PERFIL DEMOCRATICO DE HUGO TOLENTINO. RECUERDOS DE UNA GENERACION
Conocí a Hugo Tolentino en 1972, cuando tuve el privilegio de ser su estudiante de Historia Social Dominicana, cátedra que en ese momento impartía en la Escuela de Sociología de la UASD. Por una afortunada coincidencia, en ese curso coincidimos varias generaciones, donde posteriormente muchos de sus miembros llegaron a ser sociólogos de relieve, tales son los casos de Otto Fernández, Frank Báez Evertsz, Ramonina Brea, para citar a algunos.
No recuerdo con exactitud si las cátedras del Profesor Tolentino se dictaban lunes o viernes, pero sí que era la primera cátedra del día, a las 3 pm. Hugo Tolentino llegaba puntual e impecablemente vestido. Todos los hombres del grupo de estudiantes le admirábamos y un poco le celábamos, las mujeres en cambio le admiraban y se derretían por él. Hugo comenzaba su charla que duraba alrededor de una hora y media aproximadamente. No podía interrumpirse, aunque siempre al final el profesor abría un debate de al menos media hora. El tiempo pasaba volando. Allí discutimos asuntos claves de la historia nacional: el largo y oscuro siglo XVII, el complejo proceso de formación de la identidad nacional, la ocupación haitiana y la abolición de la esclavitud, las dificultades de la construcción del Estado, las presiones imperialistas sobre la economía y la política nacionales, las luchas caudillistas, la herencia de la primera ocupación norteamericana de 1916, entre otras temas. Pero nunca pudimos avanzar hasta la era de Trujillo.
Recuerdo como ahora el examen final. A mí me tocó desarrollar un tema escabroso: el modo de producción colonial y el siglo XVII, que recuerdo como ahora: se trabajaba en papel ministro, se permitía consultar libros, pues no importaban las fechas ni los nombres ilustres, sino las tesis básicas que se debían debatir. El ejercicio duraba unas dos horas y todos salíamos exhaustos. Fueron años felices.
Hugo Tolentino era muy formal, pero siempre fue un profesor solidario y muy abierto. Su biblioteca estuvo siempre a disposición de todos sus estudiantes. En lo que a mi compete, quizás porque fue mi padrino de tesis, o quizás simplemente por amistad y confianza, no sólo me dio acceso a su biblioteca, sino que tuve el privilegio de consultar joyas bibliográficas llevándolas a mi casa, como la colección de Informes Anuales de la Receptoría de Aduanas, recientemente publicas parcialmente por la Academia Dominicana de la Historia en formato digital. En esa tarea de consulta recuerdo a Otto Fernández sobre todo.
Fuera de la cátedra estaba la política universitaria. La lucha por el aumento del presupuesto y en 1974 en particular la batalla política interna para que Hugo Tolentino alcanzara la rectoría. Varias fuerzas políticas universitarias apoyaron al profesor Tolentino: el grupo de profesores y estudiantes del PRD, muchos académicos independientes, y un importante sector de la izquierda estudiantil, entre ellas el Comité Universitario Julio Antonio Mella, del cual yo era miembro. Recuerdo que muchos jóvenes profesores del Departamento de sociología se unieron a esa campaña, entre ellos José del Castillo, Miguel Cocco y Max Puig.
En 1976 defendí mi tesis de grado, que fue sobre la Primera Ocupación Militar Norteamericana del 1916 y cuyo padrino fue Hugo Tolentino. Al final de mi defensa el profesor Tolentino, que asistió a la misma como padrino de tesis, me hizo un aparte y me dijo: tienes un mes para arreglar las cosas que entiendas deben mejorarse en tu texto. Pasado ese mes lo envío a publicación, ese documento debe publicarse como libro. Hablaba no sólo mi profesor sino también el rector. No me quedó más opción que esconderme en la casa de mi abuela en Santiago y durante un mes mejorar el texto. Es testigo de ese duro mes mi querida amiga Elba Franco, a quien molestaba todas las noches visitándola a su casa después de doce o quince horas de trabajo.
Terminada esa fase de mí vida tenía una firme decisión tomada: partir cuanto antes a realizar mis estudios doctorales. En esa tarea Hugo Tolentino, rector de la UAD, y Frank Moya Pons, Director del Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales, me ayudaron de manera decisiva a conseguir la beca de manutención que me hacía falta para poder irme a estudiar en El Colegio de México. Esa prestigiosa institución me había aceptado en el Doctorado en Ciencias Sociales, y además otorgado una beca de matriculación, pero no tenía posibilidad de apoyar mi estadía en México. Esas cartas ilustres me permitieron conseguir una beca de la Fundación Ford y mantenerme dedicado al estudio durante casi cinco años. Es la primera vez que hago público mi agradecimiento al profesor Tolentino hoy ausente y al también apreciado amigo Moya Pons por su desinteresado apoyo.
Durante mis años en el extranjero perdí contacto con Hugo Tolentino. Volví a estrechar vínculos con él cuando a inicios de los ochenta un grupo de académicos e intelectuales de izquierda nos acercamos a Peña Gómez y a la socialdemocracia. Franc Báez y yo pasamos a trabajar con la Fundación Friedrich Ebert en 1982 en la creación de una escuela de formación política a líderes sindicales, bajo el estímulo de Konrad Stenzel, quien fuera el primer representante en el país de la Fundación y con el apoyo de Agen Wahendorfer, responsable de los asuntos obreros y sindicales. En 1983 me tocó viajar con Hugo Tolentino a Alemania a la celebración del centenario de la muerte de Marx en su ciudad natal, Tréveris.
A finales de los ochenta mi acercamiento a Peña Gómez fue cada vez mayor y en diversos escenarios políticos me tocó estar cerca de Hugo Tolentino. Pero en esos años el principal contacto con el líder socialdemócrata fue Milagros Ortiz Bosch. Gracias a ella, principalmente, y a figuras como Hugo Tolentino, Tirso Mejía Ricart e Ivelisse Prats, el PRD pudo acercarse a la élite de los intelectuales de izquierda en esos años. En ese tiempo poco a poco un pequeño grupo constituido por Rubén Silié, César Pérez, Félix Calvo y yo, decidimos acercarnos a Peña Gómez, tratando de impulsar una opción socialdemócrata en el país. En el 1989, si la memoria no me falla, en casa de Milagros Ortiz Bosch ese grupo se reunió con Peña Gómez, comunicándole nuestro deseo de ingresar al PRD. Con su habitual lucidez y humildad, Peña Gómez nos escuchó tranquilo y al final nos dijo: ustedes hacen más por el partido y por este país fuera del PRD que adentro, continúen por favor cooperando conmigo y con la socialdemocracia, pero no ingresen al PRD. Esa reunión fue histórica, en ella Peña Gómez fue premonitorio, nos dijo que Sadam Hussein estaba preparando la ocupación militar de Kuwait y que de eso ocurrir la escena internacional se transformaría para desgracia de los países en desarrollo y de la democracia a escala mundial. No se equivocó.
En 1994 estuve muy cerca de Peña Gómez en las elecciones generales de ese año, pero sobre todo trabajé en el equipo que apoyó la candidatura de Milagros Ortiz Bosch a la senaduría del Distrito Nacional. En esa ocasión mantuve estrecho contacto con Hugo Tolentino, pero fue en 1996 en que mi trabajo político con Hugo se hizo más estrecho. En la práctica, terminé integrado a un muy reducido grupo que apoyaba el trabajo del asesor de la campaña, el español Gabriel Jiménez (el famoso asesor de la campaña electoral que llevó a Felipe González al poder), junto a Jesús Barderas y Juan Basanta. Además de ese trabajo con Hugo Tolentino nos ocupamos de la preparación del libro que terminó sintetizando la propuesta programática de Peña Gómez: Primero la Gente. A mí me tocó armar el texto resumiendo el extenso documento programático que la comisión técnica del partido había preparado, pero que de hecho era de difícil divulgación. A la síntesis le fue añadida una parte sobre la política internacional, las cuestiones poblacionales, los problemas del desempleo y algunas ideas de corte político-ideológico en el enfoque socialdemócrata. Hugo Tolentino y Marcio Veloz Maggiolo revisaron el libro con sumo cuidado y Miguel Decamps lo imprimió, mostrando una gran solidaridad, pues nunca hizo ninguna insinuación de cobro por la impresión del libro, el que de seguro tuvo altos costos.
En ese mismo año de 1996 para la segunda vuelta de las elecciones dominicanas, paradójicamente, fui electo en Santiago de chile Secretario General de la FLACSO y por ello tuve que ausentarme del país por unos largos ocho años. Sin embargo, en el año 2000 el PRD ganó las elecciones e Hipólito Mejía subió a la Presidencia de la República.
A principios de agosto de ese año viaje a Santo Domingo con mi esposa Julia para asistir a la toma de posesión de Hipólito Mejía. Dos o tres días antes de la toma de posesión del nuevo presidente, Hugo Tolentino me invito a desayunar en la casa que él y Doña Sarah, hoy viuda Tolentino, tenían en ese entonces en la Av. Abraham Lincoln. En ese momento ya el profesor Tolentino había sido designado Canciller de la República. Allí me dijo que él y yo teníamos un gran deber que cumplir: estábamos en la obligación de impulsar una nueva ley de migración que humanizara la situación de los inmigrantes sobre todo haitianos y ayudara a los dominicanos que vivían fuera, y que también impusiera orden en la dinámica de la inmigración, y eso era un deber nuestro en honor de Peña Gómez. Yo le dije que asumía ese compromiso, pero que había que incorporar a la persona que a mi criterio era el mejor conocedor del problema inmigratorio en el país, el Dr. Frank Báez Evertsz, quien al igual que yo también había sido estudiante suyo. Hugo Tolentino no encontró problema y me indicó que hiciera contacto con Frank Báez, el cual aceptó participar en el equipo siempre que yo estuviera. En esas condiciones, nos reunimos con Hugo Tolentino, ya Canciller de la República y le plateamos nuestra idea básica del asunto informándole que incorporaríamos al equipo a una abogada experta en asuntos migratorios, Carmen Amelia Cedeño.
Con el apoyo de Hugo Tolentino ese equipo trabajo durante varios meses en lo que finalmente fue el proyecto de nueva ley de migración que la Cancillería Dominicana bajo la dirección de Hugo Tolentino presentaría al Congreso. En el proceso de producción de la nueva propuesta de ley de migración que impulsó Tolentino tuve la oportunidad de apreciar no sólo el conocimiento que el profesor de historia tenía del problema, sino también la convicción democrática que le animaba a impulsar la nueva ley, así como su fino manejo político, su tacto combinado con firmeza. El proyecto que finalmente produjimos Franc Báez Carmen Amelia Cedeño y yo por primera vez reivindicaba la dimensión ciudadana que debía tener un enfoque moderno del tema migratorio. Hugo Tolentino leyó el documento, lo apoyó haciéndole ligeras enmiendas y lo envió al Congreso, a través del Poder Ejecutivo. La propuesta provocó dos reacciones extremas, ambas reveladoras de que estábamos en presencia de una propuesta transformadora en medio de una sociedad con escaso desarrollo político: la izquierda y la sociedad civil reaccionaron diciendo que la defensa de los derechos de los inmigrantes era parcial y muy débil y que había que profundizar las conquistas de los inmigrantes; la derecha asumió que esa ley judicializaría el manejo de la condición ilegal o irregular que por lo general tenían los inmigrantes haitianos y que por lo demás vulneraba la seguridad nacional.
En esa situación Hugo Tolentino dio una vez más muestras de su convicción democrática. Instruyó a su equipo de expertos que armaran un grupo de discusión en el que estuvieran representados todos los puntos de vista y posiciones sobre el tema migratorio, que discutieran el proyecto y buscaran la manera de llegar a un acuerdo consensuando un nuevo texto. En la comisión nombrada por el canciller participaron, además de Frank Báez Evertsz, Carmen Amelia Cedeño y Wilfredo Lozano: Dagoberto Rodríguez Adames (senador) José del Castillo, Eduardo García Michel, Plinio Ubiera, Carlos Dore, Alejandro González Pons, Pelegrín Castillo (diputado), Flavio Darío Espinal.
Carmen Amelia Cedeño coordinó ese esfuerzo. Resultado de ello surgió una nueva propuesta de ley de migración, que prácticamente consensuó un nuevo texto, salvo detalles de procedimiento de los artículos transitorios sobre el Plan de Regularización. Lamentablemente, la decisión del Presidente Mejía de enviar tropas a Irak en la guerra que los EU y Bush hijo habían iniciado contra el país árabe condujo a Hugo Tolentino a tener que renunciar a su posición de Canciller, en una actitud que mostraba las convicciones democráticas del Canciller.
En esas condiciones, el proyecto de nueva ley de migración prácticamente consensuado cayó en manos del Congreso sin ni siquiera llamar a dicha comisión para apreciar sus puntos de vista. El desconocimiento del problema migratorio por parte de los líderes congresionales, sobre todo del PRD que tenía la mayoría congresual en ambas cámaras, les condujo a dejar en manos de la FNP y sus ideólogos el debate sobre la nueva ley de migración, que terminó modificada al antojo de dicho grupo político.
Tras su salida de la Cancillería, con Hugo Tolentino mantuve en esa etapa una relación cercana, aunque no nos veíamos frecuentemente. Mantuvimos mucha comunicación en diversos momentos críticos por los que atravesó el PRD a partir del cambio constitucional que propició el Presidente Mejía para poder repostularse. Hugo Tolentino hizo un gran esfuerzo por alejar al PRD del fantasma reeleccionista, lo hizo también tratando sin resultados que los líderes de partido que se oponían a la aventura reeleccionista del Presidente Mejía, se unificaran y dieran una batalla en torno a un sólo precandidato que enfrentara al Presidente Mejía. Esa batalla se perdió y la división se produjo en el PRD con la salida de Hatuey Decamps, la derrota en la convención de las posiciones anti-reeleccionistas y la dispersión del grupo opositor a Mejía.
Tras la derrota del PRD en el 2004, me dedique a reflexionar en torno a ese fracaso y produje un libro muy crítico del proceso político interno en el PRD. Me refiero al libro Los dos PRD: raíces sociales y políticas de su presente crisis. Hugo compartía muchos de los puntos de vista que en el libro planteo y me animó a publicarlo.
Cuando se produjo la lucha entre Milagros Ortiz Bosch y Miguel Vargas por la candidatura Presidencial, Tolentino apoyó al igual que todo el liderazgo del PRD de convicción socialdemócrata, a Milagros. Naturalmente, yo no sólo le apoyé sino que participé directa y activamente en la campaña de Milagros en esa ocasión.
Cuando se inició la lucha interna en el PRD, tras la derrota de Mejía en el 2012 por parte de Danilo Medina, Hugo y yo estuvimos en esos momentos muy cerca y compartíamos por lo general el mismo enfoque de la crisis. En esa ocasión, como siempre, el profesor Tolentino fue lúcido, pronto advirtió que esa lucha conducía claramente a la división y que era muy difícil, si no imposible, ganar la batalla legal en el PRD, por el apoyo gubernamental a la figura de Miguel Vargas. En esas condiciones Hugo Tolentino fue un abierto y claro defensor de lo que entendía era la única opción racional: crear un partido nuevo. En ese sentido, Tolentino fue de alguna forma el padre de la idea que finalmente cristalizó en la fundación del PRM.
Ya al final de sus días, unos tres meses antes de su muerte, el profesor Tolentino me llamó por teléfono a mi casa, temprano en la mañana, como acostumbraba hacer cuando deseaba contactarme. En esa ocasión me dijo: “necesito hablar contigo. Me estoy muriendo y debo arreglar algunas cosas. Ven por aquí para que hablemos”. Naturalmente le respondí un poco nervioso, “Si, profesor. Paso hoy mismo por su casa”.
Cuando nos reunimos era evidente que estaba cerca su partida. Me recibió con su habitual sonrisa. Allí me informó sobre su precaria situación de salud y me solicitó que le ayudara a organizar sus ultimso escritos y otros documentos publicados en diversos medios, que muy probablemente él no tendría tiempo finalmente de revisar. Me informó que le había pedido ayuda a Milagros y a Rubén Silié, quienes junto conmigo éramos las personas en que él confiaba para esa tarea. Como Rubén estaba fuera del país, Milagros tenía muchas tareas, y yo tenía mucha experiencia en la edición de libros, me dijo te encomiendo que coordines esos trabajos. Confío en ti.
A partir de esa conversación visité a Hugo Tolentino todas las semanas hasta unos días antes de su muerte. Organizamos así, en consulta con Rubén y Milagros, el Proyecto “OBRAS DE HUGO TOLENTINO DIPP”. El mismo consta de cinco libros: el primero se titula La funesta reelección y tendrá un prólogo de Milagros Ortiz Bosch, quien además coordinó la organización del libro; el segundo se titula Lecciones de Historia social dominicana y reúne las cátedras que Hugo Tolentino dictó en la Escuela de Sociología de la UASD, a finales de los años sesenta y ha sido organizado por mí y Rubén Silié, a lo que se añade todo un aparato crítico en el que han trabajado el propio Silié que escribe además el prólogo y su esposa María Filomena González; el cuarto lleva un prólogo de Tirso Mejía y se titula: Desde la cátedra. Mi vida en la UASD, que reúne textos relativos a las actividades de Hugo Tolentino como intelectual universitario, impulsor del Movimiento Renovador y sus funciones de Vicerrector y luego Rector de la UASD; Poemas, que reúne dos libros de poesía y sus últimos poemas, cuyo prólogo es de Soledad Álvarez; finalmente, el quinto volumen llevará un prólogo mío y se titula Posiciones. Ensayos de crítica histórica, política y cultural, es un extenso volumen que reúne trabajos del profesor Tolentino en el campo historiográfico, político y cultural, brindando así una visión integral del historiador, el político, el intelectual.
Cuando ese esfuerzo finalmente se dé a la luz pública, se tendrá la oportunidad de apreciar con mayor amplitud la estatura histórica de Hugo Tolentino Dipp, quien no sólo fue un reputado historiador, sino un intelectual de factura renacentista, comprometido con las luchas políticas por la libertad y la democracia de su nación, militante activo de la organización a la que perteneció durante décadas (el PRD), pero también fundador de un nuevo partido, el PRM; principal consejero del único líder de masas que ha producido el país, José Francisco Peña Gómez; activo congresista que llegó a presidir su Cámara de Diputados alcanzando grandes logros; formidable canciller impulsor de la nueva ley de migración; en una palabra, Hugo Tolentino fue un hombre del renacimiento, si cabe aquí el término, el que en palabras de Emerson debe ser calificado como un hombre representativo, un verdadero demócrata y hombre libre.
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