Santo Domingo, República Dominicana.- Esta novela no fue escrita en ocasión de la pandemia, aclara su autor Guaroa Ubiñas Renville; fue escrita mucho antes, y fue el resultado de un largo andar no solo por salas de urgencia, áreas de cirugía y consultorios, también por la vida y sus recovecos. Se llama La venganza de los microbios.

“Este libro -dice el autor- surgió de mi necesidad, como persona y como médico, de testimoniar, a rasgos generales, las situaciones que se me presentaron en los hospitales en treinta años bregando con la cirugía reconstructiva”.

En un impresionante ejercicio de imaginación, Guaroa Ubiñas Renville puso en los escenarios de su historia a Coli, un microorganismo que lucha por defender el organismo humano de los ataques, y que fue convertido por la magia de la literatura en personaje principal.

Entero Coli era un espíritu rebosante de iniciativas heredadas, siempre renovadas, de manera que el alargamiento de su existencia continuaba permitiéndole explotar, atrevida y audazmente, nuevos lugares, en aventuras que no estaban exentas de peligros. Como la vez que, encontrándose en la boca de un hombre donde vivía, una presión inmensa lo haló con una fuerza descomunal y lo arrojó en la de una mujer, de la cual logró salir con mucha dificultad”.

La bailarina sordomuda que baila con el mar

En su libro La venganza de los microbios, Guaroa Ubiñas Renville concentró su experiencia como reconstructor de la belleza, en Aurora, una bailarina sordomuda que aprende a bailar con el vaivén de las olas del mar, que danza descalza y que lleva el ritmo con los pies. “Ella lleva el ritmo de todo el cuerpo por las vibraciones que capta por la planta de los pies, y esa parece ser la forma de bailar de los sordos”, explica el autor.

“Esta novela es testimonial –comenta- y está hecha de recuerdos, y Aurora fue una paciente mía que llegó al Dermatológico con una lesión en una pierna. Trabajaba en el centro nocturno Petit Chateu. Yo la reinventé y la tomé de pretexto para enseñar cómo se mueven los músculos de la cara y cómo obedecen a esos problemas relacionados con la expresión corporal, con el idioma corporal risorio”.

En la novela, Aurora es una entidad que irradia belleza. “Aurorita, la alada, como le comenzaban a llamar porque, al saltar, quedaba suspendida en el aire como en un éxtasis sagrado, siempre que estaba en esos lugares hacía galas de un rostro radiante y descansado, salido de su adentro. Trataba de imitar a las gaviotas”.

“Tenía menos de cuatro años –prosigue la narración- cuando comenzó a disfrutar de aquellas lecciones de libertad arrebatada, de alegría suelta, de tan bellas imágenes y de un abuelo que seguía sus pasos y que le repetía en un idioma que solo ellos comprendían, que sería una gran bailarina; que al verla bailar sobre un solo pie, imitando a las garzas y los flamencos, la estimulaba a seguir tomándolos de maestros, aprovechando las enseñanzas que le brindaba la naturaleza, que, según él, era la única capaz de recrear todos los movimientos y todas las armonías de la vida”.

Al final de la historia, Aurora murió en una triste cama de hospital, famosa, pero pobre, “víctima de una gran infección microbiana”.

El viejo Juan escribe sus memorias

Guaroa Ubiñas Renville llevó al libro su mirada y algo de lo que vivió en los hospitales, y se hizo parte de la historia. “De alguna manera, yo soy Juan, el médico de la novela, y ahí, en el desempeño de ese personaje principal, consta algo de lo que vi y parte de lo que viví, cuando tuve que lidiar con el dolor humano”.

Juan es un viejo y experimentado doctor que tuvo que lidiar día a día con el dolor humano y enfrentarse a las infecciones en los pacientes, y al final de tanta vida que pasó por sus manos, quiso testimoniar su ejercicio y escribir sus memorias.

“Había tenido en sus manos tantas veces el poder de manipular la salud de tantas personas, de dirigir esa guerra aparentemente secreta contra las enfermedades, los estados catastróficos, los ambientes dañinos y, principalmente, de sentirse al mando de tantas formas y maneras en la lucha contra esos organismos subvisibles, los microbios, a veces tan diferentes de otros y tan letales, que se sentía obligado a recoger sus memorias”.

El viejo Juan termina enseñándole a su nieta Aurora -la bailarina sordomuda que baila con el mar- el valor de una sonrisa.

 

 

 

El reconstructor de sonrisas

Guaroa Ubiñas Renville es cirujano estético y reconstructivo; rindió servicios en la Unidad de Quemados del hospital Darío Contreras y otros centros de atención y muchas veces, como cirujano estético y reconstructivo, tuvo que salvarle la vida devolverle la sonrisa a alguien que la había perdido en un accidente o un incendio.

“Para devolver una sonrisa –explica- hay que reconstruir los músculos que intervienen en ella, especialmente, el risorio y el orbicular, que mueven los labios y sus entornos faciales hacia delante y hacia atrás”.

Esos músculos, dice Guaroa, al mover las partes de la cara en distintos sentidos y direcciones con mayor o menor fuerza, también comunican sensaciones, emociones y sentimientos. A través de ellos te ríes, te asombras, te enfadas, te entristeces, lloras y te amargas. Esos son los músculos de la expresión.

Y como un viejo profesor de la materia, precisa: “El músculo de la sonrisa amplía los labios y eleva la comisura. Hay músculos específicos que la hacen posible y cuando se afectan dejamos de hacer una de las cosas más hermosas que tiene el ser humano: sonreír”.

También hay micro músculos que, según explica Guaroa, se activan por el relajamiento y la contracción de parte de los músculos y producen micro expresiones.

El rostro humano tiene cuarenta y tres músculos y la mayoría son los de la expresión. En la expresión gestual, estos son músculos definitorios porque ayudan a definir un perfil de cada ser humano. La gente sonríe, agrega Guaroa, cuando el risorio sube y entristece cuando este baja.

La hipocresía, que finge cortesías y deferencias y que falsea el mundo y convierte la vida en una simulación, también tiene sus maneras. “Una sonrisa hipócrita y falsa -dice Guaroa- siempre es la misma porque el que la lleva, frisa el músculo risorio y frisa así la sonrisa, que siempre le queda igual, nunca varía”.

Hay gente que tiene tensos los músculos de la expresión y parece que siempre está riendo, aunque esté triste.

Además de historiador de la oralidad, poeta andariego y cirujano estético y reconstructivo, Guaroa Ubiñas Renville es pintor, una vocación que lleva en la sangre y que le da una manera de expresión adicional. Y desde esa perspectiva también tiene dominio de las formas, de las expresiones personales y de la belleza natural del cuerpo humano.

Cómo entender los microorganismos

Ubiñas Renville trabajaba en un área de quemados, un lugar donde las infecciones están a la orden del día y allí los vio de cerca, luchó contra ellos y aprendió a entenderlos y a entender el papel que juegan en el cuerpo humano y el daño que le causan. Y de esa experiencia vital salió la inspiración para convertirlos en atípicos personajes de su novela. “Los convertí en personajes de la literatura –indica el autor- para familiarizar a las personas con los microbios que forman parte de su existencia misma”.

“Había microrganismos –dice Guaroa hablando ahora como médico- y aun así nosotros los matábamos; nos molestaba que con las terapias tan fuertes que usábamos eliminábamos microorganismos que no tenían que morir en esas circunstancias”.

Guaroa Ubiñas Renville explica que los microbios más difíciles de combatir son las seudomonas, en parte porque en esa época los tratamientos eran más costosos.

También hay virus, pero estos no se consideran orgánicamente seres vivos porque no se replican ni se auto reproducen. “Para reproducirse –indica- tienen que meterse dentro de la bacteria, no como el Coli que es un personaje dentro de la novela, sino que tiene que utilizar vías de reproducción de la bacteria.

“Hay microorganismos patógenos dañinos y no patógenos, o no dañinos y hasta beneficiosos, así como no patógenos que se pueden convertir en patógenos al ser oportunistas”.

Y agrega: “Nosotros tenemos un aproximado de diez microorganismos por cada célula. ¡Imagínate la cantidad de microorganismos! A veces, luego de tratamientos médicos muy agresivos, se tienen que usar otros para tratar de estimular el crecimiento de microbios que se han matado excesivamente”.

“Tiene que haber un equilibro entre nosotros, que somos el huésped, y los microrganismos. Cuando ese equilibrio se rompe el cuerpo tiene su medio de defensa. Inclusive, cada organismo tiene células especializadas para su defensa”.

“Hay unas células, las células T, que son las campeonas del cuerpo humano, pero cada parte tiene su defensa, células que defienden el hígado, que defienden el riñón”.

Esa defensa es la que destruye, no son los medicamentos. Esa defensa, permanentemente, vive destruyendo microbios que se comportan como patógenos y uno no se da ni cuenta”.

El lado oscuro de la medicina

La venganza de los microbios es un libro atípico, con historias médicas –aunque no está dirigido solo a médicos- y con historias humanas. Y para su autor, el doctor Guaroa Ubiñas Renville, su publicación es una oportunidad para reflexionar sobre el ejercicio de la profesión médica, sobre sunaturaleza humana y sobre todo aquello que ha ganado y ha perdido la ciencia médica con la modernidad.

“Yo creo que la medicina, con la tecnologíaha ganado mucho en exactitud. Antes había una laparotomía exploratoria. Nosotros teníamos que explorar lo que tenía el paciente para saber dónde estaba un tumorcito, para saber dónde estaba cualquier cosa, en el abdomen, por ejemplo. Eso no es necesario hacerlo ahora porque con la tecnología de imágenes, con el desarrollo de la imaginología, se puede identificar lo que tiene”.

“Nosotros estamos viviendo una etapa híbrida porque de la misma manera que tú estás hablando de los médicos que utilizan la resonancia magnética, la tomografía y esas cosas, también hay muchísimos médicos que, por muchísimas razones, no están a la altura del uso de esos recursos, especialmente en muchos lugares del interior del país”.

Debido a las prisas de la profesión, a las presiones del mercado de la medicina, a la presencia de máquinas, softwares y aparatos y a un sistema de seguridad social que no sirve para nada y que mantiene de rodillas médicos y pacientes,la medicina ha ido perdiendo algo de su viejo toque humano, opina Ubiñas Renville.

“A los pacientes hay que ponerles las manos porque los aparatos no te dicen todo, hay que tener una orientación clínica, explorar el paciente con las manos porque hay muchísimos signos que se definen así. Tocar a los pacientes sigue siendo una necesidad, a pesar de la utilidad de los aparatos. Hay muchísimas enfermedades, principalmente de neurología, que son evidentes por los análisis y por los signos que tiene. Son signos que ya tienen muchísimos años, cantidad de años. Son de la escuela francesa, que era más cercana al paciente”.

Con el panorama humano creado por el Covid-19, el médico es el héroe del momento, observa el autor, y considera que su labor frente a la pandemia ha contribuido a rehabilitar su figura. Pero reconoce que ya la sociedad no se quita el sombrero ante la figura del galeno, como sucedía en el pasado. “Aquí han dejan morir pacientes en la puerta de las clínicas, una situación provocada por el sistema, y eso repercute directamente en la imagen de la profesión médica”.

Según Guaroa, el lado oscuro de la medicina tiene que ver, en gran medida, con el negocio del dolor. “Es el capitalismo, el desarrollo del pensamiento capitalista aplicado a la medicina, el responsable de la situación actual. El médico es un soñador, y esa es parte de su naturaleza, pero el sistema lo empuja al abismo”.

La medicina, en general, vive un nuevo tiempo, y al final, el libro La venganza de los microbios deja una clara lección moral y un llamamiento a quienes tienen en sus manos la vida de los pacientes:

Una de las cosas que debe tener el médico –reflexiona Ubiñas Renville- es humildad. El médico tiene que ser humilde porque está luchando por la vida de una persona, y esa persona está poniendo en sus manos la solución de un problema. Y no es una, ni dos veces que un médico fracasa en su ejercicio porque su ejercicio mismo está condicionado por las circunstancias, por la capacidad y por muchas cosas más. El médico que no es humilde no va para parte”.

Y concluye:

“Lo más bello del ejerciciomédico es que a través de él se puede llegar a ser más humano”.