Los investigadores forenses que examinaron los restos del poeta chileno, exhumados en abril, dicen que no han encontrado ninguna evidencia de que fue envenenado por el régimen de Augusto Pinochet en 1973.

Los expertos forenses que han estado examinando los restos del poeta chileno Pablo Neruda dicen que no han encontrado ninguna evidencia de que fue envenenado.

El cuerpo del poeta, ganador del premio Nobel de Literatura en 1971, fue exhumado en abril para investigar las denuncias de que fue asesinado por el régimen militar del general Augusto Pinochet en 1973.

Neruda, quien era militante comunista y amigo del derrocado presidente Salvador Allende, murió a los pocos días del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que llevó a Pinochet al poder.

La versión oficial de los hechos es que Neruda había muerto de cáncer de próstata.

Sin embargo, el Partido Comunista chileno presentó una querella por homicidio y asociación ilícita, basada en el testimonio del chofer de Neruda, Manuel Araya, quien sostuvo la tesis de que el poeta habría sido envenenado con una inyección en la clínica de la capital chilena donde estaba internado.

 

Ausencia de agentes químicos

Certificado de defunción de Neruda

Certificado de defunción de Neruda donde se establece: "causa caquexia cancerosa".

El juez a cargo de la investigación, Mario Carroza, determinó plausible las declaraciones de Araya y ordenó exhumar el cuerpo de Neruda para periciar los restos del poeta.

"No se encontraron agentes químicos relevantes que pudieran relacionarse con la muerte", dijo Patricio Bustos, director del Servicio Médico Legal (SML) de Chile.

"No se ha encontrado evidencia forense alguna que permita establecer una etimología médico legal por causas no naturales en la muerte del señor Pablo Neruda", agregó.

En la investigación participaron cinco expertos del SML, cuatro de la Universidad de Chile y cuatro extranjeros (una estadounidense y tres españoles).

Sin sorpresa

Sin embargo, el resultado no fue una sorpresa para las partes involucradas.

En marzo pasado, al ordenarse la exhumación, BBC Mundo habló con Carroza y Bustos, quienes coincidieron en estar conscientes de que no había ninguna seguridad de encontrar restos del potencial veneno tras cuatro décadas de la fecha de muerte y dos inhumaciones previas, para mover el cuerpo de sepultura.

"Lo que es seguro es que hay que hacer el esfuerzo por buscarlos", le dijo entonces Bustos a BBC Mundo.

Más que avalar la premisa del asesinato a priori, lo que buscaba la exhumación era despejar, en la medida de lo posible, las dudas sobre la muerte del premio Nobel.