(A su memoria. Colaboración especial de Máximo Caminero )
Revisando en mis correos recibidos, especialmente en aquellos en que suelen replicarme a mis escritos. Busqué todos aquellos en que tú, Félix, de vez en cuando contestabas. Quedé sorprendido pues fuiste posiblemente el que más lo hizo, no como nuestro común amigo (y también viejo…y próximo en la lista) Don Tiberio Castellanos, quien solo suelta una cascarita de cuando en vez .
No faltaban tus alabanzas sinceras ante una que otra descarga filosófica, pero también tus veladas advertencias ante otras que entendías fuertes y directas. Esas que nos granjean “enemigos gratuitos e invisibles”.
¡Caramba Félix, qué pena que hoy ya no estás más en esta dimensión terrena y que ahora seas una esencia que flota en otras constelaciones!. Lo de la pena es porque aquellos que te conocimos sabemos bien que el mundo ha perdido a un magnifico ser. Un hombre dotado de una cultura exquisita e infinita!! No se trataba solo de un saber de historia simple y llana, sino de una racionalidad agregada que dejaba en ascuas cualquier testimonio ya escrito en libros.
Cuando nos hablabas Félix, todos te escuchábamos callados, pues, ¿qué se va a decir ante tanta cultura? ¡¡Qué alegatos rebuscar si te sabias hasta los pensamientos de los personajes históricos en sus cruciales momentos!!
Pero tú y yo sabemos Félix, que la muerte no es motivo de penas, sino todo lo contrario. Que hoy andas alegre y liberado de las cadenas y padecimientos del cuerpo, este que tanto placer nos brinda y que luego, en su prolongada resaca, se nos convierte en un fastidio al que deseamos deshacer como una camisa apretada e incómoda. Así te la quitaste aquella noche. Nadie notó el gesto, fue como siempre fuiste Félix, todo un caballero, ligero e incapaz de hacer sufrir a los demás. Tuviste una vida larga que anduvo por muchos lugares. Fuiste cabeza de muchas empresas y conociste a muchos hombres predestinados en el destino de nuestra América. Todo eso te enriqueció el alma y el alma de quienes te conocimos.
¡Qué pena Félix que hoy ya no pueda llamarte y llegar a tu casa y verte y oírte y abrazarte! Tomarnos un café y compartir la sombra de mangos en cualquier patio que nos recibiera. Mi pena Félix es por esos momentos ausentes que nos dejas, es porque me van quitando oasis de luz que se oscurecen en nostalgias.
No debo de apenarme Félix, porque hoy eres mas feliz y ambos sabemos que el que muere olvida todo y se ríe de este sueño loco y aventurero. De esta saga maldita que nos tienta de humo y polvo…porque todo se nos evapora entre las manos y entonces, solo nos queda avergonzarnos de esa ambición fortuita.
Claro Félix, pasaré como solía hacer por tu barrio de la Pequeña Habana, me detendré ante el portón de tu casa y lo tocareé muy sutil, para que nadie lo escuche. Soñaré desde ese espacio que vienes lento y quejoso y que, como siempre, te alegrarás al verme. Me invitarás a pasar y allí, en el patio, donde suelen caminar invasores y altivos pavos reales todos luminosos y prepotentes, me despedirás con unos golpecitos a la espalda diciéndome: “¡llama de vez en cuando. Ven cuando quieras!”
Bueno Félix, ahora soy yo quien te dice: ¡llama de vez en cuando y ven cuando quieras! Aunque lo más probable es que Don Tiberio te llevará el mensaje “pronto” …..ese humor negro solo los tres lo entendemos. Félix, viviste mas de 90 años y Tiberio anda también por ahí….déjame tomarte la palabra para ir….cuando quiera. Un abrazo eterno hermano de la vida y gracias por siempre darme un lugar especial dentro de todos los que tuvimos la dicha de conocerte. ¡Salud y eternidad!
Mínimo Caminero