“…Y podemos, cuando bien nos parece, envolver una verdad dentro de la fábula.” Hesíodo
Desde tiempo inmemorial, las fábulas han servido como una forma de interpretar la realidad de la sociedad del momento, a través de historias que enseñan una lección de manera entretenida.
La antología que hoy nos convoca, incluye textos pertenecientes a este género literario, los cuales fueron creados por destacados autores dominicanos de los siglos XVIII y XIX. Los mismos, recopilados originalmente por Emilio Rodríguez Demorizi y reeditados por Francisco Tolentino, constituyen un aporte valioso para los jóvenes lectores.
El primero de los escritores a los que se hace distinción es a José Núñez de Cáceres quien, además de su evidente lucha independentista, buscaba a través sus fabulas interpretar las condiciones sociales, como la injusticia y la indiferencia política, así como su inconformidad con el statu quo.
Un total de 11 producciones de su autoría comprenden temas variados, como el de las ambigüedades de la vida religiosa mostradas en la disputa entre una lechuza y una cigüeña, o el pretender alguien que no se es, en el caso del personaje del conejo, “abrazando una carrera sin tener las cualidades”.
En ocasiones la envidia, en vez de dañar, “afianza la solidez del mérito”, como pasa en la fábula de la araña que intentaba prender a un águila en su red, sin éxito. Mientras que el mulo que hablaba ásperamente a otro animal similar demuestra cómo por un cargo, se puede llegar a menospreciar a los demás.
Por otro lado, también se refiere ala importancia de aceptarse, cuando cuenta del lobo que se compara con el perro y se molesta de su “vida privilegiada”. Entre tanto, con la historia de la abeja y al abejarrón nos enseña que aunque se tengan defectos, hay que vivir con el propósito de ser productivo.
Asimismo, en otra de sus historias, se refiere a cuán necesario es el descanso y el tomar las cosas con calma, ya que “en las altas y bajas de este mundo, ¿qué cosa es duradera?”
Núñez de Cáceres emplea varios recursos como la rima, palabras poco comunes y hasta algunas creadas, como en Los Topos en Consejo, que dan énfasis, fluidez y musicalidad a sus historias.
Por otra parte, una fábula de Félix María Del Monte, titulada El hombre, el árbol y el toro nos enseña que, al cuidar y apreciar la vida, nos cuidamos a nosotros mismos. Y a su vez, el ilustre Nicolás Ureña de Mendoza, muestra su visión de la verdadera sabiduría y prudencia en El loro y el ratón.
Juan Antonio Alix, con su impecable ingenio y haciendo honor a los héroes nacionales de la Restauración, reflexiona que la supervivencia está en la unión de las fuerzas.
Mientras que Manuel de Jesús Troncoso hace un llamado a valorar la humildad, la libertad y evitar el egoísmo en Las dos palmas, Tocoloro y El Calórico y la Luz.
De igual forma, José Dubeau y Pablo Pumarol, son considerados en esta colección. El primero con una fábula acerca del buen trato al prójimo, y el segundo con cuatro, que abarcan temas como: las consecuencias de nuestras acciones, el evitar las rencillas, el jugar limpio y el ser agradecido.
Por su parte, José María Jiménez, en La nube y el trueno, nos dice que “de la nube tomemos el buen ejemplo y procuremos lo más sencillo”. Mientras que Luis Emilio Garrido llama a no dejarnos llevar por las apariencias, ya que una simple “canoíta” puede darnos un servicio tan bueno como cualquier “fabulita”.
Todas estas fábulas, escritas en verso, tienen el común denominador de la versatilidad, ingenio y tono sarcástico mezclado con humor, presentando realidades de la sociedad, a través de personajes que abarcan aves, insectos, felinos, toros, nubes, el sol y hasta plantas.
La pluma creativa de estos autores inmortales llega hasta nosotros a través de estas historias tan antiguas y universales como la humanidad misma, demostrando que sus condiciones y conductas se repiten generación tras generación, y que no está de más hacer un poco de memoria y reflexión, a la luz de uno de los espejos que mejor nos refleja: la literatura.