SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En República Dominicana existen instituciones estatales que han dedicado parte de su presupuesto a la edición bibliográfica, concentrada principalmente en los fines y propósitos oficiales, tal y como sucede con el Banco Central, o como sucedía con la Editora Universitaria, que llegó a tener en su acervo bibliográfico importantes logros vinculados a la cultura y el saber, aunque en los últimos veinte años ha retrocedido a espacios concentrados en lo fundamental a la impresión  de textos y escritos para el apoyo a los programas académicos.

Una instancia más cercana a la divulgación cultural lo constituye la “Editora Nacional”, responsable  de implementar la política del Ministerio de Cultura, en aspectos vinculados con la edición y publicación de textos de los autores nacionales.  Aunque los gobiernos anteriores al 2020 no parecieron  prestarle mayores atenciones, parece que nuevas iniciativas en ese Ministerio están apuntando a colocar la Editora en consonancia con las exigencias culturales actuales.

En cuanto a labores editoriales no oficiales, resulta oportuno recordar las interesantes colecciones de la “Universidad Católica Madre y Maestra”, con su emblemática publicación universitaria que fue por décadas primerísima, dedicada a temas históricos y culturales, conocida como “Eme-Eme”. Lamentablemente la política editorial de esa institución cambió y la revista dejó de salir hace más de quince años. Sin embargo, resulta esperanzadora la atención puesta por la Academia Dominicana de la Historia a su colección de publicaciones, centrada en la historia dominicana y  la continua salida de su boletín oficial CLIO, que ya llegó en el pasado 2020 a su número 200.

En cuanto a los textos dados a conocer por la Academia, ya son  62  títulos  los  que han circulados desde el año  2000 hasta la fecha; sin embargo la institución, en este caso estatal y con vínculos formarles con el Ministerio de Cultura, que ha desarrollado la más trascendental iniciativa en la divulgación del conocimiento histórico, documental y archivístico del país lo es el “Archivo General de la Nación”. Una institución creada hacen aproximadamente 85 años, cuya política editorial, a partir del 2005, ha impactado significativamente la producción de impresos en la República Dominicana.

Constituido mediante  ley el 23 de mayo de 1935, durante el período de gobierno de Rafael L. Trujillo (1930-1961), el Archivo se promovió como un centro para la preservación de la memoria histórica, pero como todas las iniciativas de aquel régimen, terminó convertido en una institución que privilegiaba la tarea archivística, aunque bajo las directrices  del aparato  político dictatorial, que promovía la organización del AGN con fines que tendían al   control de la vida nacional; además de aparato de propaganda y sostén de las actividades de espionaje en que descansaba la gobernabilidad del tirano, en las que el Archivo era parte importante. En esos años no parecía sospechoso que la institución fuera dependencia “directa de  la Secretaria de Estado de Interior, Policía, Guerra y Marina”, indicio de que se valoraba la organización archivística paralela a los planes de represión, control y vigilancia de la población;  sin embargo, a partir del año 2000 y por disposición de la ley número 41, la entidad paso a formar parte de la Secretaria de Estado de Cultura, con lo que se rompió,   de manera definitiva, con los controles policiales de la documentación.

Primeras iniciativas de divulgación

En marzo de 1938, tres años después de ser creado el AGN,  circuló por primera vez el  Boletín del Archivo General de la Nación (BAGN), con una motivación contenida en su proemio, en la que se planteaba la necesidad de que el Archivo contara con una publicación que diera a conocer “todo el valioso material, todo el tesoro de nuestras gloriosas proezas y de nuestras cruentas vicisitudes, que por siglos ha permanecido desordenado y menospreciado en los rincones de las oficinas públicas o en inadecuados locales” a la espera de que sea difundido y se conozcan las raíces de nuestra nacionalidad.  De lo que se trataba, era la promoción de un plan de divulgación de la memoria histórica del pueblo dominicano.  Pero los modestos resultados en el ámbito del Boletín institucional, no corrieron la misma suerte en relación a la circulación impresa de los documentos preservados.

Desde la publicación del primer número del BAGN, hasta el año 1994, circularon 110 ediciones del referido boletín, conteniendo una selecta recopilación de textos y documentos de innegable valor para los estudiosos de la historia dominicana; sin embargo desde 1959, cuando circuló su número 102, la publicación entró  en crisis, situación que se profundizó a partir de 1961 con la muerte del dictador Trujillo. De una periodicidad trimestral, el boletín paso a salir una vez por año, además de que era notoria la falta de continuidad por largos períodos:  por ejemplo, no circuló en el año 1961; tampoco de 1964 hasta 1975, ni de 1977 a 1980. Por igual, dejó de circular  de 1982 a 1983; 1985 a 1988, y de  1995 hasta el año 2005. La situación no podía ser más caótica. 110 ediciones en 56 años, desde 1938. Pero las dificultades  no solo afectaban sus publicaciones; las malas prácticas en la organización y preservación de la documentación convirtieron la institución en una especie de vertedero, verificándose  la pérdida de importantes materiales documentales.

Eran los tiempos en que la parte trasera del edificio de la institución, se incineraban las colecciones de documentos, periódicos y legajos imprescindibles para la administración del Estado dominicano. Por suerte, en el 2005 hubo un cambio de gobierno y como parte de iniciativas de intelectuales y de la Academia de Historia, se propició la modificación de la estructura administrativa, se nombró una nueva dirección y dio inicio a los trabajos para rescatar la institución archivística.

Desde antes de finalizar el 2004, el nuevo equipo de dirección, encabezado por el historiador Roberto Cassá, reinició la publicación del Boletín del AGN. En el equipo responsable de su salida sobresalieron en la parte operativa, los historiadores Raymundo González y Dante Ortiz, principalmente. Desde entonces, en 15 años de la gestión, el archivo nacional se transformó en una institución modélica para las instancias administrativas del Estado dominicano. El Boletín, en el que el AGN difunde los documentos históricos, archivísticos y textos históricos, ya alcanza el número 155, publicado este último en el 2020.

Dr. Roberto Cassá, director general del Archivo General de la Nación.

Colección de libros AGN

El primer libro publicado por el AGN fue impreso en 1944, nueve años después de la  creación de la institución, bajo la autoría del historiador  Emilio Rodríguez Demorizi: “Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo. 1844-1846”. Desde entonces y hasta 1959 aparecieron otros 14 títulos, 7 de los cuales salieron bajo la firma de Demorizi y 4 de la autoría de Ramón Lugo Lovatón.

También apareció antes de finalizar la dictadura,  una reproducción de la “Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América”, escrita por Alexander O. Exquemelin. En total, 15 publicaciones en 24 años. A partir de 1959 y durante 46 años no se volvieron a publicar libros en el Archivo de la Nación, hasta que a finales del 2004, que es cuando se da inicio a la presente gestión del AGN, un impulso revolucionario en el campo de la historia, de la documentación y de las publicaciones archivísticas, transformó el centro documental y lo convirtió en una nuevo y moderno espacio del Estado dominicano. El pasado había quedado atrás.

Desde entonces, su labor editorial ha sido constante y permanente, sobrepasando a todas las instituciones estatales y no oficiales en materia bibliográfica, como es el caso de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, cuya colección se acerca a los 200 títulos publicados desde 1974 hasta la fecha; que es la institución bibliográfica cultural que más se le aproxima.

Un Salto en calidad y cantidad

El AGN tuvo una nueva dirección general desde finales del año 2004, cuando el presidente Leonel Fernández designó al historiador Roberto Cassá  nuevo director en sustitución del escritor Ramón Font Bernard, que dirigió el Archivo durante 14 años, desde 1990, sin haber publicado un solo libro, aunque su oficina se hizo costumbre, centro de tertulias de intelectuales.

Las publicaciones del AGN se reiniciaron, después de cuatro décadas, cuando en el 2005 circularon, impresos en tres tomos y editados por Andrés Blanco Díaz, los “Escritos dispersos de  José Ramón López”. Ese  mismo año, con la autoría del historiador Emilio Cordero Michel, se dio a conocer el libro “Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento”; pero la labor editorial del AGN en esas publicaciones fue mínima. Se requería de una estrategia de publicación que situara el interés en la creación de una plataforma editorial que formara parte de la estructura administrativa del Archivo, lo que pronto tomó forma y descansó en las orientaciones de la Dirección  y en la tesonera labor de los historiadores Raymundo González, primero, y posteriormente en Dante Ortiz, quienes acompañados de un equipo de jóvenes cargaron sobre sus hombros lo que sería el primer impulso editorial del AGN, organizando lo que desde entonces pasó a llamarse “Departamento de Investigación y Divulgación”. Centrado en este último, el área de publicaciones que actualmente está dirigida por el excelente editor Daniel García, quien se ha convertido en pieza clave, por la calidad de su trabajo, en el cuidado de las ediciones del AGN.

El éxito de la estrategia de la Dirección general estuvo centrado en una frase que daba vida y motivación a la transformación que se estaba efectuando; además de la organización y preservación de los fondos documentales,  en las tareas culturales y de educación la frase se sintetizaba en cuatro palabras claves: “Organizar, preservar, investigar y difundir”.

En consonancia con la difusión, se elaboraron planes y proyectos que pronto comenzaron a dar sus frutos. El primer libro publicado bajo el cuidado del “Departamento de Investigación y Divulgación” lo fue “Lili el sanguinario machetero dominicano” en el 2006; una crítica biografía política sobre el dictador Ulises Heureaux publicada en su primera edición en 1901, a dos años del ajusticiamiento del dictador.

Trascendencia de una política editorial

Los resultados de la propuesta editorial iniciada en el 2005, contando con la orientación de la Dirección general, el trabajo del equipo editorial y el apoyo casual de instituciones estatales, ha dado sus frutos: la puesta en circulación de más de 400 obras de temas históricos, documentales, archivísticos y literarios.  Divididas en colecciones, las publicaciones están anotadas como  “colección de publicaciones” (408 títulos); “colección juvenil” (14 títulos); “Colección cuadernos populares” (7 títulos) y “colección Referencias” (5 títulos), que sumados nos llevan a la increíble cifra de 434 publicaciones en 15 años, además de  45 Boletines AGN, y la revista “Memorias de Quisqueya”.  Todos y cada una de estos libros, boletines y revistas pueden ser consultados y descargados desde la página oficial del
Archivo General de la Nación, o adquirirlos impresos visitando el edificio de la institución en la Zona Universitaria.

Los dominicanos, cuando queremos destacar algo que puede ser contabilizado como expresión de éxitos, en este caso como resultado de una labor bibliográfica, cultural y educativa, decimos hasta con orgullo, que los números no mienten. Ellos, son testimonios de la realidad,  en materia de política editorial, de lo que ha pasado durante los últimos quince años en el archivo nacional. Una revolución bibliográfica que está supuesta a ser tomada como referencia, modelo en el ámbito editorial  del Estado dominicano.