SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Horacio Vásquez fue un presidente honesto, que no robó ni mató, pero como caudillo intentó quedarse en el poder. Ese fue su gran pecado. Su gestión de gobierno entre 1924 y 1930 desarrolló el país, pero fue el chance que tuvo el dictador Rafael Leónidas Trujillo para asaltar el poder. Ese fue el otro gran pecado de Horacio Vásquez.

Pero una pregunta que la gente pudiera formularse es ¿Por qué no hay nada que recuerde al presidente Horacio Vásquez, ni siquiera una calle, un puente, un monumento, un nombre de un municipio, un edificio público, una escuela?

A su esposa, Trina de Moya, sí se le recuerda, como poetisa, pero a Horacio Vásquez, el presidente que desarrolló la economía, que fue jefe de una corriente política que se mantuvo vigente por muchos años, que arriesgó su vida para organizar y ejecutar la muerte del dictador Ulises Heureaux (Lilís), nadie nunca ha querido recordarlo, ni rescatar su memoria.

Horario Vásquez Murió pobre en Tamboril, y está sepultado en la pequeña Iglesia de esa comunidad, Santuario San Rafael Arcángel. Fue un gran líder, influyente, renegoció la deuda externa dominicana, se enfrentó a muchos desafíos, pero le dio pie a un hombre funesto, en quien no debió nunca confiar, Rafael Leónidas Trujillo, quien lo engañó y al final fue el causante de lo que todavía hoy se mantiene: desterrar de la memoria colectiva la imagen de presidente del líder Horacio Vásquez.

Muchos políticos han pensado en esta terrible historia, y luego de la dictadura de Trujillo nadie se ha ocupado en el Estado de rescatar la memoria del caudillo del horacismo. Joaquín Balaguer fue parte de la conspiración contra Horacio Vásquez, y al caer la dictadura de Trujillo, fue Balaguer quien la sustituyó por 12 años. Nunca quiso que nadie, ni ninguna obra del gobierno, recordara al honrado caudillo. Los gobiernos que le sucedieron tampoco estaban interesados en rescatar a nadie del pasado: Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía, con un interregno de 10 años otra vez de Joaquín Balaguer.

Ni siquiera los historiadores se han ocupado de rescatar esa memoria. En el Archivo General de la Nación se encuentran más de 42 cajas con las correspondencias privadas del ex presidente, y es poco lo que se ha estudiado. Poca gente consulta esos papeles.

Sin embargo, un economista de profesión, ha dado un salto en esta omisión histórica. Eduardo Tejera acaba de publicar un libro que ilustra la vida y obra de Horario Vásquez, en especial su período de gobierno de 1924 al 1930, que el economista define como un tiempo de democracia y desarrollo. Ese es el subtítulo del libro.

La intención del libro, explica el autor, es tratar de rescatar “la memoria de un gran mocano y un buen presidente de la República Dominicana. Fue un gran caudillo liberal que durante treinta años contribuyó a forjar la historia política nacional. Un hombre hecho por los valores de su época¨.

Horacio Vásquez fue desde muy joven un político activo. Participó en la conjura para matar al dictador Lilís, y a la caída del gobierno dictatorial, con apenas 39 años de edad, fue presidente provisional de la República, con el mandato de organizar elecciones y pacificar el país, revuelto en guerras intestinas, con caudillismo y regionalismo enfurecidos.

En 1903 volvió a ser presidente de la República, luego de un golpe de Estado al presidente Juan Isidro Jimenes. Gobernó por un año, y otro golpe de Estado el 23 de abril de 1903 lo depuso del gobierno.

El libro de Eduardo Tejera recopiló mucha información económica sobre el país en ese período turbulento, y en particular sobre la gestión de Horacio Vásquez entre 1924 y 1930.

Analiza las guerras intestinas, la intervención militar de los Estados Unidos en 1916, las presiones de las autoridades de Estados Unidos, la lucha por el control de las aduanas, los impuestos, el presupuesto nacional y las diversas reformas que se intentaron para reconducir al país durante un período de tranquilidad yt organización.

Horacio fue un líder indiscutible y respetado, de acuerdo con el relato de Eduardo Tejera. “Horacio Vásquez seguía en la cúspide de su prestigio y popularidad, como el líder más respetado y honrado del país. Tenía también la mejor maquinaria política coordinada por el influyente y sagaz José D. Alfonseca”, dice el autor.

El grave problema de Horacio fue su interés en perpetuarse en el poder. Fue electo presidente de la República el 15 de marzo de 1924, bajo la Constitución de 1908 que estaba vigente, por un período de seis años.

Este tema es importante, y ocupa una parte extensa del libro de Eduardo Tejera, porque ahí radica la gran calamidad de Horacio Vásquez. Caudillo, presidente del país, líder de un partido con muchos seguidores, el Partido Nacional, electo por una Constitución que establecía seis años, pero que él reconoció tan pronto tomó posesión que fue electo por un período de 4 años, y que su mandato terminaba en 1928. Así lo escribió en una carta al presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge.

Pero Vásquez, enfermo, manipuló a todo el mundo para quedarse dos años más de los que le tocaba gobernar. Y ahí se cobijó Trujillo para acumular fortuna y poder, y darle la impresión a Vásquez de que era fiel a la presidencia.

A Horacio Vásquez no le importó nada. Violó la Constitución, se le dividió el partido, controló el Congreso y en la práctica manipuló para lograr lo que quería. Eduardo Tejera lo admite con claridad: “El legado de Vásquez comenzó a derrumbarse con esta extensión de su presidencia por dos años más y al año siguiente buscar la reelección presidencial en el 1930”.

Para Tejera Horacio, para su época, fue un buen gobernante, un presidente muy querido y respetado como figura venerable y patriarcal, pero cometió varios errores graves, entre ellos crear las condiciones para el surgimiento de la dictadura de Trujillo.

“Las ambiciones políticas de Vásquez fueron fatales, lúes se quiso perpetuar en el poder y él mismo rompió con la Constitución. La prolongación de dos años más, la reforma Constitucional para permitir la reelección y su postulación otra vez para la presidencia en las elecciones de 1930 cuando estaba totalmente enfermo y decaído fue un error imperdonable ante la historia”, escribió Eduardo Tejera.

El libro tiene mucha información, está bien documentado, bien escrito, con informaciones adicionales poco conocidas sobre el comportamiento de la economía, y tiene un excelente balance político e histórico, que recomendamos.