SANTO DOMINGO.-El periodista y escritor Miguel Guerrero dijo que las presiones de la Iglesia Católica contra la Constitución de 1963 crearon condiciones para el golpe de estado que derrocó al presidente Juan Bosch en la madrugada del 25 de septiembre de ese año.
Guerrero, quien es Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, dijo que obispos y sacerdotes, con el respaldo de la jerarquía católica de esa época trataron de que Bosch derogara la Constitución promulgada en abril , debido a que “no reconocía los derechos de Dios y de la Santa Iglesia”, establecidos en el Concordato, suscrito por la tiranía de Trujillo con el papado de Pío XII en 1954.
La resistencia de Bosch a esas presiones, según Guerrero, desató una intensa campaña en su contra en la que el Episcopado y curas y sacerdotes utilizaban el púlpito de las iglesias para pedir que no se votara por Bosch porque era “anticristiano y comunista”.
Guerrero pronunció una disertación en una actividad organizada por la Academia de la Historia, en la que también hablaron el académico Reynaldo Espinal y el historiador y también Miembro de Número de la institución, Wenceslao Vega, bajo la conducción del licenciado José Chez Checo, presidente de la academia, como parte de las actividades del 90 aniversario de su fundación.
La disertación de Miguel Guerrero:
El detallado y perfectamente estructurado proceso de negociación y aprobación del Concordato entre la tiranía de Trujillo y el Vaticano en 1954, presentado en esta conferencia por el historiador Reynaldo Espinal y el enjundioso comentario sobre dicha ponencia leído por el investigador e historiador Wenceslao Vega, me permite reducir mi presentación a los efectos que ese tratado provocó una década después.
Me refiero al golpe de estado que derrocó en la madrugada del 25 de septiembre de 1963 al gobierno democráticamente escogido por el pueblo dominicano, presidido por Juan Bosch, apenas siete meses después de haberse juramentado.
Debido a que se trata de un acontecimiento relativamente reciente, aunque no del todo bien estudiado todavía, obviaré detalles de los hechos políticos que condujeron al golpe, para ceñirme en este breve espacio a la relación que existe entre ese golpe fatal y el Concordato y la Constitución aprobada en abril del citado año y puesta en vigor por el presidente Bosch.
La Constitución había sido aprobada por el Congreso, cuyos miembros habían recibido con su elección el mandato de elaborarla., en función de constituyentes. La jerarquía católica insistía en que Bosch estaba en la obligación de observarla bajo el pretexto de que no se reconocían en ella (cito) “los derechos de Dios y de la Santa Iglesia”, consagrados en el Concordato.
Bosch fue firme en su postura de que el reclamo de la Iglesia excedía sus poderes en una nación democrática, lo que marcó una distancia insalvable entre el gobierno y la Iglesia, agravada por los temores de esta de que Bosch intentara, apelando a la Constitución, denunciar el tratado firmado nueve años antes entre Trujillo y el papa Pío XII, que concedía a la Católica privilegios y facilidades negadas a otras confesiones religiosas.
Las relaciones entre ambos estuvo signada por esa diferencias y la Iglesia endureció su posición frente al gobierno, auspiciando actividades que Bosch llegó a denunciar como contrarias a las leyes, atribuyéndoles incluso carácter conspirativos. Los esfuerzos de terceros para limar las asperezas entre Bosch y la jerarquía católica, no tuvieron éxito, y la creciente actividad de la Iglesia, que utilizaba los sermones de las misas en los campamentos militares y en los templos de las ciudades, acentuó la rivalidad y marcó una distancia imposible de salvar.
Con el respaldo de la Iglesia, se organizaron mítines y concentraciones políticas en el interior auspiciadas por grupos conservadores, que aprovechaban el disgusto político de la oposición, para atacar la Constitución y forzar una reforma u obligar al gobierno a aplazar su aplicación. Los llamados “mítines de concentración cristiana”, con el respaldo abierto de obispos y sacerdotes, marcaron lo que podría llamarse la “línea de Pizarro”, que definió las relaciones entre Bosch y la Iglesia, hasta muchos años después del golpe que le derrocó.
Aunque la rivalidad alcanzó su clímax con la Constitución, las diferencias provenían de la campaña electoral y sentaron las bases de lo que sería una seria relación de adversarios, por los ataques que llegaron a plantear en documentos oficiales de la Iglesia, advertencias directas a la población de que no se votara por Bosch por ser un político de ideas comunistas y anticristianas. Lo que disgustaba a la Iglesia tenía que ver con las anécdotas que Bosch solía incluir en sus discursos de campaña dirigidos a los que él llamaba “hijos de Machepa”, que curas y obispos entendían como “herejías impropias de un cristiano”.
En un documento titulado “Declaración sobre el momento político de la campaña electoral”, el Episcopado exhortó a los creyentes el 15 de diciembre de 1962, cinco días antes de las elecciones, a inscribirse y a votar por partidos (cito) que “ofrezcan garantías para el futuro de la Patria y de la Iglesia”.
Al documento siguieron otras declaraciones de sacerdotes en púlpitos y reuniones con fieles, lo que llevó a Bosch a amenazar con retirar su candidatura.
En su libro sobre la crisis dominicana, titulado “Overtaken by events”, el embajador de Estados Unidos, John Bartlow Martin, relata que el empresario Luis Baquero, secretario general de la Unión Cívica, principal rival de Bosch y del PRD en esos comicios, le informó que “los párrocos están diciendo en las iglesias, sin alharacas, que Bosch es malo”.
Los ataques contra Bosch no solo se producían en los púlpitos de los templos, sino también a través de órganos oficiales de la Iglesia, como la revista “El amigo del hogar” y las radioemsioras católicas Radio Santa María, del Santo Cerro, en La Vega, y Radio Sol, en Higuey, a través de los cuales se llegó a pedir a la feligresía que no votaran por el candidato del PRD, con la amenaza de excomulgarlos, es decir expulsarlos de la comunidad religiosa negándoles los sacramentos, y llegándose a comparar a Bosch con Hitler, Fidel Castro, Mussolini y Himmler.
La situación llegó al máximo nivel de rivalidad, con un artículo del sacerdote Láutico García en la que se acusaba a Bosch de comunista. Bosch retó al sacerdote a probar su acusación y finalmente se celebró un debate radial y televisivo a través de la radiotelevisora oficial, que se prolongó hasta la madrugada días antes de las elecciones, en el que el sacerdote terminó admitiendo que no había pruebas de que Bosch fuera comunista.
El resultado alentó a Bosch y a los demás dirigentes del PRD que desistieron de su amenaza de abstención electoral, cuando multitudes se aglomeraron a las puertas de la planta oficial para celebrar lo que entendían un triunfo de su candidato sobre el sacerdote.
Estos antecedentes tuvieron un fuerte peso en las relaciones de Bosch, ya presidente de la República, y la jerarquía católica. La proclamación de la Constitución, lanzada en abril y promulgada por el Poder Ejecutivo, derivó un enfrentamiento cada vez más severo, con sermones de párrocos en los templos de cuarteles militares que equivalían a exhortaciones a una rebelión contra el Gobierno.
Hoy, 58 años después del golpe de estado, sigue vigente la discusión sobre el Concordato y los privilegios que el Estado otorga a la Iglesia Católica. Y si bien, ya muy pocos países de población mayoritariamente católica mantienen ese tipo de relación con el Vaticano, y muchos de los beneficios que el tratado concede a la Iglesia de hecho no se cumplen en el país, es evidente que las circunstancias que lo hicieron posible no lo justificarían en la época que actual.
De todas maneras, el golpe contra Bosch originó una tragedia cuyas heridas no han cicatrizado totalmente todavía. Como resultado de esa acción ilegal, el país sufrió una guerra civil, una segunda intervención militar estadounidense, con un balance de más de 5,000 muertos. La división que ese hecho produjo originó en los años siguientes acontecimientos violentos cuyas huellas persisten.
Muchas gracias.