Marcio Veloz Maggiolo, el patriarca de las letras dominicanas contemporáneas, lo llamó el “antropólogo silvestre”, y Dagoberto Tejeda, una alta autoridad en materia de cultura popular, dijo que sus narraciones son verdaderas clases de identidad.
Guaroa Ubiñas Renville, médico de pobres y de amigos, historiador, investigador, pintor de la historia, viajero incansable y cronista de lo inefable, acaba de reeditar su libro Mitos, costumbres y leyendas dominicanas, (Santo Domingo: Editora Manatí, 2021), una obra monumental que recoge aquello que no ha tenido cabida en la historia tradicional.
La nueva edición, con cien páginas más, incluye narraciones que no estaban en la primera, publicada en el año 2000 (Ediciones Librería La Trinitaria/Stanley Graficas & Asociados.).
A pie, en Jeep, a caballo, con botas y con sombrero, Guaroa caminó todos los confines de la república y se dejó envolver por el hechizo de todas las historias. Se hizo amigo de la lluvia y dejó su nombre amarrado a cada gota de rocío. Los caminos le contaron su historia, por tanto, su libro tiene adentro el polvo de todos los lugares.
Sentado en sillas de guano y bajo el alero de ranchos que nacieron estropeados por la vida, habló con los mayores, con las mujeres, con las comadronas. Y estos le concedieron su visión del mundo y le regalaron su sabiduría.
De cada viaje trajo consigo retazos de la brisa, que se le quedaron pegados al cuerpo, y retazos de la niebla, que se le quedaron pegados al alma. Y con sus botas de develar asombros, limpias de lodo, escribió este libro, que hoy vuelve a suceder.
Mitos, tradiciones y costumbres dominicanas, escrito a la orilla de los ríos, es un compendio total de aquellas tradiciones que se le olvidaron a la historia nacional; tradiciones que hoy, acorraladas por la modernidad, no constan en los registros oficiales.
Ahí está la leyenda de las brujas de Catanamatías, que no andan en escobas, sino en bestias, en un hermoso vallecito de la cordillera Central; y la de los samanes cibaeños, que lloran de noche, cuando sus hojas duermen tras la llegada del ocaso.
También la historia de Cutucún, el guitarrista de Sánchez –pueblo costero del nordeste al que ya no le caben más olvidos–, que murió un día cualquiera en los albores del siglo XX, y que, según la leyenda contada por Guaroa, sale cada día de su tumba a tocar la guitarra por el pueblo.
Ahí está la historia de la cacica Ozema -cristianizada como Catalina-, que le dio su nombre a un río y que, desasitiada de amor tras ser engañada por un español en tiempos de la conquista, perdió la razón y murió loca y olvidada.
Mitos, creencias y leyendas dominicanas da cuenta de una voz que se escucha cada noche en las lomas de Bonao, y que es el lamento de los muertos por todas las atrocidades cometidas por los conquistadores españoles que llegaron a violar las montañas, que no eran de ellos, y a robarse el oro, que tampoco era de ellos, y pusieron fin a la paz del lugar.
Y en un momento glorioso del libro, cuenta Ubiñas Renville la historia de María Olofa, que encabezó junto a su amor, Gonzalo el mandinga, la primera rebelión negra de América contra la esclavitud, gesta que hoy está olvidada; y la de Pedro el Cruel, marinero errante que, según le contaron los mayores, fue condenado, por los pecados que cometió, a vagar hasta el fin de los tiempos por los confines de Samaná, Los Haitises, Sánchez y el Gran Estero (“Europa lo parió y en el Caribe se volvió espuma”, escribe Guaroa), y que según el novelista Rafael Peralta Romero, vaga también por las costas de Miches arrastrando sus cadenas.
Guaroa Ubiñas Renville (San Cristóbal, República Dominicana, 1944) ha escrito novelas, memorias de la guerra y remembranzas de la lucha estudiantil de la República Dominicana. También cuentos y relatos, poesía social e historia. Y como si fuera poco, además, es pintor.
Actualmente prepara para el Archivo General de la Nación un libro sobre la resistencia patriótica a la Operación Limpieza durante la Guerra de Abril de 1965, una acción militar que dejó un baño de sangre en la zona norte de la capital dominicana y que fue llevada a cabo por las tropas de San Isidro y su general Antonio Imbert Barreras, con el apoyo del ejército de ocupación de los Estados Unidos.
En sus andanzas, Guaroa descubrió que los ríos tienen voz y que el viento nunca deja de cantar. Y, con el oído pegadito a la tierra, aprendió a escuchar el clamor de los campesinos sin tierra que sufren la injusticia, pero que nunca dejan de cantar: Dicen que Liborio ha muerto / Liborio no ha muerto na.
Según Frank Moya Pons, Mitos, creencias y leyendas dominicanas forma parte de la memoria colectiva del pueblo dominicano, y sobre ella “se levanta un fondo común de creencias sociales que sirve de sustento a la identidad nacional”, pues, de una manera y otra, gran “parte de los dominicanos comparte estas creencias y conocimientos, sin importar que los hechos narrados hayan ocurrido.”
Y para Roberto Cassá, historiador de vanguardia, el libro de Ubiñas Renville es “un viaje en la doble dimensión de la geografía insular y el tiempo perdido” y puede ser considerado “una enciclopedia de la cultura popular”.
Guaroa Ubinas Renville tiene una idea muy clara –que es casi una filosofíaؘ– de la historia oral. Y eso no solo consta en el resultado de sus investigaciones, también consta en su ensayo Manual experimental de historia oral como ciencia, escrito en el 2018 y que aún no ha podido publicar.
“Las leyendas –sostiene en ese texto Ubiñas Renville– son narraciones, creaciones sociales que sobreviven en cuanto cumplen un papel, una intencionalidad histórica. Y por más llenas de imaginación, fantasías y acotejos que estén, tienen un núcleo histórico”. (pag.22).
“Una de las ventajas de la historia oral contemporánea –prosigue– es que permite difundir y aclamar la expresión de los desposeídos, a los cuales la voz se les ha negado”. (pág. 25).
El propio Guaroa, con sus andares y sus pobres dioses de lodo y de salitre, con sus amaneceres a cuesta y con esa lluvia que siempre llueve en sus historias, es una metáfora de su tiempo. Y sus andanzas terminaron germinaron y terminaron convirtiéndose en este libro –Mitos, creencias y leyendas dominicanas– que es, a su vez, la metáfora de un mundo perdido y de un recuerdo que se desvanece en la soledad de los caminos.