SAN JUAN, Puerto Rico.- El libro de Miguel Guerrero El rugido del León es polémico y no se escribe desde una falsa objetividad periodística o histórica, sino desde el compromiso del escritor que se siente compelido a juzgar con su pluma el acontecer político y social de su país.

La afirmación la hizo el historiador y académico puertorriqueño Néstor Duprey en la puesta en circulación de la obra en San Juan de Puerto Rico.

“Sus páginas son un severo juicio de la gestión de Leonel Fernández, donde sin dejar de reconocer sus méritos, particularmente en el manejo inicial de la política macroeconómica, se señalan las graves carencias de ese proyecto y el balance en menoscabo del desarrollo democrático de la República Dominicana que representa su actual momento político”, dijo el presentador del libro de Guerrero en Puerto Rico.

La puesta en circulación de El Rugido del León se llevó a cabo el jueves 10 de octubre en el auditorio del Archivo General de Puerto Rico, con la presencia del historiador oficial de Puerto Rico, doctor Luis González, quien elogió la obra al hablar en el acto. Luis Rubén Sánchez, uno de los periodistas más reputados de ese país, productor del programa “Un día como hoy en el año aquel” y ex corresponsal de las agencias UPI y AP, hizo la presentación del autor, rememorando la vieja amistad que les une,

A continuación las palabras de Néstor R. Duprey Salgado durante la presentación del libro: El rugido del León: los excesos del poder, de Miguel Guerrero, en San Juan, Puerto Rico el 10 de octubre de 2013.

Buenas noches a todas y a todos.

Quiero en primer lugar agradecerle al querido amigo Rubén Sánchez la invitación a compartir con ustedes unas reflexiones en torno a una obra novel en el género de la historia inmediata caribeña.

Y digo que agradezco de manera especial la invitación porque me permite reflexionar sobre aspectos que considero fundamentales en el ejercicio de pedagogía democrática que implica tanto el quehacer historiográfico como el género periodístico y politológico en realidades complejas como las de nuestro entorno.

Lo hago desde la admiración y el agradecimiento. Y aquí quiero hacer una confesión…

Desde que muy joven comencé a interesarme por la historia política de la República Dominicana, particularmente los eventos acaecidos a partir del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo, la obra literaria y periodística de Miguel Guerrero ha sido para mí referente obligatorio en el estudio de ese particular periodo histórico. Sus libros sobre los días posteriores a la caída de Trujillo, el periodo del Consejo de Estado y el gobierno del profesor Juan Bosch y el posterior Golpe de Estado (Enero de 1962 ¡el despertar dominicano, Los últimos días de la Era de Trujillo, El golpe de Estado, La ira del tirano y Trujillo y Los héroes de junio) son crónicas de apreciable valor historiográfico enriquecidas con el estilo ágil del periodista experimentado y perspicaz. Luego, su libro Al borde del caos, sobre los días de la crisis electoral de 1978 y el final de la docena trágica de Joaquín Balaguer son un aporte inédito en cuanto al rol de las emergentes fuerzas políticas internacionales y su influencia junto a los Estados Unidos en el ponerle fin a ese periodo de la historia política dominicana y abrir paso a la alternancia electoral.

Sin embargo, la obra que tenemos ante nosotros hoy representa un género distinto a lo que ha sido el quehacer historiográfico de Miguel. El libro El rugido del León: los excesos del poder se acerca más al oficio periodístico que ha sido la carta de presentación que lo ha convertido en uno de los cronistas y analistas políticos más respetados de la República Dominicana desde las páginas del diario El Caribe, las ondas de CDN radio y Televisión o desde el espacio cibernético del periódico Acento.com.do.

Miguel Guerrero no es extraño en Puerto Rico en cuanto a su desempeño periodístico. Durante las décadas de los 70 y 80 laboró para los diarios El Mundo y El Nuevo Día, llegando a ofrecérsele la dirección de este último y por muchos años fue corresponsal de la agencia de noticias United Press International para ambos países, República Dominicana y Puerto Rico.

Para nosotros los puertorriqueños este libro representa un género digamos que exótico. ¿Por qué? La historia inmediata, es decir la crónica periodística mostrada con su debido contexto histórico y entrelazada con análisis coyuntural representa ese primer borrador de la historia, esa recolección organizada de testimonio y materia prima documental y anecdótica que luego pavimenta el camino para que los historiadores, con una mayor distancia temporal, puedan profundizar el relato y enriquecerlo con testimonios, mayormente documentales, que en lo inmediato no están disponibles para el cronista o historiador inmediato. Para nosotros es un género exótico porque no es tarea cotidiana de nuestros periodistas, lamentablemente, profundizar más allá del relato que exige rapidez para vencer la hora del cierre, escaseando los libros escritos por nuestros periodistas sobre los eventos políticos más recientes colocados más allá de los titulares del diario.

De ahí que el libro de Miguel tiene un valor para nosotros más allá de su indudable valor para el análisis y la comprensión del pasado más reciente y del presente político dominicano. Es un modelo, a mi modo de ver, de lo que un periodista puede hacer para darle a su trabajo un valor trascendente, un espacio novel que enriquece el periodismo y ayuda a la posterior construcción historiográfica. La historia inmediata, entendida como relato y análisis de fenómenos políticos de reciente hechura, representa una contribución a mi modo de ver indispensable en la responsabilidad social que entraña el quehacer periodístico entendido también como ejercicio de pedagogía democrática y asistencia al ciudadano en su indelegable ejercicio de custodia de la polis.

La historia que nos cuenta Miguel a través de este libro es la vivencia política de la República Dominicana a partir de la salida del escenario político de los tres principales actores del drama nacional dominicano a partir del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo en 1961 y más específicamente a partir de la tregua negociada tras la invasión norteamericana de 1965: Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez. A partir de la salida de los tres caudillos del protagonismo político en 1996, surge una figura que va a acaparar con su presencia el ejercicio del poder en la República Dominicana: el doctor Leonel Fernández Reina.

El autor jugará con el nombre y el segundo apellido del biografiado para componer la metáfora de la gestión política y presidencial de Leonel: león reina. El león, figura aludida por el propio presidente como estribillo para animar sus huestes, reinará prácticamente sin oposición a partir de 1996, salvo un periodo de cuatro años (2000-2004) del presidente perredista Hipólito Mejía que sirvió para sembrar la semilla de la destrucción del partido fundado por Juan Bosch y otros exilados dominicanos en La Habana, Cuba en 1939 y que dirigió a partir de 1973 la figura señera de José Francisco Peña Gómez.

El libro de 335 páginas divididas en un prólogo, una introducción, once capítulos y un epílogo y que ya va por su tercera edición postula una tesis general sobre el reciente devenir político dominicano que el autor esboza con claridad en las páginas 83 y 84:

La reelección es un mal que propicia la corrupción y el clientelismo, postergando las prioridades. El uso de los recursos del Estado para catapultar una candidatura presidencial ha sido, a lo largo de nuestro ejercicio democrático, una de las prácticas más perniciosas. Hay distintas modalidades del aprovechamiento de las ventajas del poder para impulsar una candidatura y en nuestro ámbito político se practican todas. Ningún partido que haya ejercido el gobierno en la historia nacional está libre de esa culpa…

La repetición de esta historia triste no es más que fruto de nuestra falta de institucionalidad y del escaso respeto del liderato partidista por los símbolos. Históricamente la reelección presidencial y el exceso de poder en una sola persona han sido funestos para el país. Nuestro nivel de institucionalidad es demasiado frágil para resistir el embate de la permanencia prolongada de un hombre en el poder. La debilidad de los demás poderes del Estado termina sometiéndolos al único poder real, el Ejecutivo, alrededor del cual crecen siempre perversas camarillas entregadas al usufructo ilegítimo del patrimonio público.

Es el afán reeleccionista y la “ocasión perdida” de mantener en la Constitución de la República Dominicana la prohibición de la reelección presidencial la base de la sucesiva cadena de actuaciones del presidente Fernández y su grupo más cercano lo que a juicio del autor sembró la semilla del proceso que a la larga desvirtuaría el originario proyecto peledeista.

Será el segundo partido fundado por el profesor Juan Bosch, el Partido de la Liberación Dominicana, el actor secundario de este drama contado por Miguel Guerrero. Este describe la metamorfosis del PLD de la siguiente manera:

“Mientras Bosch vivió, el partido se mantuvo fiel a sus orígenes, pero las tentaciones del poder muy pronto se impusieron. Mucho antes de que muriera, ya disminuido en sus capacidades físicas e intelectuales, tocados por la necesidad de sobrevivir en un mundo electoral, Bosch fue sacado de circulación por una dirigencia colegiada que entendió que la rigidez ideológica le cerraba el paso al Palacio Nacional.

Después vinieron las alianzas y el condicionamiento de los principios. La búsqueda del poder le echo tierra al ideal de liberación nacional con el que habían marchado. De aquellos anhelos solo quedó el polvo y el marxismo de su fundador cedió al confeso “vinchismo” de su sucesor” (páginas 63-64), refiriéndose a la influencia en el nuevo PLD del otrora activista trujillista luego auto proclamado paladín de la lucha contra el narcotráfico, el ex diputado Marino Vinicio “Vincho” Castillo.

Al comparar el PLD de Bosch con el PLD de Leonel, señala Guerrero:

“Muchos jóvenes se preguntan si existen diferencias entre el PLD de Bosch y el de hoy. Las ideas del primero sobre el gobierno quedaron atrás con los gobiernos de Fernández. Aquel hombre detestaba el culto de la personalidad y lo creía dañino. Con su heredero se le cultivaba…

Aunque los dirigentes de su partido invocan con frecuencia su nombre para justificar acciones y posturas políticas, muy pocos de ellos se le igualan en la práctica. No es seguro que Bosch quisiera ser hoy peledeista…” (p. 164-165)

Esa transformación del PLD liderada por Leonel Fernández, de un partido marxista de cuadros a un partido de masas que inclusive en un momento dado llego a solicitar su admisión a la Internacional Socialista, y que en realidad ha presidido la modernización capitalista de la República Dominicana con un proyecto político de centro que resiste fáciles encajes ideológicos, es la que a mi entender da paso a la historia que relata con contundencia y detalle Miguel Guerrero en este libro.

Este es un libro polémico. Un libro que no se escribe desde una falsa objetividad o desde una lejana visión desapasionada, y por ende no comprometida. Sus páginas son un severo juicio de la gestión de Leonel Fernández, donde sin dejar de reconocer sus méritos, particularmente en el manejo inicial de la política macroeconómica, se señalan las graves carencias de ese proyecto y el balance en menoscabo del desarrollo democrático de la República Dominicana que representa su actual momento político.

Tres son los males que a mi entender subraya el autor en el libro que convierten este alegato en un llamado a la vuelta de la sensatez y el cauce democrático en el proceso político de la hermana vecina:

En primer lugar, el pernicioso rol del clientelismo político como fuente de la corrupción. Es en el mal manejo de esa lacra de las sociedades democráticas, y la falta de transparencia en el manejo de las finanzas del Estado y la cuenta al país de los negocios públicos que Miguel Guerrero sitúa la mayor carencia de los gobiernos del peledeismo leonelista:

“El presidente Fernández, sin duda, es uno de los políticos más destacados de la historia reciente del país y sus tres administraciones dejaran un legado material importante, a despecho de lo que crean sus críticos y opositores. Pero en el juicio de la posteridad sus aportes y logros zozobraran en las turbias aguas de la corrupción en la que se ahogó una administración que terminó valorada por sus errores y no por sus aciertos. De él, más que ningún otro, dependió el veredicto final que se tenga con los años sobre su prolongado paso por la presidencia. En sus últimos meses las denuncias de corrupción en importantes esferas del Gobierno abrumaron a una sociedad frustrada por una larga y penosa historia de impunidad, que ha empobrecido al país material, política y espiritualmente.” (p.161).

El segundo elemento que señala el autor es el contraste de la realidad intentada proyectar por la maquinaria de propaganda al servicio y disposición del entorno presidencial y la realidad del país. El autor va enumerando la sucesión de eventos, cumbres, reuniones, viajes, discursos y mensajes que intentan proyectar una especie de “milagro dominicano”, que en un principio las estadísticas e indicadores económicos internacionales parecían validar. Sin embargo, la realidad que describe Guerrero utilizando cifras oficiales de organismos internacionales al finalizar el mandato leonelista en el 2012 era una muy distinta:

“A despecho de la paradisiaca visión que a diario ofrecía la propaganda gubernamental, los indicadores con los cuales se miden el progreso de un país y la eficiencia en el manejo de los asuntos públicos, presentaban un panorama muy distinto. El avance del que se hablaba en el ámbito oficial contrastaba con cifras y datos contundentes. Fascinados por la magia del mundo virtual en que viven, los funcionarios no prestaron la atención debida a una realidad en la que predominaban condiciones que erosionaban seriamente la capacidad competitiva de los sectores productivos de la nación. Los datos aportados por la Cámara Americana de Comercio al analizar, el rol del Estado en la economía, destacaban que en el último reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, de 134 países incluidos, la Republica Dominicana quedó en el puesto 90 en derechos de propiedad; en el 120 en eficiencia del marco legal; en el 121 en confianza pública en los políticos; en el 127 en desviación de fondos públicos; en el 121 en desperdicios en gastos gubernamentales y en el 132 en favoritismo en las decisiones de funcionarios gubernamentales, equivalente este último a tráfico de influencias. Las cifras empeoraron al concluir su mandato el 16 de agosto de 2012.

Lo grave del caso era la escasa trascendencia asignada a esos indicadores o factores en el sector público, donde las prioridades respondían, más a las urgencias políticas del momento que a las necesidades reales de la nación medidas a largo plazo.” (P.320-321).

Sobre ese contraste entre realidad proyectada y realidad vivida, señalo el impactante capítulo VIII, donde el autor relata con agudeza periodística y crudeza la “reacción” del gobierno a tres desastres: el desaguado de la Presa de Taveras y los huracanes Noel y Olga, y como esa “reacción” dejaba a la intemperie las graves carencias del modelo económico leonelista en cuanto a medidas que realmente lleven a las grandes mayorías dominicanas a superar la miseria y la marginación.

Es sin embargo el tercer elemento, el que a mi juicio es de mayor preocupación para el futuro cercano de la sociedad democrática dominicana: la falta de opciones políticas reales. Sin verdadero pluralismo político no hay verdadera democracia. Un partido todopoderoso sin real oposición es el mayor cardo de cultivo para la corrupción, la mediocridad y la perpetuación de las condiciones de atraso a todos los niveles. Sobre esto Miguel Guerrero apunta a un viejo mal de la política dominicana:

“A lo largo de nuestra experiencia democrática, la escasez de opciones electorales ha sido una de nuestras grandes tragedias. Y probablemente continuara pesando sobre el porvenir de la Republica, a menos que se produzcan cambios dramáticos en la forma de hacer política en el país. Elecciones tras elecciones, los dominicanos han escogido a sus gobernantes entre males menores. El famoso voto en contra ha sido el motor por el cual nos hemos dado un presidente tras otro.” (p.196).

Cualquier semejanza con realidades políticas conocidas y vividas no es pura coincidencia.

La elección de Danilo Medina como candidato y luego como presidente de la República Dominicana en el año 2012 abrió un paréntesis que deberá ser observado con detenimiento porque a mi juicio ahí se medirá la posibilidad de transformación del proyecto peledeista a uno más cercano a la intención de su fundador y si por el contrario un particular modelo de sucesión y continuismo de familia real y política se produce en la patria de Duarte, Sánchez y Mella.  También abre un compás de espera el desenlace de la guerra de tribus políticas en que está sumido el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que amenaza seriamente la existencia futura de esa formación y si finalmente sigue a la tumba a su fundador el Partido Reformista artificialmente catalogado de “Social Cristiano”, luego de tragarse una colectividad de digna trayectoria doctrinaria y practica como fue el viejo Partido Revolucionario Social Cristiano de don Alfonso Moreno. También resulta una incógnita sin fácil respuesta que fisionomía tomará finalmente la antiguamente fragmentada izquierda dominicana y si logra beneficiarse del desgaste o división de las viejas colectividades, como ha ocurrido con sus homólogos suramericanos, que a través de novedosas concertaciones y alianzas han logrado crear nuevos referentes políticos y han dirigido modelos de transformación de sus realidades, aunque algunos hayan sucumbido al viejo mal latinoamericano del populismo, tan bien señalado y descrito en cuanto a la realidad dominicana por el autor en la obra que precede esta que presentamos hoy.

En resumen: para un observador de la política dominicana como el que les habla, resulta fascinante el relato que hace Miguel Guerrero en su libro, aunque discrepemos de alguno de sus juicios, particularmente en lo que respecta al veredicto político que ha hecho la sociedad dominicana sobre el leonelato. Bien sea por la implosión de las fuerzas políticas de oposición o por las virtudes aparentes del modelo leonelista, lo cierto es que el Partido de la Liberación Dominicana se ha convertido, por los votos del pueblo dominicano, en un partido con un grado de hegemonía tal que lleva a pensar si no estaremos ante un caso similar a lo vivido en Méjico en la primera etapa del priismo: la hegemonía totalizante de un partido legitimada por el voto popular.

Invito a los lectores puertorriqueños a leer este libro. Y más aún, invito a la prensa puertorriqueña a leer este libro y tratar de enriquecer nuestra conversación democrática como lo ha hecho en su realidad dominicana con vocación de trascendencia caribeña el maestro del periodismo y el relato de la historia inmediata don Miguel Guerrero.

Muchas gracias.