Carolina Leslie/Especial para Acento.com.do

Basilio Belliard le transmite al lector un mundo de fantasía, sombras y bizarras ocurrencias, a través de sus irónicos y fúnebres microrelatos. Sus hojas están protagonizadas por personajes peculiares y curiosos, sencillos y complejos a la vez, así como es el mismo Belliard. Personajes que parecen ser tan distintos como sus nombres, tan remotos e incomparables, pues el autor los ilustra a cada uno de manera particular. Sin embargo, comparten todos un dolor que los une, un dolor existencial y un vacio pautado por los espacios en blanco que deja el autor después de describir sus casos brevemente.

Por lo general los personajes de Belliard están ilustrados como llenos de miedo ante la vida, temor a la muerte, de incertidumbre sobre lo que es la realidad y lo que son los sueños y pesadillas, pero sobre todo, con dudas existenciales sobre sus propósitos de vida. El autor nos deja echar un vistazo en las vidas de estos personajes inolvidables como lo son Ernesto Solís, Lucas Olivares, el huésped de la habitación 402, Anne Carter, y Douglas Hamilton, Belliard nos deja interpretar sus sueños y sus pesadillas, sus anhelos y miedos, de una manera, nos abre paso para psicoanalizarlos e indagar en sus inconscientes.

Tomemos por ejemplo el relato número 38, que habla de Ernesto Solís, quien, después de un fallido suicidio, encontró refugio en resolver problemas matemáticos. El lector induce que después de una vida de buscar respuestas y cada vez sentirse más perdido y lleno de miedo, a Solís se resigno a algo sobre lo que si tenía control, la exactitud de sus operaciones matemáticas.

Belliard también ilustra personajes que no tienen congruencia sobre lo que quieren y lo que hacen o lo que les pasa. Podemos observar el caso de Lucas Olivares, atemorizado de su propio subconsciente reflejándose en sus pesadillas. Igual que Ernesto Solís, busca 'retomar' el control de su vida, decide no dormir más para evadir su miedo. Sin embargo, se despierta llorando tras haber soñado sobre su propia muerte. La impotencia que siente ante lo que no puede controlar lo hace sentir cada vez más impotente sobre su propia vida.

En el relato "La habitación 402," Belliard hace un comentario social sobre cómo, no importa cuánto queramos hacer las cosas a nuestra voluntad, al final el resultado lo dictara la voluntad de un poder más grande que nosotros. Cuenta sobre como intentaron abrir la puerta de la habitación 402 incontables veces, solo para darse cuenta un día después el huésped de que despertó en la habitación 402.

"El Cepo de Anne Carter" habla sobre cómo esta descubrió que su madre y ella compartían el mismo padre, y al hacerlo, se quito los ojos y pidió un cepo para sus pies. Belliard transmite el dolor que Carter sintió al descubrir tal traición, como al ser herida por su propia familia, se hizo daño a sí misma y se quito los ojos para evadir su realidad.

El relato número 45, "El perro y Douglas Hamilton," es uno de los más cortos y a la vez uno de los que más habla sobre su personaje, en este caso sobre Douglas. Este, quien decide vengarse de la infidelidad de su esposa matando a su perro. Belliard nos demuestra un personaje que mendiga amor, que luce tener dificultades para comunicarse con su pareja, que parece reprimir hasta estallar en ira; un personaje lleno de miedos, de ser abandonado o desplazado; un personaje desesperado e inestable.

Entiendo que lo más interesante de Oficio de Arena no son los nombres de los personajes, ni lo corto que son los relatos, tampoco las situaciones inusuales que estos atraviesan, sino, el significado de la composición de todos estos -y muchos otros- aspectos de cada uno de los microrelatos. Es interesantísimo como Basilio Belliard crea un mundo 'tangible' que sería lo que escribe, y a la misma vez, en su silencio y sus espacios en blanco, escribe un mundo 'subterráneo', intangible, abstracto, oscuro, pero a la vez, familiar. Su escritura, simple y a la misma vez muy compleja, hace de Oficio de Arena una novela camaleónica, que puede ser interpretada de maneras diferentes y que, me atrevo a decir, nunca pasara de moda.