dominicanos que se radicaron en aquella urbe.
El merengue también penetró a Europa, ya que al sumarse Curazao y Aruba, era natural que se abrieran las puertas de Holanda, porque las dos pequeñas islas caribeñas tienen un cordón umbilical político e histórico con los holandeses y mucha de nuestra gente emigraba a Curazao y luego sembraba raíces en aquella gran nación de Europa.
Del mismo modo, se abrió Alemania. En este país existe una base militar y para aquellos días, la mayoría de los militares latinos de esa base, lo constituían los puertorriqueños y por ellos, nos llevaban con mucha frecuencia a aquel país. O sea que, la Semana Dominico-Doricua fue convirtiendo su expansión como un efecto dominó. Una cosa fue sumándose a la otra y se creó un boom expansivo de nuestro género musical del que nos beneficiamos, tanto el país como los cultores de género musical más alegre de la tierra: el merengue.