Ya yo me voy la tocaba Luis Días a final de cada uno de sus conciertos. Su despedida. Todos gritando frente a él “Luis , otra Luis, Vickiana, Luis”. Nada, pocas veces volvió a tocar.
En su velatorio concierto frente a su casa en diciembre del 2009 la volvimos a escuchar. Pero Luis ya se había ido . Estaba en otro lugar. No se sabe dónde. Hago la salvedad de que el Terror no atentó contra su vida en términos formales, forenses, se podría decir. Por si acaso. Que hablar del Terror Luis Días es riesgoso en estos tiempos.
Hace un par de semanas, un conocido se despidió de sus amigos y relacionados en el colmado de por su casa. “Nos vemos, no me volverán a ver más, cuídense”.
Caminó calle abajo por la 19 de Marzo. Puesto en los arrecifes del Malecón se lanzó al mar. La turbulencia de los mares del Caribe se lo llevó lejos.
Muchos años atrás El Poeta intentó suicidarse caminando vía contraria en la Máximo Gómez a la hora de las cinco de la tarde. Solo lo acompañaba uno de los libros de Cioran. Caminó abrazado al libro. Un camión de Coca Cola por poco lo batea entre la México y la Máximo Gómez. El Poeta quería morir junto a Cioran.
En mi primer libro de ficción -lo que llaman la opera prima de un autor- que espero alguien lo lea y lo compré también, claro, en uno de los relatos Chuflai atraviesa el Conde no peatonal intentando quitarse la vida. Ya no más cuartería hedionda ni cueros enseñando la nalga frente a tu madre y los niños de la cuartería ¿verdad, Chuflai?
El suicidio no es una opción. Nunca lo será. No lo romanticemos, no seamos tan pendejos. Estar vivo para seguir escribiendo estas “cuartillas” en Acento y seguir brindando por estar vivos en este atropello permanente medio endulzado e inesperado, es un maldito lujo que nadie se debe perder.
Y no digo más. Estoy de vacaciones. Voy a seguir disfrutando un vino 2 por 1 del Bravo. Chin Chin ¡Salud!